La naturaleza humana, por sus componentes primarios, siendo una especie de los mamíferos es sexuada. Esa sexualidad es bisexualidad. La sexualidad constituye elementalmente al hombre. El varón y la mujer son los términos de esa constitución elemental.
No se puede comprender el ser hombre sin esos términos, ni al varón o a la mujer sin el término complementario y la naturaleza del ser.
Sin embargo los sexos de la raza humana, si bien complementarios son diferentes, a despecho de las diferencias anatómicas, fisiológicas y psicológicas hay una profunda diferencia en la relación humana, que hace a la socialización.
La relación de los seres humanos en razón de la vida social marca la diferencia más notoria entre los sexos. La primera diferencia es genética, la vida se transmite por unión sexual. Un hombre y una mujer deben copular, aportar sus cromosomas para que el proceso de la reproducción aporte un nuevo ser. El varón aporta su componente dentro del seno de la mujer.
Y su relación anatómica y fisiológica con el nuevo ser – vital, profunda y necesaria, pues es su propio hijo – termina allí. Para la mujer comienza un largo y fecundo período de vinculaciones e interacciones con el nuevo ser que gesta a la vida, y que se va formando con sus aportes. Este período de gestación es exclusivo de ella.
Esta interacción biológica durante los nueve meses de gestación, como la interacción social, amamantarlo y los cuidados maternos como la determinación en el núcleo social íntimo de la familia, la preocupación por la educación, las actividades domésticas, no tienen tampoco correlato y son realizadas primariamente por la mujer sobre ese niño que es fruto de su vientre.
Y este rol hace que el varón se sienta poseedor del fruto y de quién lo produjo.
Este rol cultural del varón ha determinado, escindiendo la naturaleza el comienzo de la discriminación y la violencia sobre la mujer.
La mujer ha sido discriminada en el campo social, cultural, laboral y familiar.
El aspecto más perverso y a la vez más tolerado es la violencia ejercida sobre la mujer y en especial la violencia familiar.
La violencia es la acción de violentar.
La conducta ejercida sobre un sujeto pasivo, contra el modo natural de proceder.
Desde el derecho es el sentido de fuerza o violencia física y la coacción moral.
La violencia física se ejerce como fuerza irresistible, aprovechando las condiciones naturales de vigor, y la violencia moral como intimidación, fundada en el temor racional del sujeto pasivo de sufrir un mal inminente y grave.
La violencia tiene como destinatario, la voluntad de aquel o aquella sobre la que se ejerce.
Un acto de violencia es un acto disvalioso, tendiente a obligar a otro a ajujstar su conducta, quiera o no, al deseo o capricho del sujeto activo o agente de la violencia.
Por lo general, a la mujer no se le permite concientizar sobre los derechos y recursos que la sociedad de hoy le otorga, por la legislación o por las pautas sociales.
Este problema se halla vinculada al tema mucho profundo que es la identidad femenina.
En la historia la mujer ha sido considerada sucesivamente como cosa, propiedad del jefe del clan o de la familia, del padre, del marida; como objeto fecundable, o de placer sexual para el varón; de adorno, elemento de trabajo, madre, esposa.
La mujer podía ser repudiada, golpeada, vejada, vendida, comprada, declarada incapaz y privada de sus bienes.
Legalmente no era considerada persona, pertenecía a un hombre o a un clan. La liberalización de la legislación y del derecho, no pudo hacer alcanzar el mismo nivel en el plano sociológico y psicológico.
Aun subsisten vinculos estrechos de dependencia que impiden que la mujer actúe como debiera cuando es objeto de violencia.
Desde el punto de vista psicológico, cuesta todavía que la mujer asuma ser sujeto activo de derecho, por lo general no se defienden, no denuncian los actos violentos o no ratifican los que se denuncian.
Desde el punto de vista sociológico su situación discriminada se manifiesta por dos factores:
a) la creencia social que las situaciones del ámbito familiar, sean cual sean, deben mantenerse en el cerrado círculo de la familia y no trascender y
b) que es imposible revertir la situación porque el culpable no será castigado.
Situación que trágicamente se mantiene en la realidad, ya que la mayor parte de las denuncias formuladas por ejercicio de violencia sobre la mujer, no son sancionadas legalmente con sentencias condenatorias.
Hay una disyuntiva, muy difícil de resolver, y es por un lado como impedir el ejercicio de la violencia dentro del núcleo familiar, y por el otro como asumir el enfrentamiento con el hombre que está en la esfera de sus afectos, y la somete y debe enfrentarlo, sintiéndose paradojalmente culpable, por tener que enfrentarlo, cuando es ella quien sufre y padece.
Una de las posibles soluciones es trabajar con ayuda profesional, familiar y social, sobre la profunda convicción que el amor no puede estar aliado con la dependencia y que en toda relación humana, más en una relación de amor, profunda y total como es la vida en pareja, hay un sentimiento primordial que es la propia estima y la autovaloración.
Volvemos al comienzo es una cuestión de principios, respetar la dignidad del ser, respetar su libertad, obrar con justicia, y entender el rol de persona. Recuerdo que era común preguntar a los varones, si se tienen que ir a una isla desierta que tres cosas se llevarían, la respuesta era un libro, una mujer y una radio u otro objeto.
Obviamente el inconsciente cosificada la mujer, la objetiviza.
La consideración social de su independencia, su libertad y auténtica dignidad dará a la mujer una vida digna y un amor libre, responsable y auténtico.
