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Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 17 de enero de 2016

“La Morsa”, una valiosa ayuda para Vidal

Eduardo van der Kooy

La frase llamó la atención porque fue pronunciada por un prominente ministro de Buenos Aires. Refirió, claro está, a Fernández, el ex jefe de Gabinete de Cristina Fernández.
También ex candidato a gobernador.
Su figura ha quedado impregnada, en casi todas las instancias, por la fuga de los hermanos Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci.
Los tres recapturados y condenados a prisión perpetua por el triple crimen de General Rodríguez y el tráfico de efedrina.

Aún antes de ese episodio escandaloso la mala fama de Aníbal había sido un anabólico invalorable para el batacazo electoral de María Eugenia Vidal.
Lo sigue siendo ahora cuando la gestión empieza a toparse con muchos obstáculos.
Fernández, o quizás “La Morsa”, instalado en el centro de la escena ayuda a disipar cualquier vacilación colectiva en torno a la gobernadora.

Aquella invocación política del ministro bonaerense no circula por el aire.
Encuentra asidero en raíces de la realidad.
Martín Lanatta implicó a Aníbal en un testimonio periodístico y una declaración ante la jueza María Servini de Cubría.
Cuando se repara en la purga policial que dispuso el ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, también surgen llamativas coincidencias. 
De siete comisarios desplazados, tres tenían línea directa con el ex jefe de Gabinete.
Otros dos cesanteados (Marcelo Di Rosa y Néstor Larrauri) en las horas de la frenética persecución de los prófugos operaban en la zona de Quilmes, fortaleza de Aníbal.
En la volteada cayó además, de modo circunstancial, Hugo Mallo, un barra brava de Quilmes.
El club que, desde adentro o desde afuera, regentea el ex funcionario.
También asomaron vínculos directos o indirectos con Marcelo| Melnyk, apodado “El Faraon”, que habría asistido a los criminales en su huida.

Algunos protagonistas de la “década ganada” remontan incluso su memoria bien hacia atrás.
La famosa pelea interna que Aníbal sostuvo con José Granero, ex titular de la Sedronar, procesado por tráfico de efedrina, para el control de los precursores químicos.
Insumos que se utilizan en la industria farmacéutica.
Además, para la fabricación de drogas ilegales.
La efedrina es uno de aquellos.
Sirve para procesar la cocaína.
Fernández dio esa batalla que perdió, por decisión de Néstor Kirchner, desde los ministerios de Interior y de Justicia.
Dos datos más:
Buena parte de la disputa transcurrió mientras, sin explicación, el Gobierno –pese a la oposición de la entonces ministra de Salud, Graciela Ocaña– autorizaba el aumento de los volúmenes de importación de efedrina; en 2008 Diputados dio media sanción a un proyecto para penalizar el desvío de los precursores químicos. Allí murió la iniciativa. Si todo este hilván respondiera únicamente a casualidades, Aníbal sería, de verdad, un hombre perseguido por la mala suerte.

Su fantasma ha disimulado equívocos de las autoridades bonaerenses.
También viene preservando, de algún modo, el recuerdo de Daniel Scioli.
Las calamidades que afloran en la Provincia forman parte de su herencia.
Y permiten una conclusión:
El ex gobernador nunca obstaculizó la influencia de Aníbal en Buenos Aires.
Por lo menos, hasta que fue coronado como pre candidato de la interna en el Frente para la Victoria, cuando derrotó a Julián Domínguez.
Aquel cuidado de Scioli obedecería a una razón de fuste:
Mauricio Macri no desearía condenarlo tan rápido.
Supone que más adelante, cuando las cargas se ordenen en el peronismo, podría darle alguna mano con la gobernabilidad.

Vidal y Ritondo están delante de un dilema.
Han hecho un barrido en la Policía Bonaerense como respuesta a las anomalías en la persecución de los prófugos.
Nadie cree que allí haya concluido la tarea.
¿Pero sería posible profundizarla ahora mismo cuando recién despuntan los primeros hilos de la trama que enlaza la política con la droga y el crimen?
Las opiniones se bifurcan en el poder de Buenos Aires.
El ministro de Seguridad considera que, al menos, se ha ganado tiempo para cavilar un replanteo policial más hondo luego del verano.
Existiría otro motivo:
Ritondo pretendería dejar esa iniciativa a Pablo Bressi, el comisario que encumbró en la Bonaerense para reemplazar a Hugo Matzkin.
Facilitarle gestos de autoridad hacia adentro de la fuerza que últimamente fueron dispuestos por las autoridades políticas. Vidal y él mismo.

Los sectores que se inclinan por una salida drástica lo hacen blandiendo un par de interrogantes.
¿Por qué esperar tanto?
¿Qué sucedería si hasta el final del verano se repitieran hechos graves vinculados a la inseguridad y el narcotráfico?
No hay ninguna garantía, dado el estado de las cosas, de que eso no ocurra.

