En
Washington apuntaron a la falta de precisiones de Alberto Fernández en una
noche que dejó gusto a poco.
La
gestualidad y el tono del candidato del Frente de Todos, creen los analistas,
contribuyó poco a la idea de una renovación menos ideologizada
Por
Francisco Seminario
Se
tomaron pocos riesgos, no abundaron las definiciones y los pocos cruces que
hubo fueron demasiado obvios e irrelevantes como para extraer conclusiones o
despertar pasiones.
Sobre
todo, no hubo ganadores, con lo cual tampoco es esperable un cambio en las
tendencias electorales.
Entre
quienes desde la capital norteamericana observan con lupa las alternativas de
la política argentina y desde las PASO intentan anticiparse al futuro, el
primer debate de candidatos presidenciales del calendario electoral dejó anoche
gusto a poco.
Pero
los analistas tomaron nota de un puñado de gestos y algunas frases
significativas, con la mirada puesta casi exclusivamente en el candidato
kirchnerista, Alberto Fernández.
“Yo
no soy un dogmático”, fue una de esas frases, que pareció dirigida
justamente a quienes temen un revival ideológico del último gobierno de
Cristina Kirchner.
“Van
a ver de mi soluciones ortodoxas y también heterodoxas”, intentó
tranquilizar el candidato opositor.
A falta de
señales más claras, la expectativa es que sea ortodoxo en materia económica y
heterodoxo en otros terrenos.
Y
no al revés.
“Me asombró que
no habló de déficit fiscal, esa fue una luz de alarma”, dijo a Infobae
Nicolás Saldías, investigador del Wilson Center, un influyente centro de
análisis de políticas públicas de Washington.
“No dijo cómo se
solucionará el problema del gasto público ni cómo será su política impositiva, sólo Mauricio Macri mencionó ese tema”, resaltó.
Para
Daniel Kerner, director para América latina del Eurasia Group, un acierto en la
estrategia de Fernández fue enfatizar la idea de que Macri “no entiende la gravedad
de la crisis económica, que mintió y que fracasó en el terreno económico”.
Insistir
en este punto, comentó el especialista, “podría beneficiarlo electoralmente ya
que la economía continúa siendo la principal preocupación de los votantes”.
El
indicio más claro del candidato kirchnerista sobre las medidas que podría
implementar para salir de la crisis pasó por reiterar que buscará potenciar la
demanda y el consumo internos, como motores para el crecimiento económico,
observó Kerner, para quien sin embargo el debate “no dejó grandes sorpresas y
difícilmente haga alguna diferencia en términos electorales”.
La
gestualidad y el tono de Fernández, creen los analistas en Washington,
contribuyó poco a la idea de una renovación menos ideologizada.
El
dedo acusador, coinciden, recordó demasiado a la ex presidenta y su célebre
atril.
Y algunas
expresiones hechas “para la tribuna” tuvieron un eco revanchista que tampoco
ayudó a enfatizar un distanciamiento de ese kirchnerismo que el propio
candidato criticó duramente en el pasado.
“El
dinero que nos dio el Fondo se lo llevaron sus amigos, presidente”, acusó en un
momento el ex jefe de Gabinete sobre los desembolsos que hizo el FMI en el
marco del acuerdo stand-by, que en realidad se usaron para pagar vencimientos
de deuda.
Para
el analista del Wilson Center, ese fue un ataque “feo y ridículo”,
que en lugar de cerrar la grieta “apunta a abrir diferencias”.
[Fernández]
no dijo cómo se solucionará el problema del gasto público ni cómo será su
política impositiva, sólo Mauricio Macri mencionó ese tema (Saldías)
Lo que más
inquieta en Estados Unidos es la economía argentina y la orientación que un
eventual gobierno kirchnerista le pueda dar a las relaciones internacionales.
Después de la
alianza estrecha que Macri tejió con la Casa Blanca, un respaldo al eje
bolivariano o incluso la neutralidad frente a los atropellos dictatoriales en
la Venezuela de Nicolás Maduro sería una muy mala noticia para la diplomacia
norteamericana.
También
en este punto faltaron precisiones.
Los dichos de
Alberto Fernández sobre Venezuela fueron muy raros…
Afirmó que todos
sabemos lo que piensa sobre ese tema y “la
realidad es que no lo sabemos”, apuntó Saldías.
Acostumbrados
a debates más elaborados, con intercambios reales entre los participantes y
periodistas que hacen preguntas puntuales y no están allí sólo para tomar el
tiempo de cada intervención, los analistas en Washington esperan que el segundo
debate sea mejor.
“Estuvo
mal diseñado y eso no ayuda a clarificar las posiciones”, opinó el experto del
Wilson Center
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