Gobernar es vacunar
Estamos
en el puesto 62 en vacunación a nivel mundial, que compartimos con Tonga.
A
nuestro estadista de la Rosada lo traiciona ese vendedor de autos usados que
lleva adentro.
El presidente
Alberto Fernández, se infectó "luego de haberse clavado dos Sputnik".
Antes que nada, queremos llevar tranquilidad a todos los países que compran nuestros productos y que están preocupados por la decisión del Gobierno argentino de prohibir la exportación de carne.
Calma.
Sepa
el mundo que lo que Argentina no les venda se lo van a terminar despachando,
con todo gusto, los uruguayos, los paraguayos y los brasileños.
Está
todo previsto.
La
promesa electoral kirchnerista de asegurar el asado en cada mesa familiar está
garantizada, por lo menos en la por ahora, mesa de las familias alemanas,
francesas o noruegas.
Acá,
por ahora, te la debo…
En
el fondo, la decisión del Gobierno es coherente: no exportamos producción
vacuna así como tampoco importamos producción de vacunas.
Chiste
tonto, pero dramáticamente cierto.
Como
todo el mundo sabe, el Gobierno ha demostrado ser muy exitoso en una amplia
variedad de asuntos que ahora no tenemos tiempo de enumerar.
Obviamente,
no es el caso de la vacunación.
Sin
embargo, a toda hora vemos por televisión a funcionarios y militantes
kirchneristas elogiando el plan de vacunación argumentando que la Argentina
está en el puesto Nº 20 del mundo en cantidad de personas vacunadas.
Lo
dice cualquier gil, incluyendo funcionarios oficiales.
Ojalá
ocupáramos el puesto Nº 20, pero la realidad es muy distinta.
Veamos.
En
el minuto a minuto de la vacunación mundial, al día de ayer, la Argentina
ocupaba exactamente el puesto Nº 62 del mundo, según el reporte de vacunación
global del New York Times que es uno de los más completos y serios.
Considerando
que en este torneo compiten 179 países, estar en el puesto 62 no es tan grave.
Pero
no es lo mismo decir que estamos entre los 20 primeros que andar penando en
mitad de tabla.
No
da para fanfarronear.
Para
más datos, Argentina aplicó 23 dosis cada 100 habitantes (así se mide la
vacunación para comparar países).
El
18% de los argentinos recibió una dosis y sólo el 5% tiene las dos.
Eso
te da las 23 dosis cada 100 habitantes.
Compartimos
el puesto 62 con Tonga pero nosotros estamos arriba de ellos porque a igualdad
de puntos (jeringazos) gana el que tiene mayor cantidad de segundas dosis
aplicadas (nosotros 5% y ellos 2%)
Argentina
está un jeringazo arriba de Camboya que tiene 22 y uno debajo de El Salvador
que tiene 24.
Los
culo rotos de Brasil están arriba nuestro pero los tenemos a tiro: metieron 27
pinchazos, sólo 4 más que nosotros. Tienen 18% con primera dosis y 9% con dos.
Uruguay se nos escapó con 72 dosis, más del triple que Argentina.
El
44% de los uruguayos ya recibió la primera y el 28% tiene las dos.
Chile
pelea el campeonato allá arriba con 90 jeringazos (50% con una dosis y 40% con
dos).
Los
chilenos superan al Reino Unido (88) y a EE.UU. (84).
Entre los dos
punteros (Israel y los Emiratos Árabes) y la Argentina, hay 60 países que están
arriba nuestro y no 18 como dice la militancia embriagada.
Uno entiende que le quieran poner garra a la propaganda pero tampoco es para andar diciendo pavadas.
Entre
tantos países que nos superan hay de todo: desde Mongolia a Grecia y desde
Arabia Saudita a Polonia, solo por nombrar algunos de los gobiernos de
científicos que vienen vacunando mucho mejor que nosotros.
Como
ve, amigo lector, es un poco agotador tener que poner negro sobre blanco cuando
hablamos de datos duros, pero a veces no queda más remedio.
Después
de 18 años de kirchnerismo, la refutación de impostores es una especialidad de
la casa.
Toda
esta aclaración es importante, no sea cosa que los cráneos del Gobierno
terminen imponiendo la idea de que vacunamos bien y armen un nuevo relato, como
hicieron con tantos otros temas como, por ejemplo, la defensa de los DD.HH.
No
nos olvidemos que quienes hoy presiden nuestro país son los mismos que
participaron del gobierno que indultó a Videla y Massera.
