Por Christian Sanz - 06/05/2016
EL
CAMIONERO BLANCO
Hace
un par de semanas, Franco Macri utilizó su cuenta de Twitter a efectos de
vincular al kirchnerismo con el tráfico de drogas.
Lo
hizo con marcada elegancia, a través de dos tuits que estaban concatenados uno
con el otro.
En
el primero, el padre del hoy presidente de la Nación aseguró:
“Son
varias las aclaraciones que debe el anterior gobierno. Explicar el ingreso al
país de los narcotraficantes es una de ellas”.
Acto
seguido, sostuvo: “Cuando me confiscaron el Correo (Argentino) sin motivo pensé que era
una decisión política. Hoy sé que fue para repartir algo más que cartas”.
La
acusación del jefe del clan Macri es gravísima, de una relevancia descomunal.
¿Cómo
es que nadie profundizó en sus dichos entonces?
¿Por
qué nadie siquiera lo llamó para que ampliara esas palabras?
Ciertamente,
los camiones que llevan correspondencia son el vehículo perfecto para mover
estupefacientes.
Es
algo que pocos saben, pero ocurre a diario.
Me
lo dijo Abel Cuchietti, entonces titular de Encotesa, antecesora del Correo
Argentino.
"Esto
no es nuevo.
En
la historia del correo existen varios casos de envíos postales con droga.
Desde
Mar del Plata se mandaban postales con droga hacia España en los años 91 y
92", me aclaró el ex funcionario en agosto de 1995.
Su
testimonio aparece en mi libro biográfico sobre Alfredo Yabrán, publicado por
editorial Sudamericana hace casi 20 años.
Algo
similar me dijo Michael Levine, ex jefe de la DEA en Buenos Aires:
"La
ventaja del correo para los traficantes no está en la cantidad de droga que
pueden mover, sino en la facilidad que tienen para hacerla llegar a los
destinatarios".
Uno
y otro —Cuchietti y Levine— se referían, sin mencionarlo, a Yabrán, quien
pergeñó un sistema perfecto para mover narcóticos a lo largo del país, a través
de camiones de correo, de OCA, OCASA, Prosegur y otras firmas de su propiedad.
Ello fue
documentado por la DEA luego de la muerte del empresario postal, en el año
1998, y aparece en archivos que tiene ese organismo en Texas.
Ello
explica por qué Yabrán intentó que se sancionara una ley en el Congreso que
obligara a detener los camiones postales solo si existía una orden judicial de
por medio. Se podrían detener uno o dos vehículos por día, pero ¿cuántos
otros lograrían su oscuro cometido?
Para
lograr sacar la norma, Yabrán puso
ocho millones de dólares en el Congreso Nacional, según me revelaron
tres legisladores entonces.
Luego,
el dato me fue confirmado por Domingo Cavallo, en esos días ministro de
Economía.
"La
Argentina es Estados Unidos o la Argentina es Colombia.
“Si
es Colombia, yo me voy”, aseveró el 23 de agosto de 1995 en plena Cámara
de Diputados para graficar la gravedad de lo que se estaba por sancionar allí.
Fue
suficiente para que todos decidieran dar marcha atrás.
En
primera persona
No
se trata de especulaciones periodísticas:
Hay
infinidad de denuncias que dan cuenta de cómo se usa el correo para transportar
drogas.
Una
de ellas la publicó el 3 de mayo de 1997, revista Noticias.
Se
trató de una entrevista realizada a un ex gendarme, Víctor Pintos,
especializado en contrabando y narcotráfico.
En
la nota Pintos denunció, entre otras cosas, una operación de narcotráfico
vinculada con la gente de la firma Andreani, relacionada en los 90 a Yabrán.
Textualmente
confesó:
“Yo
estaba detrás de un ex comisario de la Policía Bonaerense, Roberto ‘Piti’
Catinari, que tiene acceso a armas pesadas y contactos con la SIDE (...).
Catinari
tiene relación con personal de la empresa Andreani involucrado en operaciones
de narcotráfico desde Salta hacia la costa bonaerense.
El
juzgado Federal Nº 2 de Morón me solicita en agosto de 1996 que investigue al
administrador general de transporte de Andreani en la ciudad de Salta y al
encargado en la ciudad de Tartagal, donde se armaban encomiendas con droga que
venía desde Bolivia.
Los
cargamentos bajaban a Santiago del Estero donde el nexo era Daniel Leguizamon,
alias ‘Tribilín’, un policía de la línea del ex comisario Mario Rodríguez.
‘Tribilín’
a su vez informaba de los cargamentos a un comprador en Buenos Aires, que según
las escuchas telefónicas que conseguimos era Catinari.
A
su vez ‘Tribilín’, quería conseguir protección policial para pasar droga en las
camionetas de Andreani”.
Luego de estas y
otras denuncias, Pintos fue víctima de un atentado.
Tiempo
antes había sido exonerado de la fuerza a la que pertenecía.
Podrían
citarse muchos otros casos, pero hay uno emblemático, de los primeros que se
conocen:
Tiene
que ver con Tab Torres, firma de transporte de caudales fundada en los años 70
por un personaje llamado Mario Caserta, ex secretario de Recursos Hídricos del
menemismo y amigo del siempre
sospechado Eduardo Duhalde.
