"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 9 de diciembre de 2012

Pregúntenle a Dios...



Las palabras
Por Graciela Guadalupe  | LA NACION

"Pidan una audiencia a Dios y pregúntenle por qué me tocan todas las causas a mí."
(Del juez Norberto Oyarbide.)

La historia político-judicial del país no deja lugar a dudas: Dios existe. 
La mayoría de las veces, esa presencia no reconoce fines religiosos ni interpretaciones weberianas, sino la necesidad de hallar en el más allá al cómplice divino en quien hacer recaer todos los juicios el día en que caduquen los fueros. 
Invocar su nombre en el "más acá" adquiere así un sentido comparable al "yo no fui" de los chicos descubiertos in fraganti.

Cuando le preguntaron al juez Norberto Oyarbide sobre la recalada en su despacho de la mayoría de las causas que interesan al Gobierno, contestó: 
"Pidan una audiencia a Dios y pregúntenle por qué me tocan a mí". 
No era la primera vez que Oyarbide clamaba a la divinidad. 
"Con la fortuna de Dios, no hubo consecuencias impredecibles", había sentenciado sobre el artefacto explosivo de "gran potencia" que a su juicio iba a estallar en el Gran Rex y al que los policías describieron como una bombita de estruendo.

Otro que supo calentar los oídos de Dios fue Francisco Trovato, juez destituido tras comprobársele que un lujoso placard de su departamento de Recoleta había sido pagado por una empresa bajo investigación en su juzgado. 
En la última audiencia del juicio, Trovato se comparó con Jesucristo.

Para esa época, el presidente era Carlos Menem, convertido al catolicismo con el mismo ahínco con que abrazó la fe reeleccionista. 
"A los tibios los vomita Dios", lanzaba apropiándose de un pasaje del Apocalipsis. 
Menem solía decir que "de Dios para abajo" no tenía miedo a nadie, y hasta depositó en el Señor la terrenal decisión sobre el futuro de su romance con Cecila Bolocco.

Del desesperado "si el FMI no nos aprueba el préstamo, que sea lo que Dios quiera" de Duhalde en 2002, a la prédica de legisladores que mezclaron en sus juramentos a Dios, la Patria, el honor y Néstor Kirchner, fueron muchos los que transgredieron el mandamiento "no tomarás el nombre de Dios en vano".

En política, también se invoca a Dios para infundir temor. 
Lo explica el sociólogo Manuel Castells, para quien la forma esencial de poder está en la habilidad para moldear la mente. 
"La capacidad para lograr el consentimiento o al menos para instilar el miedo -dice- es fundamental para imponer las reglas que gobiernan las instituciones". 
Algo que Cristina Kirchner selló con su polémica frase: 
"Sólo hay que tenerle miedo a Dios y un poquito a mí..."

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