Por
Elena Valero Narváez *
Si
bien la democracia hasta ahora, es el mejor sistema político, no se puede dejar
de reconocer que en nuestro país los políticos dejan mucho que desear.
Empezando por
dirigentes radicales y peronistas que aplaudían la política kirchnerista que
nos llevó al desbarajuste que hoy es muy difícil resolver.
Desde
1983, no se ha vuelto a quebrar el orden institucional.
Con
menos grados de democracia o con más, seguimos teniendo la posibilidad de
elegir a quienes nos gobiernan y con el gobierno de Macri funciona aún mejor la
opinión pública.
Podemos
criticar sin temor, marcar los errores y aciertos con entera libertad.
Pero,
también, los políticos del gobierno actual, aunque democráticos, en materia
económica han fracasado como aquellos.
El
presidente Macri a pesar de sus buenas intenciones, no cambió el rumbo.
Siguió
cometiendo los mismos errores que nos negamos a ver desde hace décadas.
Ya
lo podemos decir sin equivocarnos, Argentina
deberá levantarse una vez más, luego de otro fracaso de la política
económica.
COMPLICADO
No
estamos ante una salida fácil.
La
ayuda del Fondo Monetario Internacional nos beneficia, pero hay que organizarse
por si nos espera alguna situación aún más difícil.
La
inflación es un fenómeno que conocemos.
La
gente sabe de qué se trata y las consecuencias que trae para el asalariado.
Habrá
sectores que querrán mostrar su enojo e irán a manifestarlo en las calles.
Y también
sectores desilusionados, que votaron por esta alternativa, mirarán hacia otro
lado aunque, casi seguro, las propuestas serán peores.
Si
bien el peronismo clásico está terminado, hay variantes que aún no comulgan con
los valores, pilares del gran progreso económico, que desde el puntapié inicial
que dio la Constitución liberal de 1853, continuó con altibajos hasta 1943.
Los políticos
peronistas en todas sus variantes, radicales, y los del Pro, incluidos, son
responsables de la difícil situación en que estamos.
Todos
están de acuerdo con el déficit del Estado y sus empresas, con los subsidios de
toda clase, con proyectos desarrollistas estatales llevados a cabo
privilegiando empresas, que hacen negocios en nombre del interés general.
El
despilfarro es la meta, no la austeridad, aún en situaciones de crisis.
Nada
de bajar el gasto y reducir el déficit.
Este
gobierno tampoco dio el ejemplo.
Tuvo que
imponerlo el FMI.
Es
así como corrupción, incertidumbre económica, desocupación, y escalada hacia
una inflación galopante, pareciera ser nuestro destino.
Empresarios,
intelectuales notables y trabajadores argentinos, están de acuerdo con el
Estado de derecho, pero en general, rechazan la economía capitalista debido a
la prédica de tantos años de catecismo peronista.
Este
es un indicio de las enormes dificultades que se deben vencer todavía.
Entre ellas, el
poder de los sindicatos, los cuales amenazan constantemente con ensayar el
corporativismo. Además, pretextando mejoras a sus afiliados, están efectuando acciones violentas, coaccionando
arbitrariamente al Gobierno, quien, como ellos, no entiende que la libertad
económica es una dimensión esencial de la libertad en general, que no es
posible separar la libertad económica de la política.
LO
POPULAR
En
nuestro país la demagogia de “lo popular”, la masificación del pensamiento,
indujo al olvido de la responsabilidad individual, la ética del trabajo y la
autonomía productiva de la persona, en pos de la cooperación colectiva.
Las
elites políticas siguen cortejando, en el mercado del voto, el fondo
colectivista de las masas.
Es
así que terminamos, casi siempre, en una parodia de la democracia donde a los
poderes del Estado y a su extensa burocracia, se les da un poder peligroso para
la vigencia de la libertad, extendiendo el ámbito de su dominación.
No se debe
permitir que el Estado cubra espacios que pertenecen a la sociedad civil.
Conviene
exigir una reforma profunda del Estado que lo evite.
El
nuevo fracaso muestra el error de aplicar políticas dirigistas e
intervencionistas que llevan al aumento del tamaño del Estado, por ende, al del
gasto público y al endeudamiento para financiarlo.
La
responsabilidad del atraso económico de Argentina le cabe a los más notorios
líderes políticos por aplicar y mantenerse fieles a ideas contrarias a la
libertad económica y a los principios liberales.
No entienden,
que el sistema capitalista no funciona bien, si la propiedad privada se halla
sujeta a los embates de gobiernos populistas.
No
están al tanto que al igual que la democracia, el capitalismo no nació, como el
socialismo, de la cabeza de intelectuales, es un sistema real que emergió de
condiciones culturales particulares entrecruzadas por azar, en el Occidente
Europeo y que no admite reglamentaciones que lesionen la base de su dinámica:
Los
intercambios de bienes y servicios.
* Miembro de
Número de la Academia Argentina de la Historia.
Premio
a la Libertad 2013 (Fundación Atlas).
Autora
de “El Crepúsculo Argentino” (Ed Lumiere, 2006)
Origen:
La Prensa
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