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Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 18 de noviembre de 2014

Cristina e Isabel, historias cruzadas

ROMAN LEJTMAN
Periodista

Isabel Martínez estaba mal de salud y pasaba mucho tiempo de Olivos, mientras su gabinete esperaba las órdenes de José López Rega, un asesino sistemático que vivía bajo la sombra presidencial. 
No había información oficial de la Presidente y las decisiones políticas eran mediocres y con un fuerte olor a populismo.
Isabelita se levantaba temprano, desayunaba con López Rega y después hacía ejercicios en el parque de Olivos: se abrazaba a los árboles y corría hasta su dormitorio para llorar y dormir con ayuda de tranquilizantes.
Afuera de la Quinta, el clima social ardía y la democracia caminaba al cadalso.

La viuda de Perón desconfiaba de los partidos políticos y los periodistas y se informaba con los partes de inteligencia que escribían los espías del Ejército y la Armada.
Isabelita escuchaba con atención a Emilio Eduardo Massera y tomaba el té con Alicia Hartridge, esposa de Jorge Rafael Videla, cuando la doctrina de la Seguridad Nacional ya había reemplazado a la Constitución.

La Presidente se refugiaba en Olivos para soportar sus dolores intestinales y su diagnóstico psiquiátrico, mientras los precios masticaban los salarios y la emisión devaluaba las escasas reservas del Banco Central.
Celestino Rodrigo, ministro de Economía, ejecutaba las órdenes de López Rega y respondía con los dedos en ‘V’, si un periodista le preguntaba acerca de la situación social de la Argentina.

Postrada en la cama, extrañando a López Rega que ya había huido a Madrid, Isabelita recibió a Ítalo Argentino Luder, un ambicioso senador peronista que estaba a cargo del Poder Ejecutivo.
La viuda de Perón escuchó los argumentos de Luder y aceptó sin objeciones que se sancionaran los decretos 2770/2771/2772/75, que implicaban una reforma de fondo a la legislación penal de la Argentina.

"Las Fuerzas Armadas bajo el Comando Superior del Presidente de la Nación que será ejercido a través del Consejo de Defensa procederán a ejecutar las operaciones militares y de seguridad que sean necesarias a efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el territorio del país",
establecía el artículo primero del decreto 2772/75.
Era una norma inconstitucional avalada por una Presidente que se refugiaba en la quinta de Olivos.

Isabelita estaba preocupada por su salud y también por su situación judicial.
López Rega se había encargado de la relación con los empresarios y banqueros y ella estaba involucrada en una oscura maniobra con fondos que pertenecían a la Cruzada Solidaria.
La Presidenta fue acusada de malversar dinero público para pagar un reclamo privado de las hermanas de Eva Perón.
Cuando la noticia aparecía en los diarios y el Congreso, Isabelita sostenía que todo era una conspiración política.

Llegó a la Casa Rosada por el dedo de Perón y su inclinación al autoritarismo colocó al país frente a su hora más oscura.

Fue mediocre para ejecutar el poder e incapaz de escuchar los consejos de la oposición.
Ocurrió hace casi cuarenta años, cuando una Presidenta doblada por el dolor pensó que era intocable por los hechos y las circunstancias.

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