Tedeúm
25/05/2002
…
En
esta tierra bendita, nuestras culpas parecen haber achatado nuestras miradas.
Un
triste pacto interior se ha fraguado en el corazón de muchos de los destinados
a defender nuestros intereses, con consecuencias estremecedoras...
La
culpa de sus trampas acucia con su herida y, en vez de pedir la cura, persisten
y se refugian en la acumulación de poder, en el reforzamiento de los hilos de
una telaraña que impide ver la realidad cada vez más dolorosa.
Así
el sufrimiento ajeno y la destrucción que provocan tales juegos de los adictos
al poder y a las riquezas, resultan para ellos mismos apenas piezas de un
tablero, números, estadísticas y variables de una oficina de planeamiento.
A
medida que tal destrucción crece, se buscan argumentos para justificar y
demandar más sacrificios escudándose en la repetida frase «no queda otra
salida», pretexto que sirve para narcotizar sus conciencias.
Tal
chatura espiritual y ética no sobreviviría sin el refuerzo de aquellos que
padecen otra vieja enfermedad del corazón:
La
incapacidad de sentir culpa.
Los
ambiciosos escaladores, que tras sus diplomas internacionales y su lenguaje
técnico, por lo demás tan fácilmente intercambiable, disfrazan sus saberes
precarios y su casi inexistente humanidad.
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