Presos
y procesados por casos de corrupción buscarían en el submundo del espionaje
cómo desacreditar las investigaciones y las causas judiciales que los
involucran.
No
los une el amor, sino el espanto de ir presos o permanecer en la cárcel durante
muchos años más.
Los
agrupa la necesidad de salir de ese laberinto donde se encuentran ellos y al
que también podrían ingresar algunos de sus hijos.
Cuentan
con un motor muy poderoso:
El
resentimiento y el deseo de venganza.
Muchos de ellos
todavía tienen dinero, influencia y poder.
Dinero en blanco
y, se sospecha, mucho dinero guardado, a resguardo de los fiscales y los
jueces, el sistema bancario formal y los inspectores de la AFIP. Algunos operan
desde la cárcel.
Otros,
en los sótanos de la política.
En
el Gobierno, ocupados como están por la crisis económica y la caída de la
imagen del Presidente, los subestiman, y no saben cómo enfrentarlos.
O
les temen, porque los perciben demasiado "loquitos".
Se
los podría denominar, para que se entienda la confluencia de sus intereses, la "cofradía de los desesperados".
La
novedad más reciente es que están tan desesperados, tan apurados por el tiempo
que les marcan las elecciones presidenciales de octubre que ahora no dudan en
utilizar los servicios de quienes trabajan, a tiempo completo, y en negro, en
las denominadas cloacas de poder.
Espías
y ex espías, orgánicos e inorgánicos, abogados de la más baja calaña, gente
dispuesta a embarrarse junto con los desesperados por un buen puñado de
dólares, o la promesa del retorno al poder.
"En
el próximo gobierno de Cristina, yo no quiero ningún cargo. Solo pido que me
dejen manejar el Ministerio de la Venganza", mitad en broma,
mitad en serio, habría dicho un de los más desesperados, Hugo Moyano, según
tres fuentes independientes que lo escucharon de su propia boca.
Moyano
es un ejemplo claro de todo lo anterior.
Teme
que tarde o temprano lo metan preso, como integrante de una asociación ilícita
que tuvo por objeto defraudar a Independiente, o como responsable de la
administración fraudulenta de los fondos del sindicato que maneja.
Pero
más miedo tiene a que su hijo Pablo, alias el Salvaje, según la barra brava de
Independiente, termine entre rejas junto con él, o antes que él.
Un
sindicalista que conoce a Moyano desde los años setenta me lo planteó con toda
crudeza:
"Pensalo
desde su lógica.
El
Negro tiene 75 años y está cansado.
Él imaginaba que
a esta altura podía estar tranqui, disfrutando de todo el dinero que maneja,
pero se pasa el día rodeado de abogados y operadores que le ofrecen información
de sus enemigos y tipos que están esperando que dé un paso en falso.
Además,
contener a Pablo, evitar una interna familiar con Huguito y Facundo y encima
mantener el equilibrio de poder con su mujer, Liliana Zulet, quien maneja una
obra social quebrada.
Eso
sin hablar de Independiente, de OCA y de sus causas por enriquecimiento ilícito
y lavado de dinero".
Moyano
padre odiaba a Cristina.
Y
se lo dijo en la cara un día de 2010.
Pero ahora la ve
como la única alternativa de que la Justicia no avance sobre él y su familia de
manera inexorable.
La
va a apoyar sin titubeos.
Dinero
y poder no le faltan.
Otro
ejemplo es Cristóbal López, quien está preso en el penal de Ezeiza, condenado
por el delito de evasión fraudulenta, acusado de robarse el dinero del impuesto
a la transferencia de los combustibles para comprar bancos y medios de
comunicación.
A
López le cabe la figura del león enjaulado.
Parecía
eso cuando salió en libertad por unas horas y enfrentó a un grupo de cronistas.
López, junto con
Fabián de Sousa, puso su señal de cable a disposición de todas las operaciones
sucias habidas y por haber.
Igual
que Moyano, teme que alguno de sus hijos pueda ser detenido.
Encima
tiene un montón de tiempo, para planear, junto con De Sousa, las maniobras de
contaminación de las principales causas de corrupción K, y al mismo tiempo
limar el gobierno de Mauricio Macri.
