"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 6 de octubre de 2011

Con los ojos en la nuca

EDITORIAL / LA NACIÓN

Al centrarse en el pasado y en la manipulación del relato, el Gobierno ha descuidado el presente y también    

LA obsesión por el pasado que en forma permanente exhibe el gobierno nacional ha minado su energía y tiempo para afrontar múltiples desafíos presentes y venideros.
Ha profundizado la desunión entre los argentinos e instalado una sensación de encierro y paralización, rencorosa, en lugar de la frescura que se percibiría en una sociedad reconciliada y abierta al mundo y a las oportunidades que brinda.

Al centrarse en el pasado, el Gobierno ha descuidado el presente y, acaso lo más importante, el futuro.
Sin un plan estratégico pensado y consensuado, refractario al diálogo con aquellos que no responden a las consignas sectarias de la minúscula facción que busca dominar todo, el Gobierno va tomando sobre la marcha medidas aisladas, producto de impulsos espasmódicos y de la reacción visceral de sus integrantes más audaces.

En todos los terrenos se paga el precio de esa desmañada acción oficial.
El capitalismo de amigos y el desaliento a ciertas exportaciones, la ley de medios audiovisuales y la estatización de los fondos de jubilación y pensión, tanto como aquella malhadada resolución 125 con la que se quiso poner al campo de rodillas, han apuntado a consolidar un proyecto de poder tan miope como carente de objetivos de largo plazo.

En esa atropellada marcha, los debates parlamentarios han sido la máscara legal a fin de cumplir alguna vez con las formas, pero han estado lejos de reflejar un espíritu de diálogo sincero.

Este mismo gobierno ha hecho uso y abuso de los decretos de necesidad y urgencia con los que se ha degradado, lisa y llanamente, la independencia de los poderes.

El oficialismo se ha dedicado especialmente, en cambio, a revisar lo que hicieron relevantes generaciones de argentinos.
Como si se hubiera propuesto destruir, piedra por piedra, lo hecho por hombres de Estado con cuya grandeza no se atrevieron a competir los líderes originarios del movimiento político hoy en el poder.

Los festejos del Bicentenario de Mayo constituyeron una oportunidad inmejorable para exponer las metas que se propone el Estado argentino para los próximos años.
Era ése el momento de hacer saber al mundo que la Argentina se proponía ser al fin un país previsible y no un país de políticas erráticas.
Se dilapidó, sin embargo, la circunstancia excepcional que se nos ofrecía.

Los gobernantes prefirieron oponer la Argentina actual a la Argentina del Centenario cantada por Rubén Darío y Leopoldo Lugones, exaltada por doquier como numen inspirador de las vanguardias de su tiempo en América latina.
Nada de lo que se sostuvo por esos días con la venia oficial fue verosímil. Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca fueron maltratados en la obcecación para exaltar una galería de patriotas latinoamericanos conformada con la inclusión de coloridas figuras cercanas a un supuesto arco popular.

La modificación del prólogo del libro Nunca más, elaborado por una comisión presidida por Ernesto Sabato en tiempos en que todavía se prolongaba con intensidad la gravitación militar en la esfera pública, fue un correlato cercano de aquella manipulación de la historia.
Quienes no aceptaron que en ese trabajo se condenaran los procedimientos sanguinarios del terrorismo rechazaron, de igual manera, la lista de unos nueve mil desaparecidos que presentó aquella comisión sobre la base de las denuncias e investigaciones realizadas con seriedad.
Como si no hubiera bastado la magnitud de ese horror para calificar la crueldad con la que desde el Estado se persiguió a los movimientos subversivos, se construyó en el aire una imaginaria nómina de 30.000 desaparecidos.

Finalmente, el culto a la personalidad de Néstor Kirchner, que avanza al mismo tiempo que se suprime el nombre de Julio Argentino Roca de distintos lugares públicos, no deja de ser otra manifestación de este afán por reescribir la historia sembrando divisiones.

Cómo podría prosperar en la Argentina un relato histórico manipulado sobre lo sucedido desde los albores de Mayo hasta nuestros días si se miente hasta el descaro con las estadísticas oficiales de la actualidad del país.
Sólo quien no quiera registrar lo que está a la vista puede comprometerse con aquel discurso por más que se lo reitere hasta el hartazgo por los medios de comunicación adictos.

Con los ojos en la nuca, el Gobierno se ha privado, como era inevitable, del don de ver hacia adelante.
Se trata de un fenómeno paradójico, porque esa pérdida no le reportó el milagro de ver mejor que todos hacia atrás.
Por el contrario.
Conocemos esa miopía retrospectiva por su inmensa incomprensión de un pasado que, por añadidura, ha sido tan luminoso como el Centenario pudo demostrarlo al mundo

No hay comentarios: