Una nueva
oportunidad y un desafío hacia la madurez.
Por
el Embajador Fernando Petrella
Argentina
ha vuelto a sus tradicionales vinculaciones occidentales.
Ello,
sin desmedro de las históricas relaciones con Rusia, China, demás países en
desarrollo y su gravitación en América Latina, defendiendo los arreglos
pacíficos de los conflictos (FARC), promoviendo la democracia (Cuba, Venezuela
y Nicaragua) y el mutilateralismo (Naciones Unidas, Organización Estados
Americanos Mercosur y G20).
La
respuesta a esa actitud ha sido rápida y, en cierto modo, sorprendente.
En
menos de ocho meses de gobierno, Argentina ha recibido más visitantes de alto
nivel que países más importantes en un año.
En
todos los casos, se suscribieron documentos que implican compromisos en
cuestiones muy sensibles (refugiados, no proliferación, Op. de Paz en Africa,
contraterrorismo y narcotráfico).
Esto
evidencia, por un lado, el vacío dejado en los últimos años y por el otro, el
rol que Argentina aspira a cumplir en un mundo cada día más horizontal,
complejo y desafiante.
Tanto
el Congreso como la opinión pública se informaron de inmediato y en tiempo
real.
Es
entonces dentro de este contexto particular que debería analizarse la reciente
convergencia argentino/británica – la última de muchas – con la esperanza que
implique una nueva oportunidad para reencauzar, gradualmente, el conflicto del
Atlántico Sur.
Analicemos
los hechos que, felizmente, son por todos conocidos.
Mauricio
Macri se entrevista con David Cameron y la Canciller Susana Malcorra con su
contraparte británica (Recordemos que la
última reunión de Alto Nivel había sido entre Carlos Ruckauf y Jack Straw en el
año 2002, es decir, catorce años atrás).
El
2 de agosto pasado la nueva Primer Ministro Teresa May le responde una carta al
Pte. Macri y la sugiere una agenda para el Atlántico Sur que “reconozca las
diferencias (Cuestión de soberanía) y que estas sean tratadas con respeto mutuo
y para beneficio de todos los involucrados”.
Sigue
la Sra. May ..”esto incluye progresos hacia nuevos lazos aéreos entre las
Malvinas (Falkland) y terceros países y la remoción de las medidas restrictivas
sobre hidrocarburos”.
Vale
decir, la carta no ignora las diferencias, no ignora el fondo de la disputa
(“las diferencias”) y enlaza los temas de hidrocarburos y vuelos con la
cuestión del cambio de status de las Islas que es el objetivo argentino.
Es, claramente,
una carta redactada con extremo cuidado.
Estamos
hablando de la diplomacia más sofisticada del mundo que propone en una nota
formal, pero de tono muy cordial, una agenda de inicio para las conversaciones
sin ignorar hacia donde, eventualmente, esas discusiones podrían conducir.
El
siguiente paso fue el Comunicado Conjunto del 13 de septiembre negociado por el
Vicecanciller Carlos Foradori y el Ministro de Estado británico Sir Alan Duncan
.
En
muchas ocasiones reuniones argentino/británicas concluían sin comunicado alguno
o, peor aún, con comunicados divergentes.
Por
su extensión y por la variedad de temas de indudable sensibilidad estratégica,
la sustancia del documento es sumamente destacable.
Tampoco
acá se ignora la cuestión de la soberanía al enmarcar el Comunicado en la
Declaración Conjunta del 19 de octubre de 1989 y encuadrar la cooperación en
“todos” los asuntos del Atlántico Sur de “interés reciproco”.
Si
bien los comunicados no son invocables jurídicamente, desde un punto de vista
político expresan la voluntad de dos Estados para orientar su accionar exterior
en determinado sentido.
De
allí, su valor y sus proyecciones.
Es,
por lo tanto, inconsistente sostener que no se ha tenido en consideración la
cuestión “de fondo”.
Ni
el gobierno británico ni el argentino la han ignorado.
Ambos
conocen de qué se trata realmente cuando las dos delegaciones se reúnen para
conversar sobre la problemática del Atlántico Sur.