Lo
mismo, y un poco más, vale para Lázaro Báez.
Las
noticias de las últimas horas lo debieron poner todavía más nervioso.
Pidió
que lo excarcelaran y recibió como respuesta un año más de temporada en
prisión.
Su
hijo mayor, Martín, acaba de perder su libertad por pretender hacer uso de los
fondos de una cuenta millonaria en el exterior que estaba embargada por la
Justicia.
Hace poco,
algunos pícaros que le ofrecen soluciones montados en la desolación de Lázaro
intentaron convencer a Leonardo Fariña para que se diera vuelta.
Es
decir:
Para que
declarara que todo lo que dijo sobre Báez y Cristina era mentira.
Fracasaron,
pero habrían dejado los dedos marcados.
Por
eso decidieron pasar al plan B:
Ensuciar
a Fariña para contaminar el juicio oral de la ruta del dinero K, que es el
origen de todas las penurias de Cristina Fernández.
¿Cómo?
Con
noticias falsas, pero envenenadas, como la hipótesis de que Fariña cobraba
dinero del Ministerio de Seguridad, cuyos funcionarios lo guionaban para
comprometer a Lázaro y a Cristina.
La "cofradía
de los desesperados" y los que les hacen el trabajo sucio desde las
cloacas del poder tienen un problema grave:
Las
evidencias los condenan.
La
causa de los cuadernos -a los que Cristina llama "fotocopias"- está
sustentada no solo en los datos que aportó el chofer Oscar Centeno.
También
en horas, fechas y lugares.
También
en testimonios de ex funcionarios que admitieron haber cobrado y empresarios
que confesaron haber pagado.
Del
mismo modo, los dichos de Fariña en el expediente fueron corroborados por datos
que recogió el tribunal.
Pero
los desesperados no se rinden.
Por
eso se sumaron, en banda, al operativo puf, para intentar sacar al fiscal
Carlos Stornelli de la causa de los cuadernos y lograr su procesamiento con el
objeto de plantar un tsunami de nulidades y embestir seguidamente contra el
juez Claudio Bonadio y cualquier otro magistrado capaz de interponerse en su
operación.
El
problema es que a los desesperados siempre se les notan los hilos de los
títeres que pretenden manejar.
Por
ejemplo, parte de los abogados que defienden a Báez, al mismo tiempo
representan a Pedro Etchebest, el supuesto chacarero extorsionado por el falso
letrado ahora detenido Marcelo D'Alessio.
Pero
también defienden a Roberto Baratta, a quien el juez Alejo Ramos Padilla acaba
de aceptar como querellante en la causa que se sustancia en Dolores.
Por
ejemplo, Víctor Hortel, el exresponsable de Vatayón Militante, trabaja para
Báez y para Baratta.
Ahora
repasemos la lista de querellantes que aceptó Ramos Padilla:
El
ex titular de la AFIP, Ricardo Echegaray; Baratta; Roberto Porcaro, investigado
por delitos de corrupción;
el
aduanero Gabriel Traficante; el abogado de rutilantes figuras del kirchnerismo,
Maximiliano
Rusconi; el abogado del procesado por coimas en la causa de los cuadernos Oscar
Thomas, y también defensor de Federico Elaskar en la ruta del dinero K, Juan
Manuel Ubeira, entre otros.
Ramos Padilla
dice que quiere investigar un enorme aparato de espías y ex espías que habrían
violado la ley de inteligencia.
Es
curiosa la sintonía con los dichos de la senadora Cristina Fernández, quien
involucró a la embajada de Estados Unidos, la DEA y otros organismos de
inteligencia.
¿Y
si los operadores de las cloacas del poder lo estuvieran infiltrando también al
juez?
Hasta
ahora, Ramos se movió en un delicado equilibrio: lo que hagan periodistas
inescrupulosos con las versiones sin chequear es harina de otro costal. Tampoco
habría que prejuzgarlo por sus ideas políticas.
El
problema sería que las usara para beneficiar a la líder de la "cofradía de
los desesperados":
La ex presidenta
Cristina Fernández de Kirchner.
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