"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 25 de abril de 2017

¿Qué hacemos con Abel Albino?

En los últimos días se lo ha visto al doctor Albino en varias notas periodísticas en radio, televisión y medios gráficos, y no puede uno dejar de sorprenderse por el respeto y admiración que dispensan varios de los más renombrados reporteros nacionales al médico mendocino.
En tiempos en que nadie resiste un archivo y en que la polémica tiene más espacio que la reflexión, pareciera que Albino contribuye a un clima en que la proposición cotiza alto.
Es que a estas alturas nadie duda de la coherencia del fundador de CONIN en Argentina, su solidez académica y las cartas credenciales que lo preceden:
Nada más y nada menos que un país, nuestro vecino Chile, que prácticamente ha vencido la desnutrición infantil aplicando Metodología CONIN.

Tras casi un cuarto de siglo trabajando arduamente para prevenir y erradicar la desnutrición infantil en la Argentina, con más de cinco mil niños actualmente en programa, y una cantidad significativa ya rescatada del flagelo.
Uno podría imaginarse que en alguna universidad, en foros científicos y algún mentidero político, está empezando a repetirse la siguiente pregunta:
"¿Qué hacemos con Albino? "
Es que nuestra agitada Argentina, la de los errores sistemáticos y la ceguera ante la realidad, la del profundo individualismo, tan adolescente como su solidaridad emotiva.
Empieza a avergonzarse de arrastrar índices de pobreza tan altos como persistentes y de los que surge que la mayoría de los pobres son niños, y la mayoría de los niños son pobres.
Tan así, que duele y avergüenza.

En 2017 ya nadie discute que los primeros mil días son lo más importantes para el desarrollo de un niño, que luego será tarde.
Que se necesita 50% de estimulación y otro 50% de alimentación.
Que la desnutrición no es hambre, que esta última es una patología social profunda que puede prevenirse; que cada niño tiene derecho a desplegar todo su potencial genético, que la desnutrición produce discapacidad a largo plazo. Tampoco está en duda la necesaria relación entre pobreza y desnutrición
¿o acaso alguien puede suponer que no existe un alto componente de desnutrición en el 48% de niños pobres de nuestra Argentina?
Que es un mal oculto, que no necesariamente se manifiesta como en alguna triste fotografía africana.
Que está aquí, a la vuelta de la esquina y que si un país depende de la salud absoluta de sus niños, nuestra Argentina tiene hoy su futuro comprometido.
Que de nada sirve pensar en contenidos curriculares, salarios docentes o calendarios educativos extendidos si no tenemos niños que lleguen con su cerebro apto para la edad escolar.
En definitiva, que no hay desarrollo posible en un país con niños pobres y desnutridos.

En este contexto me gusta pensar que hemos dado un gran paso y que la pregunta ¿qué hacemos con Albino? empieza a escucharse más seguido.
Será que a la manera del Tábano de Atenas, este médico ha picado a nuestra sociedad para despertarla, nos ha clavado el aguijón y ahora conocemos el problema.
Podemos convivir con él o trabajar, desde nuestro lugar, para resolverlo.
Quizás más temprano que tarde aparezcan pobreza y desnutrición infantil en el top five de las preocupaciones argentinas.
Quizás, podamos en un futuro muy cercano superar el metro cuadrado de nuestros intereses -legítimos, por qué no- y ocuparnos de nuestro futuro como Nación:
Es que si la cuestión moral no nos bastara, recordemos la implicancia económica de permitir que la mitad de nuestros niños no tengan acceso al futuro.

Mientras tanto me pregunto ¿qué hacemos con Albino?
¿Qué hacemos con la desnutrición y pobreza infantil en la Argentina?

Mariano D'Onofrio
Director de Relaciones Institucionales

Fundación CONIN

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