Esa
empresa luego aparecería relacionada al tristemente célebre Yoma Gate, que
desnudó cómo el menemismo blanqueaba dinero del narcotráfico y movía
estupefacientes por todo el territorio del país.
No
casualmente, fue el propio Caserta quien canalizó el aporte que hizo Yabrán
para la campaña de Menem a fines de los 80, junto a Mario Rotundo que era el
recaudador oficial de los fondos.
Moyano, el
hombre del camión blanco
Una
vez desaparecido Yabrán, el negocio de la droga no se terminó.
¿Cómo
podría ocurrir algo semejante, cuando el mecanismo estaba perfectamente
aceitado y funcionaba como un reloj?
La
posta que dejó el desaparecido empresario postal la tomaron ocasionales
sucesores, uno de ellos fue el mismísimo Hugo Moyano, hoy dueño de la firma OCA
a través de un testaferro llamado Patricio Farcuh.
Se
trata de un joven millonario que ostenta poco más de 30 años y es el único
accionista del Grupo Rhuo, el holding local que compró esa empresa a fines de
2013 por 60 millones de dólares.
Farcuh,
quien pasó del ostracismo al éxito en pocos años —y sin explicación posible—,
es hoy el mayor empleador argentino y factura $ 4.000 millones por año.
En
una charla con revista Forbes en el año 2013, el “prestanombre” no pudo
explicar por qué se decidió a comprar un correo en momentos en que las cartas
pierden volumen.
Tampoco
supo explicitar cómo hizo Grupo Rhuo para crecer tanto en tan poco tiempo.
“Tenemos
recursos propios y financiamiento de los bancos. Yo tengo el 100% de las
acciones del grupo”, dijo a la conocida revista, sin dar mayores
detalles.
Luego,
habló del rumor persistente que lo ubica como testaferro del líder camionero:
“Usted
lo desmintió varias veces, pero se lo sigue vinculando con Hugo Moyano y su
familia. Incluso se llegó a decir que usted era su testaferro.
¿Cómo
se lleva con ese run run?”, le preguntó el periodista de Forbes.
Farcuh
no dudó en responder, aunque nunca negó la versión:
“Sí,
todo eso salió en 2011. Personalmente, me pegó un montón. Hoy estoy
acostumbrado porque me lo preguntan más”.
Sea
como fuere, fuentes de la propia empresa confirmaron a este periodista que
Moyano es el real dueño de OCA, a través de este último.
Los
mismos informantes son los que refieren que los camiones de esa empresa se
utilizan aún hoy para mover narcóticos y luego el dinero producido se lava en
esa y otras firmas "moyanistas".
Se
trata de altos directivos de la firma, con quienes comencé a vincularme hace
años, cuando investigaba a Yabrán para mi libro.
Antecedentes
menemistas
Los
vínculos de Moyano con las drogas no son nuevos ni mucho menos.
En
los años 90, el camionero vivió un antecedente que lo puso en el ojo de la
tormenta por el mismo tópico.
La historia la
develan Emilia Delfino y Mariano Martín en su libro El hombre del Camión:
El
verano estaba cerca y hacía estragos en las oficinas porteñas.
Ese
14 de noviembre de 1989, a eso de las cinco de la tarde, los dirigentes
hablaban en tono pausado, abombados por el calor.
La
charla fue interrumpida por la secretaria de Hugo Moyano, que entró a la
oficina con la cara blanca como un papel para avisarle a Hugo:
“Vino
un juez y dice que tiene una orden de allanamiento”.
“Yo
tenía una oficinita donde ahora están los consultorios externos de la obra
social.
“Pensé que
venían a buscar armas, por la fama que tenemos”, recuerda Hugo.
La
puerta entreabierta dejó ver al magistrado, acompañado por una decena de
policías que exhibían sus armas.
Parecía
un copamiento.
El
juez entró sin pedir permiso y sólo anunció que iba a encabezar el
allanamiento.
Los
hombres de azul se desplegaron por la oficina y comenzaron a revolver todos los
rincones.
Los
minutos pasaban y la tensión crecía, hasta que el magistrado pidió un teléfono.
Los
presentes apenas pudieron escuchar el murmullo del juez, que inmediatamente
después de colgar el teléfono miró a los efectivos y señaló:
“Busquen acá”.
La
cajonera del escritorio de Moyano salió eyectada hacia fuera, y de ella, a la vista, blanca y
radiante, surgió una bolsa
plástica cerrada con cinta negra.
Luego
de ello, Moyano fue a parar a una pequeña celda en Mercedes.
Posteriormente
terminó absuelto, aunque, según el libro referido, “la gestión para cajonear la causa judicial le costó entre 200 y 300
mil dólares”.
Hoy
en día, el camionero jura que todo fue una "cama" que le hizo el ex jefe
de la SIDE Bautista “Tata” Yofre.
“Me la pusieron
para desplazarme”,
dijo en esos días, al tiempo que acusó a su entonces enemigo, Alfredo Yabrán.
Paradojas de la
vida, más de veinte años después, Moyano terminó comprando la empresa insignia
de este último, OCA.
Y
todo para seguir haciendo los mismos "negocios" que Yabrán.
Como
dijo alguna vez Karl Marx —frase que no me canso de citar—:
La
historia se repite dos veces, la primera como tragedia… la segunda como farsa.
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