La diferencia
actual consiste en que es la parte británica la que asume la iniciativa.
Los
temas de hidrocarburos y vuelos no son nuevos en absoluto.
Se
discutieron extensamente en los periodos 1973/1982 y posteriormente en
1989/2003.
Toda
la documentación es pública (Ver Documentación obrante en Consejo Argentino
para las Relaciones Internacionales).
En
consecuencia el Reino Unido no aparece “imponiendo” la agenda.
Simplemente
ambos países están retomando - con un nuevo escenario regional y global lleno
de interrogantes - las discusiones que dejaron a fines el año 2002 cuando el
clima bilateral era complejo, pero todavía cordial y no gratuitamente
confrontativo.
Toda
negociación se inicia con los aspectos en que las Partes tienen interés aunque
este sea divergente y nunca por el punto de ruptura .
De
allí que el cambio de status de las Islas, objetivo argentino, podría darse
después de un cuidadoso periodo de entendimientos formales sobre la temática
global de las Islas.
Es
decir al final y no al principio de las discusiones.
Este
concepto ha sido explicado muchas veces en el pasado ( Ver CARI, “Diplomacia
Argentina en Naciones Unidas 1991/2002”, 2008, pag 13, nota). Cabe recordar que
de soberanía se conversó siempre durante los encuentros con las autoridades
británicas. Con anterioridad a 1982 y a partir de 1989 estas nunca eludieron el
tema y siempre esperaron propuestas graduales y realistas que, formalmente, no
se produjeron. El buen clima en las relaciones y la voluntad argentina de
involucrarse más generosamente ayudo para no eludir la soberanía. En 1993 un
alto funcionario del Foreign Office expreso a los Isleños que una discusión de
soberanía podía suceder en el futuro pero no por la fuerza (Ver CARI, documento
citado, pag.25).
Lo
expuesto explica la necesidad de procurar una buena relación con el Reino Unido
si se desea avanzar en Malvinas y no seguir confrontando porque eso a nada
conduce.
Por
consiguiente, es con un enfoque esperanzador que deberían entenderse tanto la
Carta de la Sra. May a Mauricio Macri, el tono conciliador del discurso
presidencial, el encuentro “informal” posterior - sin precedentes en Naciones
Unidas - y el tenor del Comunicado Conjunto del 13 de septiembre.
El
gobierno de Cambiemos no debe sentirse “culposo” o reticente porque la relación
se encamine positivamente, lo que ya incluye la posibilidad de un debate amplio
sobre las “diferencias” es decir, la soberanía.
Caben
ahora algunas reflexiones.
La
primera es que la cuestión Malvinas es uno de los principales barómetros de la
“madurez” de la política exterior argentina.
Esto
, porque el accionar argentino ha “universalizado” de tal modo el tema, ha
insistido tanto multilateral y bilateralmente, que el mundo sinceramente espera
que los apoyos otorgados en los términos de la Res. 2065 para una negociación,
sean orientados a esa finalidad y no “internas” políticas o a refugios
“nacionalistas” estériles.
Por
esto, la madurez exige de todos aprovechar esta nueva oportunidad, lo que no
significa dar “carta abierta” o dejar de ejercer los controles que
correspondan.
La
segunda tiene que ver con la experiencia descolonizadora de las Naciones
Unidas.
La
misma demuestra que ninguna solución se logró sin coincidir en tres aspectos, a
saber:
a)
Respetar intereses;
b)
Proteger minorías y
c)
Concretar emprendimientos comunes a futuro.
Tener
estas cuestiones presente ayudara a entender la sutileza de la diplomacia a ser
ejercida respecto de la cuestión Malvinas.
La
tercera consideración es que la Cláusula Constitucional no es un “cepo” para
las discusiones entre argentinos y británicos. Dicha cláusula fija un objetivo
al que solo se podrá llegar paulatinamente y por etapas cuidadosamente
administradas por “todos los involucrados”.
Estamos
frente a una nueva oportunidad para avanzar hacia una posible solución de la
cuestión Malvinas, con madurez y voluntad de superación. No cabe
desaprovecharla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario