"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 14 de octubre de 2014

Del consultorio… a la embajada de EE.UU

La posibilidad de marcharse a una misión médica en Venezuela, Brasil o donde se presente, es vista como maná del cielo por muchos médicos cubanos.
Sobre todo porque un programa del gobierno norteamericano les permite entrar y quedarse en EE.UU.   

Luis Luque  
   
La doctora Madeleine tiene 30 años, es especialista en Medicina General Integral, y trabaja como asistente de enfermería en Louisville, Kentucky, desde 2011.
Es cubana, pero no puede viajar a Cuba hasta dentro de cinco años.
Sucede que en 2013 hubo cambios en las leyes migratorias cubanas, otrora excesivamente restrictivas, y la expectativa de los que “desertaron”, esto es, los que se han quedado en el extranjero durante un viaje de trabajo, es poder visitar su tierra antes de los ocho años que impone la ley.
Pesa mucho la distancia de la familia, los amigos, el barrio…

Su caso es el de unos 5.000 profesionales cubanos que han viajado hacia algún país necesitado de colaboración médica o de otro tipo, a través de un acuerdo de cooperación de Cuba con aquel, y una vez allí se han acercado a la representación diplomática de EE.UU. para acogerse al Cuban Medical Professional Parole Program (CMPP).
Este programa fue establecido en 2006 por George W. Bush para facilitar, a quienes deseen hacerlo, el abandono de las brigadas de colaboradores y su llegada a territorio norteamericano.

El número de los que toman esa decisión no tiende a decrecer.
Según el Servicio de Inmigración y Ciudadanía de Estados Unidos, más de 1.500 trabajadores cubanos de la salud serán admitidos en el país este año.
La cifra de los solicitantes, hasta mediados de septiembre, supone un 50 por ciento más de los que lo hicieron en 2013.

Según el Servicio de Inmigración de Estados Unidos, más de 1.500 profesionales sanitarios cubanos serán admitidos en el país este año

Al presentarse a la legación diplomática de EE.UU., los aspirantes deben cumplir tres requisitos: ser nacionales cubanos, ser profesionales de la medicina reclutados por el gobierno de La Habana para trabajar en un tercer país, y no presentar causa alguna de inelegibilidad como, por ejemplo, ser miembros del Partido Comunista.
Cuando llega la respuesta afirmativa, el interesado toma el avión y aterriza en Miami, donde la ONG Solidaridad sin Fronteras se encarga de gestionarle un grupo de ayudas, así como de ofrecerle posibles destinos en EE.UU..

Más allá del “internacionalismo proletario”


Los médicos cubanos están en el centro del diferendo entre EE.UU. y Cuba, que dura ya más de medio siglo.
De un lado, el gobierno de La Habana ha pecado por mucho tiempo de creerse dueño legítimo de la vida personal de sus ciudadanos, y en el pasado puso trabas bastante irritantes a los profesionales de la salud que deseaban marcharse del país –tenían que pasar cinco años trabajando en el lugar al que se les destinara, antes de recibir el permiso de salida– e insalvables para aquellos que querían simplemente viajar fuera del territorio en calidad de turistas, por invitación de un extranjero.

Del otro, las sucesivas administraciones en Washington han creado programas como el CMPP para tentar a los médicos cubanos que están realizando misiones en el exterior, mayormente en países pobres o en vías de desarrollo, sin pensar que con ello afectan los objetivos últimos de un programa alabado por la propia OMS, y desproveen a la población destinataria del auxilio médico que prestan esos profesionales.

La singularización del caso cubano en ese tema respondería, según la Casa Blanca, a que los doctores de la Isla trabajan en condiciones de “semiesclavitud”, vigilados constantemente por responsables de rango intermedio, con mayor carga de horas que sus pares del país, y con salarios decididamente mejorables.
 
Médicos cubanos destacados en Brasil se quejaron del bajo salario que les entregaban después que La Habana sacaba su tajada de los fondos destinados por Brasilia

Con todo, la posibilidad de marcharse a una misión médica en Venezuela, Brasil, Zimbabwe o dondequiera que se presente, es vista como maná del cielo por muchos médicos, pues a pesar de los considerables subsidios estatales –la gratuidad de educación y la sanidad, o el precio irrisorio de servicios como el agua potable y la electricidad, los espectáculos deportivos y culturales, etc.–, el salario promedio de un doctor cubano no supera los 25 dólares mensuales.
Esto resulta claramente insuficiente para pagarse no ya unas vacaciones en un modesto hotel nacional, sino incluso el costo de la alimentación, o la adquisición o reconstrucción de una vivienda en cualquier localidad cubana.
Tal precariedad de ingresos es lo que lleva a muchos a embarcarse en esas misiones, que antaño eran alentadas por un gratuito “internacionalismo proletario”, pero que obedecen hoy a fines más prácticos, aunque el discurso oficial no haya cambiado sustancialmente.
 
