"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 18 de noviembre de 2014

La presidenta comenzó a renguear...

No es por la salud, aunque ese podría haber sido el motivo. Pero la Presidenta ha comenzado a renguear y la manada presiente el riesgo. 
Por Damián Glanz. 

Columnista
Sin sutilezas, el kirchnerismo comenzó a alejarse del animal herido. Es la naturaleza de la política: avanzar para subsistir, sin importar qué herido queda en el camino. No es el intestino, el que retrasa a Cristina Fernández. Es la inevitable pérdida de poder.
En la última semana, y como nunca antes, la Casa Rosada debió retroceder sobre sus pasos. No por imposición de la justicia o por presión popular. Dentro del Frente para la Victoria, y entre sus aliados, surgieron grietas que motivaron el repliegue en dos ámbitos muy sensibles para el Gobierno: la reforma del Código Procesal Penal de la Nación y la nueva ley de Telecomunicaciones.
Durante la ausencia por sigmoiditis presidencial, el bloque de senadores oficialistas marcó un nuevo modus operandi parlamentario y se negó a manifestarse, una vez más, como la escribanía de Balcarce 50. Por primera vez se animaron a voltear la promesas realizadas por su jefa por Cadena Nacional.
Un “voto no positivo” pero sin Mesa de Enlace.
La propuesta de Cristina Fernández de incorporar la figura de la “conmoción social” como motivo para que un juez dicte la prisión preventiva a un sospechoso, recibió palos desde todos los sectores.
El propio jefe de la bancada kirchnerista, el rionegrino Miguel Angel Pichetto, expuso el bache ideológico que evidenció la presidenta cuando prometió que el impacto de una noticia serviría como argumento para restringir la libertad ambulatoria de un ciudadano.
“El Código de Oderigo en la provincia de Buenos Aires, en la etapa de Onganía, establecía este  concepto que servía para agravar y negar la excarcelación. Y me parece que este tema no podía ir dentro de la materia de la excarcelación”, argumentó el senador.
Pichetto, que hace pocos meses pidió expulsar a los migrantes senegaleses que venden cosas truchas en la calle, corrió a su jefa “por izquierda”.

El golpe menos pensado

Menos felices deben haberle parecido a la Presidenta las comparaciones que recibió su propuesta con el Código que estableció Jorge Rafael Videla, por decreto, cuando habían pasado menos de dos meses del golpe de 1976.
Ese impacto, tal vez el más bajo que recibió la jefa de Estado, provino de su principal aliada en el proceso de reforma del CPPN, la Procuradora General de la Nación, Alejandra Gils Carbó, a quien Cristina Fernández le había reservado un papel estelar en la nueva configuración de los procesos penales federales.
El emisario que envió Gils Carbó al Congreso se ocupó de hostigar a la Presidenta. Se trata del fiscal federal Félix Crous, mano derecha de la procuradora, a cargo de la novísima Procuraduría de Narcocriminalidad (PROCUNAR), militante de la agrupación Justicia Legítima (cercana al Gobierno) y conductor de Derecho Viejo, en las tardes de los sábados por Radio Nacional.
Crous afirmó ante el plenario de comisiones del Senado que la “desafortunada” incorporación de la “conmoción social” había sido creada por los “expertos en la fabricación de terror social”. Y dio precisiones: “Las primeras semanas después de la dictadura, el discurso era: nos están aterrorizando. Lógicamente, la conmoción social de los hechos era el discurso público. El discurso público era: tales personas que nosotros identificamos están conmocionando a la sociedad, ergo, no las excarcelamos.”
Así es, durante el debate en el Senado, el kirchnerismo comparó a la Presidenta de los Derechos Humanos, a su propuesta sobre la “conmoción social”, con las reformas que realizaron Onganía y Videla.
El fiscal Crous, enlace parlamentario entre Gils Carbó y los senadores, también participó de la sentencia a muerte de la otra propuesta que había hecho Cristina Fernández en la misma línea del populismo punitivo: la expulsión de los extranjeros sorprendidos in fraganti.
“En la República Argentina, empezar a hablar de extrañamiento de los inmigrantes, identificarlo con la comisión de delitos, es abrir una puerta que no sabemos qué tan lejos nos va a llevar”, afirmó el fiscal, poniendo en ridículo tanto a la Presidenta como a su principal asesor en materia de tolerancia migratoria, el secretario Sergio Berni.

Marcando diferencias

El proyecto recibió más de 40 modificaciones en un hecho que tiene, al menos, dos lecturas: por un lado, esa necesidad, novedosa, que muestran algunos dirigentes del oficialismo de marcar diferencias con la Casa Rosada. Diferencias de “fondo” o tan solo “forma”, al menos sea abriendo el proyecto al diálogo, sin recurrir a la aplanadora de la mayoría propia.
El fracaso de los dos ejes que la Presidenta utilizó como argumentos para el marketing de su proyecto de Código Procesal Penal también expresan el aislamiento en el que se encuentra la jefa de Estado. No hubo una sola voz a favor de esas iniciativas, ni entre los juristas consultados, ni entre la tropa propia.
Cristina Fernández terminó enredada, en la soledad de un discurso autoritario.
En medio del debate, el populismo punitivo se mezcló con el “capitalismo colonial”, como definió el mismo Pichetto al avance de Telefónica en el país. Fue el senador el que inició con esa frase la embestida contra el proyecto de ley Argentina Digital que le ofrece más poder a las compañías telefónicas.
Como ocurrió con el CPPN, el Gobierno aceptará cambios para lograr apoyo dentro del bloque oficial.
El brazo de la Casa Rosada ya no consigue disciplinar a los senadores. Ni al propio Pichetto que supo acuñar una frase que luego le robó Agustín Rossi, cuando era jefe de los diputados: “Esto no es un club de librepensadores”. Al parecer, las reglas han cambiado. Y los senadores ya reclaman la membresía de otro club, el de los sobrevivientes.

El temor de la bandada es quedarse atrás por culpa del pato rengo.
La política aprende de la naturaleza.
Los patos que se saben sanos no se detienen a rescatar al herido.
Vuelan para salvarse...

No hay comentarios: