"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 23 de julio de 2016

LA CORRUPCION

Es una historia contada por un necio, llena de ruido y furia que nada significa (Macbeth)

Tu rostro mi Señor es un libro donde el hombre puede leer extrañas cosas.
Para engañar al mundo toma del mundo la apariencia, pon una bienvenida en tu mirada y en tus manos y lengua; procúrate el inocente aspecto de la flor, pero sé tú la víbora que oculta (Lady Macbeth).

El talento de los elegidos, el genio de los hombres sobresalientes y la pluma y la palabra de los que han constituido la verdad en el habla humana, son imperecederas, y pasa el tiempo, las generaciones y las épocas y sus escritos parecen reflejar la realidad de hoy.
Que mejor explicación de la corrupción que este maravilloso texto de Shakespeare.

El relato es una historia que nada significa y en tu rostro el hombre puede leer extrañas cosas, porque al tomar la apariencia con la intención de engañar al mundo te has vestido de flor para ocultar la víbora.
Como debió ser el rostro de quien puede ser leído extrañamente, lejos de la verdad, de la realidad, de la bondad y de la justicia.
Pues como todo queda, nada se pierde, el comportamiento tarde o temprano sale a la luz, tal cual es y sin tapujos, y las obras dejadas por dicha conducta se manifiestan con claridad meridiana.

Corromper significa alterar y trastocar la forma de algo, echar a perder, depravar o dañar, también seducir y pervertir, estragar y sobornar con dádivas.
La corrupción también es el vicio introducido en las cosas no materiales y la utilización del poder y de los privilegios sobretodo en cargos públicos para conseguir beneficios personales.
Cuando esta conducta se hace consuetudinaria, y se abusa habitualmente de contrariar la ley se cae en la corruptela.
El corrupto es tanto el que corrompe y soborna, como el que se deja corromper o sobornar.

El daño que provoca la corrupción es imposible de medir, ya que se extiende en parámetros materiales, espirituales y psicológicos, afectando no sólo a las personas y a las comunidades sino también a las Instituciones.
En el plano político la corrupción mina los cimientos de la República, socava la voluntad, actúa sobre la conducta de la gente, y provoca privilegios, discriminación, abusos y perversiones.
¿Por qué se deja corromper el hombre?
Hemos señalado en otra oportunidad que en nuestro mundo moderno, parece que el corazón del hombre está puesto en el dinero, la fama y el poder.
Y estas tres condiciones son las que dan pié a que se corrompa.
La corrupción no tiene límites y puede llegar a términos insospechados, tanto en cantidad, como en calidad, como en roles.
Aquello que menos imaginamos, lo que creemos santo e impoluto, puede caer víctima de la corrupción cuando el hombre pretende corromper o se deja corromper.
Cuando se enquista está en medio de nosotros y tiñe las acciones, las decisiones, los ideales, los proyectos y hasta los grupos que conforman una sociedad.
Como parece una flor, su vestido de apariencia, no lo detectamos hasta que está muy adentrada del sistema, y cuando ya ha tomado un vuelo tan importante que es muy difícil revertir.
Muchos quedan ligados a dicha apariencia, algunos de buena fe y otros por conveniencia ya esa económica, social, política o de otro orden.
Entonces la sociedad se ve con un prisma de varias caras, según desde donde se la mire, y para algunos la apariencia se justifica por las formas sociales, otras para emprender otras conquistas, y la realidad a veces se ve tal cual es y a veces no.

No hay otra forma de terminar con la corrupción que la virtud, la virtud personal y la virtud ciudadana.
El apego a la verdad, a la justicia, a lo que nos corresponde y a lo que no nos corresponde.
La solidaridad y la entrega para el otro, la humildad en la conducta y en la vida y la sobriedad y la templanza.
No son necesarios más que un lugar donde vivir, el alimento diario, la vestimenta que se puede usar y lo indispensable para nuestro trabajo.
Lo demás es superfluo, es soberbia, lujo, despropósito, vanidad, 
como expresa la Escritura el apego a lo que el moho y el orín corrompe.


Elías D. Galati

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