Una farsa de acuerdo donde nada parece importar el
cambio climático
Giuseppe De Marzo (IL MANIFESTO)
Después de dos semanas y 40 horas de tiempo añadido
el acuerdo de Durban en realidad no prevé absolutamente nada de obligatorio o
vinculante para los grandes contaminadores, solamente dice que en el 2015
vendrá definido un acuerdo y que este será válido para 2020. Como un obeso que
después de 19 años (los años pasados desde la primera cumbre hasta el día de
hoy para encontrar la solución vinculante sobre el clima) continúa a dejar para
el siguiente lunes el inicio de la dieta necesaria para salvarle la vida.
¿Le creerías?.
Irresponsable
ceguera.
No hay otro modo para definir el comportamiento de
quien gobierna hoy en el mundo. 350.000 muertos al año,
< subida del nivel del mar,
< desaparición de muchos países del Pacífico,
< destrucción de las economía de los estados costeros,
< intensificación de los fenómenos meteorológicos
extremos,
< acidificación de los mares,
< desertificación de aéreas enteras del mundo,
< 50 millones de refugiados ambientales,
< cientos de millones de puestos de trabajo en riesgo,
< perdida de la biodiversidad a un ritmo superior
respecto a las precedentes extinciones masivas…
¿Cómo se hace para no ver esto y posponer las cosas todavía más?
Justo aquí en África, el continente que corre el
riesgo de ser “cocinado” como causa del caos climático, se ha enterrado el
único acuerdo en vida, el de Kioto, que vincula legalmente los países
industrializados a reducir las emisiones.
En el 2012 expirará sin ser sustituido por ninguna
cosa obligatoria.
La COP17 de Durban será recordada como un fracaso
para la humanidad y un gran acuerdo para los que continúan contribuyendo a que
suba la fiebre planetaria.
Escuchando los gobiernos de los grandes
contaminadores, sobre todo USA y China, deberemos esperar a 2015 para negociar
un acuerdo que será vinculante sólo en el 2020.
¡El tema es que no disponemos de diez años!
La ciencia es clara respecto a esto.
El pico de las emisiones debe darse en 2015 y a
partir del año siguiente se deberán reducir si queremos evitar ser responsables
de una subida de la temperatura superior a los 4 grados en el curso de este
siglo.
Los gobiernos habían considerado solemnemente en
Copenhague hace dos años, sede de la COP15, los 2 grados como límite, más allá
del cual las consecuencias serian dantescas hundiendo gran parte de la
humanidad en el apartheid económico y social.
¿Ha cambiado algo?
¿Será suficiente la green economy gestionada por el
coloso chino para reducir el calentamiento global?
Evidentemente no.
¿Cómo se hace por tanto a esperar hasta 2020?
¿Quién debería obligar a los grandes contaminadores
a reducir las emisiones?
Ha prevalecido la idea de dejar en manos del
mercado, de las fuerzas productivas (¿o destructivas?) y de las finanzas la
capacidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, como si la
crisis financiera no hubiese enseñado nada sobre la mano “invisible” del
mercado y sobre su único interés: hacer dinero.
La ausencia de los principales jefes de estado del
mundo contaminante e industrializado en la cumbre demuestra al resto como la
política es hoy incapaz de tomar decisiones contrarias a los grandes intereses
económicos y financieros, incluso si está en juego el destino de la humanidad.
Estos por una razón y aquellos por otra, todo
privilegian, erróneamente, las razones de la crisis económica.
Un pensamiento primitivo, y sin embargo ganador, el
que dibuja todavía una contraposición entre economía y ecología e ignora los
límites señalados por la ciencia.
Y no es cierto que esta sea la manera de conjugar
las razones del ambiente con las del trabajo.
Las propuestas presentadas por la sociedad civil y por la ciencia por una seria reconversión energética e industrial del aparato productivo, en grado de responder concretamente a estas dos grandes urgencias, han quedado ignoradas.
Ni siquiera sobre los mecanismos de mitigación y
adaptación se han realizado concretos pasos adelante para apoyar a los países
más pobres y los más vulnerables, como las islas del Pacífico que están
desapareciendo debido a la subida del nivel del mar.
Los EE.UU que habían garantizado 100.000 millones de
dólares cada año para el Fondo Verde han dado marcha atrás y ahora no se sabe
quien pondrá el dinero, como será distribuido y cómo se dará la transferencia
de tecnologías limpias.
Estamos a merced de las olas.
Para evitar terminar como náufragos en nuestro
propio planeta tenemos rápidamente que construir un campo nuevo que exprese una
cultura y una práctica hegemónica que replantee el desarrollo a partir de los
límites del planeta.
No es imposible.
La sociedad civil, los movimientos, los trabajadores,
los campesinos y la ciencia están listos.
Esperamos que la política esta vez escoja quedarse
en el lado correcto.
Es
la última oportunidad.
Giuseppe De Marzo es portavoz de Asociación A Sud.
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