Unos 150 agentes protestan por las sanciones contra
compañeros que reprimieron a partidarios del gobernador de Buenos Aires
ALEJANDRO REBOSSIO Buenos Aires
El País.es
Argentina vivió ayer una rebelión policial después
de muchos años.
Detrás de la revuelta aparecen las primeras grietas
dentro del peronismo que apoya a la presidenta argentina, Cristina Fernández de
Kirchner, que el pasado sábado inició su segundo Gobierno.
Otra vez el peronismo se divide entre sus sectores
más tradicionales, de derechas, y los más renovadores, de izquierdas.
Unos 150 uniformados de la Guardia de Infantería de
la Policía bonaerense se acuartelaron desde ayer por la mañana en la sede
central de esa fuerza, en La Plata, para reclamar aumentos salariales y la
reincorporación de seis de sus compañeros que habían sido sancionados el pasado
lunes tras reprimir a militantes kirchneristas.
Los policías rebeldes, que decidieron incumplir su
obligación de vigilar las calles, recibieron la solidaridad de otros
destacamentos de la Infantería en Mar del Plata y en diversos suburbios de
Buenos Aires (Glew, Morón, Ituzaingó, La Matanza, Avellaneda y Wilde), según
los periódicos Clarín y El Día.
La revuelta continuaba al cierre de esta edición,
pese a que el Gobierno bonaerense ratificó ayer por la tarde las sanciones contra
los seis policías.
Por
la tarde, el Gobierno de Fernández ratificó las sanciones
La historia es así.
El pasado lunes, el gobernador de la provincia de
Buenos Aires, el peronista Daniel Scioli, un ex empresario y ex corredor de
lanchas de perfil conservador, pero fiel a los Kirchner, iba a iniciar su
segunda legislatura en un acto ante el Congreso de su provincia, en La Plata.
También iba a jurar como vicegobernador el peronista de izquierdas Gabriel
Mariotto, un kirchnerista puro y duro que fue promovido a ese cargo por la
propia Fernández.
Los simpatizantes de Scioli, ataviados con camisetas
naranjas, habían abarrotado las gradas del Parlamento bonaerense.
También tenían entradas para ingresar los seguidores
de Mariotto, enrolados en el movimiento juvenil La Cámpora, que lidera Máximo Kirchner, hijo de la presidenta
argentina.
Pero entonces la Infantería bonaerense, con sus
palos y escudos, se interpuso para evitar que los azulados militantes de La
Cámpora pudieran entrar.
El episodio acabó con tres jóvenes heridos, que
debieron ser atendidos en hospitales. Apenas acabó la jura, Scioli y Mariotto
fueron a visitarlos y decidieron conjuntamente que los responsables debían ser
apartados de la fuerza mientras se investigaba su actuación.
Compañeros de los seis policías sancionados
reaccionaron ayer con un acuartelamiento y prometieron que no depondrían su
actitud hasta conseguir revertir los castigos.
Los sancionados hablaron con los medios.
“Por
proteger nos encontramos fuera de la fuerza”,
se quejó el capitán Walter Revoredo. “Ellos [los militantes de La Cámpora] traían
palos y elementos contundentes para agredirnos. Hubo cinco policías
lesionados”, añadió otro de los sancionados, Maximiliano di Lorenzo.
El jefe del Gabinete de Ministros de Scioli, Alberto
Pérez, tampoco quiso dar el brazo a torcer y respondió a la rebelión policial:
“El
Gobierno ha tomado una firme decisión frente a los lamentables acontecimientos
ocurridos el lunes”.
Tras el enfrentamiento de policías y militantes
kirchneristas, Mariotto había criticado la decisión de su Gobierno de apostar a
la Infantería en el Congreso el día de su asunción en el cargo.
Días antes del turbulento inicio de la
Administración Scioli-Mariotto, la ministra de Seguridad de Argentina, Nilda
Garré, había acusado a su par bonaerense, Ricardo Casal, un protegido del
gobernador, por no actuar contra la corrupción de la policía provincial.
La
política de seguridad de Scioli está siendo muy cuestionada por la izquierda
peronista.
La provincia de Buenos Aires no es el único
escenario del nuevo enfrentamiento en el peronismo, que hasta ahora se ha
mantenido fiel a Fernández, en tiempos en que la oposición está debilitada y
fragmentada.
También ha habido declaraciones críticas entre la
presidenta argentina y Hugo Moyano, el jefe de la Confederación General del
Trabajo (CGT), una de las bases tradicionales del poder peronista. Moyano
reclama aumentos salariales para 2012 por encima de los previstos por el
Gobierno, una reducción del IRPF y una ley de reparto de utilidades de las
empresas entre sus empleados.
Moyano buscará la reelección el año próximo, pero
quizá se encuentre con la oposición de Fernández.
Hoy organizará un acto en el que espera concentrar a
80.000 camioneros, su colectivo, para demostrar su fuerza.
Otra
vez se enfrentan las dos vertientes del peronismo, como en la década de los
setenta, aunque en aquel tiempo ambas estaban armadas hasta los dientes.
En 1973 también había llegado al Gobierno bonaerense
una dupla heterogénea del peronismo: Óscar Bidegain, del alza izquierdista, y
Victorio Calabró, sindicalista metalúrgico.
Ambos nunca se llevaron bien.
Al año siguiente, el entonces presidente argentino,
Juan Domingo Perón, descalificó a Bidegain por supuesta inacción ante un ataque
guerrillero, el gobernador se vio forzado a renunciar y lo sucedió Calabró.
Habrá que ver cómo se desenvuelve la relación
Scioli-Mariotto.
Argentina
ya no es la misma que hace 37 años...
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