"Son
testigos de la muralla inexpugnable de nuestra mente, de la impenetrable
fortaleza de nuestra memoria". Joël Dicker
En
la Argentina, donde tantos están sufriendo en el barro la travesía desde el
cataclismo que significaron los gobiernos kirchneristas, mal que les pese a los
inexplicables fanáticos que aún los añoran hay fuertes señales de que estamos
llegando al pavimento desde donde comienza un futuro mejor.
La
ciudadanía lo percibe y, aún en medio de tantas dificultades, sigue acompañando
a Mauricio Macri.
La
mayor muestra del cambio de expectativas vino, como siempre, de los mercados de
capitales.
El
Gobierno emitió, con un éxito que superó todas las esperanzas dada la previsión
de aumento de las tasas por la Reserva Federal, bonos a diez años, en pesos y
con interés fijo…
Es más, que
fuera del 15,5% anual,
da a la sociedad entera una certidumbre que ninguno de los argentinos recuerda
haber tenido nunca.
Como
escribió hace unos días James Neilson, los argentinos siempre originales, cuando
nos convertimos en "normales" el mundo se vuelve "anormal".
En
el lado negativo -siempre lo hay- de la situación local debemos sumar, como
todas las semanas, los signos concretos del avance y de la potencia del
narcotráfico.
El
incendio intencional de un Juzgado federal y las nuevas amenazas mafiosas a la
Gobernadora de Buenos Aires fueron, sin duda, los episodios más graves, y todos
haríamos mal en restarles importancia.
La
inseguridad que, por lo demás, no hace sino crecer entre las preocupaciones de
los ciudadanos, me llevó a formular algunas propuestas en mi nota del sábado
pasado.
Entre
ellas, que las fuerzas de seguridad fueran destinadas a la lucha contra el
delito en el interior y, en su reemplazo, se enviara a las fronteras a las
fuerzas armadas.
Ignoraba
que algo así ya estaba en la mente de algunos gobiernos de la región, entre
ellos el nuestro:
Esta
semana se reunieron los jefes de los ejércitos de varios países para coordinar
esfuerzos con esa idea, que ya ha sido adoptada por Brasil, para combatir el
tráfico de narcóticos, de armas, de personas y, sobre todo, el rampante
terrorismo transnacional, íntimamente relacionado con todos esos males, ya que
de ellos obtiene el financiamiento de sus actividades.
En
los últimos siete días, una sensación que recorría el mundo y, sobre todo, a
América Latina, se transformó en una certeza: el populismo se está derrumbando,
empujado al abismo político por sociedades que están hartas de la corrupción o,
simplemente, del derroche de los recursos públicos.
En
España, en las elecciones celebradas en Galicia y en el País Vasco, el PSOE
recibió una paliza, pero los votos que perdió no fueron a Podemos, ese partido
de izquierda de reciente formación que venía de un fuerte knock-out en los
comicios nacionales.
Escocia,
harta del populismo que llevó al "brexit" y fuerte defensora del
europeísmo, ha vuelto a plantear la necesidad de un referendum con vistas a su
independencia de Gran Bretaña.
Por
lo que se ve, la campaña de Donald Trump, otro populista pero de derecha, se ha
zambullido en un tobogán que parece no tener fin.
En
individuos tan profundamente morales como son los estadounidenses, las
permanentes denuncias por elusiones impositivas y abusos sexuales en que el
candidato ha incurrido y su inclemente racismo, han producido un enorme impacto
negativo.
Ni
él ni Hillary Clinton se han caracterizado por la altura o la dignidad con que se
han conducido en estos meses, pero esta semana hemos visto a muchos de quienes
contribuyeron con fondos para el republicano pedir su devolución, y los grandes
líderes de su partido lo han dejado solo o, lisa y llanamente, han llamado a
votar en su contra.
En
Venezuela, el Tribunal Supremo (íntegramente formado por chavistas) autorizó a
Nicolás Maduro a aprobar el presupuesto anual por decreto, soslayando así su
tratamiento por la Asamblea Nacional, con mayoría opositora. Además, para
impedir que se realice un plebiscito revocatorio de su mandato este año, lo
cual obligaría a llamar a elecciones, ha ordenado a su también dependiente
Consejo Nacional Electoral demorar hasta el hartazgo la verificación de las
firmas obtenidas para forzar ese recurso constitucional; así, esa decisión que
inevitablemente lo expulsará del Palacio de Miraflores, se producirá el año
próximo y permitirá a otra figura del "socialismo bolivariano"
completar el período, con los mismos vicios que, a esta altura, se han transformado
en un verdadero genocidio de la población venezolana, sumida en la más
irracional violencia, el hambre y la insalubridad.
El incomparable
Rafael Correa ha debido abandonar su pretensión de perpetuarse en la
Presidencia de Ecuador y, ahora, lo han comenzado a acosar denuncias de
corrupción que, como sucedió en el escándalo que tanto afectó a Dilma Rousseff,
a punto tal que fue depuesta, se originan en la empresa estatal de petróleo.
Y
otro tanto les pasa a los restantes colegas que, en esta América del Sur tan
especial, han encarnado gobiernos populistas; me refiero a Evo Morales, en
Bolivia, y a Michelle Bachelet, en Chile.
En
el caso de la mandataria trasandina, que terminó su primer mandato con una
gigantesca imagen positiva, al regresar a La Moneda inexplicablemente dedicó
todos sus esfuerzos a destruir el más exitoso proceso económico de la región,
que había llevado a su país a un desarrollo sin igual.
En
Brasil, el PT, tan erosionado por la corrupción, sufrió la peor derrota de su
historia en las elecciones municipales del domingo pasado.
En
San Pablo, la mayor ciudad de la región, el candidato de PSDB -el partido de
Fernando Henrique Cardoso- João Doria, no necesitó esperar a la segunda vuelta
para expulsar del cargo al ahijado de Lula, Fernando Haddad.
Y
ese fue sólo el caso más notorio, ya que el huracán impactó en todo el país y
de nada sirvió la presencia permanente del fundador de la sigla, que recorrió
toda la geografía nacional tratando de impedir el inevitable resultado.
Tampoco
allí los votos que fugaron fueron a los otros partidos de izquierda (PSB, PDT,
PSOL, PSTU, PCdoB); según la prestigiosa revista Veja, con el resultado de
estas elecciones, las formaciones de derecha -PSDB, PMDB, PSD, PP, PR, DEM-
conquistaron el 78% de los cargos.
La
somera descripción de lo sucedido últimamente confirma, como dije, que los
vientos huracanados desatados por el fracaso de las políticas populistas están
arrasando con todos los regímenes de ese signo de la región, que tanto daño han
causado a nuestros países.
Eso
augura un futuro prometedor, con desarrollo sustentable, con libertad de
comercio, con mejor educación y salud, con infraestructura adecuada, con más
competitividad, con empleos más calificados, con más inversiones, es decir, con
mayor bienestar general.
Bs.As.,
15 Oct 16
Enrique
Guillermo Avogadro
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