"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 28 de junio de 2015

Cuestión de genes...

El presidente Obama acaba de señalar que el Racismo está en los genes de los norteamericanos, y que todavía no se ha podido superar.
Manifestó que "las sociedades no borran de la noche a la mañana todo lo que ocurrió en los 300 años anteriores.
El legado de la esclavitud, las leyes de Jim Crow, la discriminación en prácticamente todas nuestras instituciones, eso deja una larga sombra, y sigue formando parte de nuestro ADN".
Es muy importante para el desarrollo y el progreso de los pueblos en el camino de la verdad y del bien, la reflexión sobre sus errores, y el reconocimiento de sus enfermedades sociales, principio a partir del cual puede elaborarse una solución.
Esta reflexión me hizo pensar si la guerra no estará en los genes de la humanidad, y como se puede alcanzar la paz.

Porque si bien es cierto que el estado natural del hombre es la paz, desde que se conoce, aún antes de la Historia el hombre ha estado guerreando, sin intermitencias, y los períodos de paz han sido muy breves y salpicados por contiendas regionales o locales.
El ADN es el ácido desoxirribonucleico responsable de contener toda la información genética de un individuo o ser vivo, información que es única e irrepetible en cada ser ya que la combinación de elementos se construye de manera única.
Este ácido contiene, además, los datos genéticos que serán hereditarios, o sea que se transmitirán de una persona a otra, de generación en generación, por lo cual su análisis y comprensión resulta ser de gran importancia para realizar cualquier tipo de investigación científica o aventurar una hipótesis que verse sobre la identidad o sobre las características de un individuo.
Cada gen es un factor hereditario que regula un determinado carácter por su participación en el ADN.
 
Hay una preciosa anécdota de Carl Sagan en "Cosmos" sobre los cangrejos samurai en el Mar de Japón.
Un pueblo costero tenía un Niño Rey y era regenteado por su Abuela; debió luchar con un pueblo vecino, y en una batalla naval, fueron avasallados todos los samurais.
La abuela tomó al niño y se lanzó al agua prefiriendo morir antes que ser capturados.
Las mujeres del pueblo fueron apresadas por los vencederos y obligadas a realizar tareas y a ser sus concubinas.
Todos los años los descendientes de los samurais arrojaban flores al mar para conmemorar la gesta de sus predecesores.
En ese mar se capturaban cangrejos algunos de los cuales tenían marcas en el caparazón que simulaban un rostro samurai, por lo que eran devueltos al mar como homenaje a sus ancestros.
Si eras un cangrejo con marcas samurai tenías muchas mas posibilidades de sobrevivir que si no la tenías, y en el mar abundaban los cangrejos samurai.
Era una selección artificial hecha por el hombre en razón de sus sentimientos.
Es decir se priorizaba unos rasgos sobre otros, y como genéticamente se heredan había abundancia de esos rasgos.

Por lo tanto es nuestra responsabilidad que rasgos daremos en la impronta a nuestros hijos y nuestros alumnos.
Quizás prioricemos la violencia, el rencor, el odio, la venganza, la discriminación, o quizás enseñemos el amor, la bondad, el equilibrio, la igualdad, la mansedumbre y la verdad.
Según los caracteres que impostemos habrá abundancia de individuos que generaran y procrearán dichas virtudes o procrearán apetencias de poder, violencia, guerra y discriminación.

¿Qué mundo deseamos para el futuro?
¿Qué sociedad queremos para nuestros hijos?


Está en nuestras manos torcer el destino, enderezar los caracteres de belicismo, egoísmo, poder, sometimiento y desigualdad que anidan en muchos de nosotros, e impostar lentamente y desde la cuna la verdad, la justicia, la libertad, el amor, la igualdad y la bondad.

Dichos caracteres fecundarán a lo largo del tiempo y el mundo podrá convertirse en un remanso de paz y felicidad.

Elías D. Galati

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