No
sé a usted, amigo lector, pero a mí me encanta recordar este detallecito de la
historia cada vez que se presenta la oportunidad.
Y
la verdad es que se presenta muy a menudo.
Ya que estamos en tema, digamos que esta pirueta con los DD.HH. marida muy bien con la pirueta del Memorándum con Irán, definido por Alberto en 2015 como “un plan presidencial de encubrimiento a los autores del atentado” (textual) agregando que la prueba irrefutable era el propio texto del acuerdo.
En
julio de 2020 se avivó y se dio cuenta de que le convenía más decir que el
Memorándum fue “un intento de encontrar una solución”.
También
es lindo recordar este temita del pasado porque explica buena parte del
presente.
El
postre de este menú degustación podría ser la manera en que Alberto y Cristina
maltrataron a Bergoglio entre 2003 y 2013, antes de que se transformara en
Francisco y antes de que ellos pegaran aquella voltereta inolvidable. Podríamos
pasarnos el día recordando grandes hitos que humillan a esta gente, pero mejor
seamos piadosos.
Es
domingo.
Volviendo al punto, nadie les reclamaría demasiado si no hubiera sido que anunciaron con bombos heroicos y platillos triunfales, millones de vacunas que llegarían entre diciembre y enero y que recién ahora empezaron a llegar, aproximadamente 15.000 muertos después.
Evidentemente,
a nuestro estadista de la Rosada, siempre lo traiciona ese vendedor de autos
usados que lleva adentro. Para colmo, las primeras vacunas que llegaron se las
aplicaron de canuto a Zannini, Moyano y Verbitsky entre otros esenciales
estratégicos.
Luego
arrancaron con los vulgares ciudadanos.
Acá
es el momento de recordar que todavía hay médicos y enfermeros que no fueron
vacunados.
Esta
frase la vamos a poner todos los domingos hasta que el último personal de salud
reciba su respectiva dosis.
Sin
embargo, después del discurso por cadena nacional del “presidente”, deberíamos
estar más tranquilos.
Anunció
vacunas, señaló a culpables, explicó que él sabía lo que iba a pasar, contó con
el dedito en alto cuánto nos cuida y dijo que todo se va a resolver pronto
porque él agarró el teléfono e hizo tres llamadas muy importantes.
Dijo
que habló personalmente con Putin, con Xi Jinping y textualmente agregó “hablé
con mi gran amigo López Obrador”. Solo faltó que dijera: “y en cuanto López
Obrador escuchó mi voz, me reconoció al toque y de la emoción, sacó una
pistola, disparó unos tiros al aire, llamó a unos mariachis, se clavó un
tequila y me dijo… ¡cómo le va amigo Tato! ¿qué puedo hacer por usted?”.
El “presidente” también destacó que la mayoría de los argentinos han sido obedientes de las normas que impone el Covid, y luego agregó textualmente: Pero “lamentablemente hay una minoría que incumple y genera un aumento en la transmisión del virus”.
Le
faltó explicar que esa minoría que incumple está liderada por él mismo, que
violó todas los protocolos del Covid como venimos viendo desde que empezó la
pandemia. Encuentros sin barbijo, velorios, Semana Santa, asados familiares con
los Moyano, con Insfrán, abrazos con cuanto militante se le cruzó, cenas
multitudinarias con Evo Morales y tantos otros episodios que vimos por
televisión.
De
hecho, es el único gran estadista que se pegó el bicho después de haberse
clavado dos Sputnik, y luego dijo que no entendió cómo se lo agarró.
En
realidad, se entendió perfecto.
Ni
hablar de su Vicepresidenta que es la única argentina que anda por la vida sin
barbijo en lugares cerrados como, por ejemplo, el Congreso Nacional.
Alguien debería explicarle que el barbijo es para
proteger al prójimo.
La
Patria es el otro.
La
única vez que se la vio con barbijo fue hace poco en el acto de Ensenada.
Era
al aire libre.
Gobernar
es poblar dijo Juan Bautista Alberdi hace 150 años.
Hoy,
en 2021, gobernar es vacunar.
O
sea, nos gobiernan poquito y mal.
O
lo que es peor, nos gobierna esa “pequeña minoría que incumple y genera el
aumento en la transmisión del virus”.
Es
obvio que la vacunación no es el fuerte de este gobierno.
Están
demasiado ocupados tratando de remover al procurador general.
Siempre
en lo importante.
Alejandro
Borensztein
Clarin
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