Elias D. Galati
wolfie@speedy.com.ar
No se puede comprender el ser hombre sin esos términos, ni al varón o a la mujer sin el término complementario y la naturaleza del ser.
Sin embargo los sexos de la raza humana, si bien complementarios son diferentes, a despecho de las diferencias anatómicas, fisiológicas y psicológicas hay una profunda diferencia en la relación humana, que hace a la socialización.
La relación de los seres humanos en razón de la vida social marca la diferencia más notoria entre los sexos. La primera diferencia es genética, la vida se transmite por unión sexual. Un hombre y una mujer deben copular, aportar sus cromosomas para que el proceso de la reproducción aporte un nuevo ser. El varón aporta su componente dentro del seno de la mujer.
Y su relación anatómica y fisiológica con el nuevo ser – vital, profunda y necesaria, pues es su propio hijo – termina allí. Para la mujer comienza un largo y fecundo período de vinculaciones e interacciones con el nuevo ser que gesta a la vida, y que se va formando con sus aportes. Este período de gestación es exclusivo de ella.
Esta interacción biológica durante los nueve meses de gestación, como la interacción social, amamantarlo y los cuidados maternos como la determinación en el núcleo social íntimo de la familia, la preocupación por la educación, las actividades domésticas, no tienen tampoco correlato y son realizadas primariamente por la mujer sobre ese niño que es fruto de su vientre.
Y este rol hace que el varón se sienta poseedor del fruto y de quién lo produjo.
Este rol cultural del varón ha determinado, escindiendo la naturaleza el comienzo de la discriminación y la violencia sobre la mujer.
La mujer ha sido discriminada en el campo social, cultural, laboral y familiar.
El aspecto más perverso y a la vez más tolerado es la violencia ejercida sobre la mujer y en especial la violencia familiar.
La violencia es la acción de violentar.
La conducta ejercida sobre un sujeto pasivo, contra el modo natural de proceder.
Desde el derecho es el sentido de fuerza o violencia física y la coacción moral.
La violencia física se ejerce como fuerza irresistible, aprovechando las condiciones naturales de vigor, y la violencia moral como intimidación, fundada en el temor racional del sujeto pasivo de sufrir un mal inminente y grave.
La violencia tiene como destinatario, la voluntad de aquel o aquella sobre la que se ejerce.
Un acto de violencia es un acto disvalioso, tendiente a obligar a otro a ajujstar su conducta, quiera o no, al deseo o capricho del sujeto activo o agente de la violencia.
Por lo general, a la mujer no se le permite concientizar sobre los derechos y recursos que la sociedad de hoy le otorga, por la legislación o por las pautas sociales.
Este problema se halla vinculada al tema mucho profundo que es la identidad femenina.
En la historia la mujer ha sido considerada sucesivamente como cosa, propiedad del jefe del clan o de la familia, del padre, del marida; como objeto fecundable, o de placer sexual para el varón; de adorno, elemento de trabajo, madre, esposa.
La mujer podía ser repudiada, golpeada, vejada, vendida, comprada, declarada incapaz y privada de sus bienes.
Legalmente no era considerada persona, pertenecía a un hombre o a un clan. La liberalización de la legislación y del derecho, no pudo hacer alcanzar el mismo nivel en el plano sociológico y psicológico.
Aun subsisten vinculos estrechos de dependencia que impiden que la mujer actúe como debiera cuando es objeto de violencia.
Desde el punto de vista psicológico, cuesta todavía que la mujer asuma ser sujeto activo de derecho, por lo general no se defienden, no denuncian los actos violentos o no ratifican los que se denuncian.
Desde el punto de vista sociológico su situación discriminada se manifiesta por dos factores:
a) la creencia social que las situaciones del ámbito familiar, sean cual sean, deben mantenerse en el cerrado círculo de la familia y no trascender y
b) que es imposible revertir la situación porque el culpable no será castigado.
Situación que trágicamente se mantiene en la realidad, ya que la mayor parte de las denuncias formuladas por ejercicio de violencia sobre la mujer, no son sancionadas legalmente con sentencias condenatorias.
Hay una disyuntiva, muy difícil de resolver, y es por un lado como impedir el ejercicio de la violencia dentro del núcleo familiar, y por el otro como asumir el enfrentamiento con el hombre que está en la esfera de sus afectos, y la somete y debe enfrentarlo, sintiéndose paradojalmente culpable, por tener que enfrentarlo, cuando es ella quien sufre y padece.
Una de las posibles soluciones es trabajar con ayuda profesional, familiar y social, sobre la profunda convicción que el amor no puede estar aliado con la dependencia y que en toda relación humana, más en una relación de amor, profunda y total como es la vida en pareja, hay un sentimiento primordial que es la propia estima y la autovaloración.
Volvemos al comienzo es una cuestión de principios, respetar la dignidad del ser, respetar su libertad, obrar con justicia, y entender el rol de persona. Recuerdo que era común preguntar a los varones, si se tienen que ir a una isla desierta que tres cosas se llevarían, la respuesta era un libro, una mujer y una radio u otro objeto.
Obviamente el inconsciente cosificada la mujer, la objetiviza.
La consideración social de su independencia, su libertad y auténtica dignidad dará a la mujer una vida digna y un amor libre, responsable y auténtico.
Elias D. Galati
wolfie@speedy.com.ar
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