En el territorio del ébola

El reciente brote de ébola en varios países africanos tiene en vilo a los cubanos, a pesar de la lejanía.
La razón es que el Ministerio de Salud Pública ha convocado a los médicos que estén dispuestos a marchar hacia las naciones afectadas para ayudar a combatir la enfermedad, y ha conformado un contingente de 165 profesionales, todos varones, a los que está brindando el adiestramiento y el instrumental necesario para la tarea.

El primer grupo llegó a principios de octubre a Sierra Leona, y se ha anunciado que otros 300 médicos y enfermeros irán después a Liberia y a Guinea.
El secretario general de la ONU, Ban Kimoon, ha aplaudido la iniciativa.

Sin embargo, son los tropiezos del pasado los que disparan la preocupación, ante la reaparición en la Isla de enfermedades como, por ejemplo, el cólera.
No existe un movimiento migratorio regular entre Cuba y la muy cercana Haití, donde esa enfermedad ha causado estragos, y, sin embargo, el virus –erradicado en Cuba desde tiempos de la colonia– se hizo presente meses atrás en la zona oriental, lo que muchos achacan a una falta de rigor en el control a los médicos que regresan de prestar asistencia en el vecino país.
“¿Y si sucede lo mismo con el ébola?”, es la interrogante que no pocos se hacen.

Cuba va a enviar profesionales sanitarios para combatir el ébola en países africanos

La buena disposición de ayudar, afincada además en el optimismo y la fraternidad del caribeño, es loable. Aunque no lo es menos el legítimo deseo de obtener los recursos económicos –en este caso sufragados por la OMS– con que cubrir las necesidades materiales que no podrían atender en Cuba.

Con el pasaporte rojo


Cuando llegó a su misión en Venezuela, Madeleine estuvo varias semanas viviendo de lo que escasamente pudo llevar para mantenerse.
“Al mes, me pagaron 1.200 bolívares, que eran algo más de 100 dólares.
A mi familia en Cuba le daban mi salario mensual, mientras me ponían unos 2.000 dólares anuales en una cuenta que no podía tocar hasta que regresara de la misión”.

Y es que de dinero va en buena medida el asunto.
El porcentaje que se queda el gobierno cubano del monto asignado por el país beneficiario al pago de los médicos, es un misterio digno de las pesquisas de Poirot, aunque algunos estiman que es el 40 por ciento.
“Cada joven que estudió medicina en Cuba lo hizo gratuitamente, por lo que tiene una responsabilidad con su sociedad”, ha declarado un viceministro de Salud Pública, al ser preguntado sobre el pago a los colaboradores en el exterior.
Tema zanjado.

Pero no para los médicos.
Algunos en Brasil, por ejemplo, se quejaron meses atrás del escandalosamente bajo salario que les entregaban luego que La Habana sacaba su tajada de los fondos destinados por Brasilia al pago de los galenos del programa “Mais Medicos”, y lograron un aumento.
Otros, en cambio, han preferido directamente salirse.
Como Madeleine, a quien, conocidos los estrechos vínculos políticos cubano-venezolanos, no se le ocurrió aplicar al CMPP en la embajada norteamericana en Caracas, sino que, junto con una colega, se dirigió a la frontera con Colombia.

“Fueron 17 horas de viaje en bus, atravesando parte de la cordillera; un recorrido muy pesado.
Al llegar a Bogotá, fuimos a la embajada, nos presentamos como médicas cubanas e informamos que queríamos acogernos al programa de Solidaridad sin Fronteras.
Llenamos los formularios, entregamos fotos y pruebas de que éramos doctoras –cada médico tiene un pasaporte rojo, diferente al pasaporte común, y válido únicamente para viajar entre Cuba y Venezuela, para intentar evitar las “deserciones”–, y a los 21 días me llamaron para decirme que había sido aceptada”.

Al llegar a Miami, la mencionada organización le gestionó ayudas que incluían una mensualidad, seguro médico, abono transporte, alojamiento por ocho meses, y le dieron una ubicación en Kentucky, un apoyo que se mantuvo hasta que comenzó a trabajar en un hospital de Louisville.
¿Ha valido la pena?
“Creo que sí" –expresa– .

Honestamente, en Cuba se vive muy mal.
No hay futuro.
Yo, profesional, con 25 dólares de sueldo, todavía dependía de mis padres.
Una es joven y sale con ideas de mejorar profesionalmente.
Aunque, claro, lo que más golpea es la soledad, haberlo dejado todo y empezar de cero.
Es una vida completamente nueva”.

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