Entre tantos desafíos repentinos, Vidal pudo rescatar algunas compensaciones.
La sombra de Aníbal se agigantó en medio del escándalo de los prófugos.
Entre tropiezos y una enrevesada negociación por la ley de Presupuesto, que alumbró el jueves, la cara más visible que asomó en la oposición K fue la del diputado José Ottavis.
El mismo que, por orden de Cristina, tumbó el primer intento de aprobación del proyecto.
La presión de los intendentes bonaerenses lo dejó desairado.
Mucho más cuando con el pleito en hervor emergió apareado en público con la modelo Vicky Xipolitakis.

Probablemente Vidal, para concretar su éxito político, haya contraído una deuda política con Sergio Massa.
El líder del Frente Renovador resultó clave para desatar la presión de los alcaldes.
La otra parte de la tarea correspondió al ministro de Gobierno, Federico Salvai.
Aquellos intendentes terminaron saliendo con la suya:
Lograron una considerable tajada del endeudamiento que reclamó Vidal.
Podrán manejar fondos a discreción.
Serán $ 10 mil millones.
Eso significa para ellos poder.
La única palabra que entienden y les importa.

Buenos Aires es una enorme caja de resonancia para Macri.
Nada de lo que sucede allí resulta indiferente en su Gobierno.
Veamos la onda expansiva de los dos últimos episodios.
El escándalo de los prófugos abrió una grieta entre el macrismo y el socialismo de Santa Fe.
Hubo reproches cruzados sobre el comportamiento de la Gendamería y la Policía santafesina.
Quedó involucrado en la polémica el gobernador Miguel Lifschitz y el ex mandatario Antonio Bonfatti, de fuerte incidencia partidaria.

Durante el receso del Congreso, el macrismo intenta articular un sistema de alianza con diferentes bloques para presentar un frente más o menos consistente cuando las sesiones se reabran, presumiblemente, en febrero.
El Frente Progresista poseerá desde marzo ocho diputados.
Cuatro pertenecen al socialismo.
Casi oro para las necesidades del PRO.
Las conversaciones venían encarriladas:
Lifschtiz avaló al titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, para la designación de Pablo Tonelli, de Cambiemos, como integrante del Consejo de la Magistratura.
El FpV impugnó por irregular tal nombramiento y obtuvo un amparo de la Justicia.
Esa inicial buena onda con los socialistas santafesinos quedó ahora interferida.

Massa prestó su colaboración para la aprobación del Presupuesto en Buenos Aires.
Aunque no ofrecería todavía similares certezas a nivel nacional.
El líder del FR bascula entre el peronismo no K y el oficialismo.
Pero deja hacer a sus legisladores.
La diputada Graciela Camaño empuja una sesión extraordinaria de la Cámara para discutir la política del Gobierno de prescindencia de ñoquis en el Estado. 
Sobre todo, la limpieza de Gabriela Michetti en el Senado y las cesantías en la intendencia de La Plata, que derivaron en incidentes y represión.
La campaña habría quedado lejos.
Massa hizo de la eliminación de esos ñoquis y de los militantes de La Cámpora uno de sus caballitos de batalla.

Si eso sucede con los aliados potenciales, ¿qué podría esperar el macrismo de los kirchneristas? Depende dónde.
Miguel Angel Pichetto, jefe del bloque del FpV en el Senado, respaldó aquella decisión de la vicepresidenta.
Aunque soportó temblores internos.
Ahora negocia con Monzó la integración de la Comisión Bicameral de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), con los cuales viene gobernando Macri desde su asunción.
En ese recorrido abundaron los desencuentros.
Sobre todo, cuando Elisa Carrió desautorizó la elección del ex titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, para la AGN (Auditoría General de la Nación).
La valla fue sorteada y se habría abierto una puerta para un eventual acuerdo: que la Bicameral sea presidida, en períodos alternados, entre un macrista y un kirchnerista.

En Diputados, en cambio, el horizonte asoma cargado de nubarrones.
Héctor Recalde, el jefe del bloque del FpV, es un soldado de Cristina.
Allí se avecina una resistencia inclaudicable contra el macrismo.
Algo más.
Los camporistas dispararon dos denuncias penales contra Monzó por supuesto abuso de autoridad.
El jefe de la Cámara de Diputados despachó su correo: “El día que quieran hablar sobre política, diríjanse directamente a mi abogado”, aconsejó.

Cristina va regresando de a poco.
Aglutina al kirchnerismo y tantea a un PJ proclive a la dispersión.
No esperó los primeros cien días prometidos para opinar sobre el gobierno de Macri.
Ya divulgó las primeras críticas.
Su ordenanza, Oscar Parrilli, demanda a empresarios la donación de mobiliario para la oficina que ocupará pronto la ex presidenta en la Ciudad.

Está en el barrio de Congreso.
No se trata de ningún azar:
Allí dará la batalla del presente, pensando en su futuro...

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