Volver a morirse en la trampa del peor expediente

Fernando Gonzalez
Director periodístico de El Cronista

Lo más inaudito de la decisión que ayer tomó el fiscal Javier De Luca es que a nadie le sorprende.
En la Argentina no constituye una sorpresa que se haya dejado morir la denuncia de Alberto Nisman contra la Presidenta, el canciller y otros colaboradores porque está asumido el peor de los imperios:
El de la impunidad...

No habrá una sola pregunta a los funcionarios.
Ni un solo repaso de aquellas grabaciones que dejaban traslucir el oscuro acuerdo con Irán.
Ni un solo cuestionamiento al memorandum de la vergüenza que ordenó el Gobierno y, dócilmente, votaron decenas de legisladores.
Por eso no sorprende el final triste de la investigación de Nisman.
No sorprende porque ni siquiera hay un sólo dato que aporte luz y nos ayude a saber por qué,
cómo y cuándo murió el fiscal que iba a responder en el Parlamento las preguntas necesarias para saber si el pacto con Irán era o no una maniobra con fines delictivos.

Nada de esto sorprende a los argentinos porque nadie quedó preso por el asesinato de José Luis Cabezas ni se sabe a veinte años ninguna precisión sobre el atentado terrorista a la AMIA.

Tres meses después de caer en su departamento, Nisman volvió a morirse ayer en la trampa cruel de un expediente...