Por Carlos Mira
La plataforma Netflix tiene disponible, desde hace algunas semanas, una serie dividida en capítulos cuyo título es por demás atrayente: “Cómo se convirtieron en tiranos”.
Allí
se cuentan los antecedentes de Adolf Hitler, Joseph Stalin, Idi Amín Dada,
Muamar El Gadafi, Saddam Hussein, Benito Mussolini, Fidel Castro y otros
tantos.
El
argumento, si bien se basa en hechos absolutamente reales y completamente
constatables, explica la total coincidencia de procederes, métodos, estrategias
y objetivos de los que fueron los más extravagantes dictadores que conoció la
humanidad.
Parecería que todos siguen un libreto, una especie de manual de procedimiento que, constando de distintos capítulos aplicables a cada uno de los pasos para sentar los reales de una dictadura, les indica el camino para construir un poder único, omnipresente, salvaje, impiadoso, cruel, sanguinario muchas veces y liberticida siempre.
Cuando
uno verifica cada uno de los ingredientes de los que consta una dictadura o de
aquellos elementos de los que un tirano se alimenta ve una enorme similitud con
lo que está pasando en la Argentina y con lo que ha sido la historia del
kirchnerismo, primero en Santa Cruz y luego en la nación.
Conquistar el Poder
La
primera condición de la que habla el “manual” es la voracidad por conquistar el
poder.
No
hay que traer muchos elementos de juicio para probar este punto respecto del
kirchnerismo.
Desde
sus orígenes en la provincia que lo vio nacer a la vida política, Néstor
Kirchner demostró un desbordante deseo de poder, una inmoderada sed de
controlar todos los resortes del Estado.
En Santa Cruz lo
consiguió, estableciendo un poder dinástico que hoy ejerce su hermana, sin
control ni límites de ninguna especie.
Ese
mismo apetito es el que lo llevó al gobierno central y que luego continuó su
viuda.
División. Identificación de un culpable
El
molde de la tiranía requiere trasmitir la convicción de que hay un culpable de
lo que le pasa a los “buenos”.
Ello
implica también la construcción de argumento según el cual una parte de la
sociedad es “buena” y otra es “mala” y que los males que sufre la parte
identificada como “buena” es culpa de los “malos”.
No
hay que hablar mucho respecto de cómo los judíos fueron señalados como los
culpables de lo que le pasaba al resto de los alemanes.
O
lo que fueron los “asiáticos” en Uganda, a quienes se obligó a abandonar el
país en masa identificados como la lacra nacional.
En la Argentina, los Kirchner también dividieron a la sociedad profundizando un resentimiento clasista de “ricos” contra “pobres”, incluyendo entre los primeros a la clase media aspiracional y a los “cipayos” que elogian lo que ven en el exterior, y entre los segundos a todo tipo de colectivo conveniente como “los pueblos originarios”, los “negros”, los “trabajadores”, etcétera.
Terminar con sus rivales
El
deseo de terminar con sus rivales sean políticos o de las fuerzas vivas de la
sociedad (como la prensa libre) es harto evidente. Es más, lo logró en Santa
Cruz mediante el ejercicio de la fuerza, la persecución, el amañamiento de la
ley y de otro componente que aparece en el “manual”: el gobernar mediante el
miedo.
Gobernar con el miedo
Este
elemento es también muy evidente en el ejercicio del gobierno nacional que no
duda en echar mano del accionar de agencias del Estado para perseguir
opositores, maniatar a la prensa, influir en los jueces y en trasmitir una
sensación de poder que la propia ex presidente confesó cuando dijo que había
que temerle a “Dios y un poquito a ella”.
Estatización de los medios productivos
Un
paso importante en el camino de construir un dictador es la apropiación,
perdón, la estatización de las fuentes nacionales de riqueza (petróleo, gas,
operaciones financieras, comunicaciones, etcétera)
Con
el verso de la soberanía nacional y del “acceso del pueblo a los medios de
producción” el kirchnerismo se ha apoderado de diversas fuentes de riqueza.
Cómo ellos se
han confundido con la figura del Estado y hoy no hay distinción práctica entre
la nación y el gobierno, en realidad las estatizaciones han funcionado como
apropiaciones de hecho.
Con
ello se han hecho de ingentes fuentes de recursos que utilizan para perseguir
opositores, comprar gran parte de la prensa que se presta por dinero a ser
utilizada como polea de transmisión del mensaje del gobierno.
Una
forma indirecta de la estatización es la regulación casuística y minuciosa de
actividades que, aparentemente, siguen en manos privadas como, en la Argentina,
son la banca y el campo.
Construir una verdad nueva
Este
último punto se conecta con la siguiente característica verificada por el
“manual”: el control de la verdad y su sustitución por un relato falso impuesto
por la vía de la incesante repetición.
Quizás
sea éste el punto en donde el kirchnerismo más se destaca como un alumno
aplicado del “manual”.
En
efecto, la construcción de una historia paralela, creada en base a falsedades
repetidas hasta el cansancio por una gigantesca estructura de propaganda y de
medios adictos es una marca en el orillo del kirchnerismo.
La
profundización de ese mensaje en las escuelas y en general en todo el arco del
sistema educativo, apuesta a una transmisión generacional del mantra
dictatorial para mantener el poder.
Construir una sociedad nueva
Una
característica también saliente de las prácticas dictatoriales -según el manual
de “cómo convertirse en un tirano”- es la pretensión de construir una “sociedad
nueva”.
Si
bien en el kirchnerismo este punto es menos espectacular y menos distintivo, no
es menos cierto que la comandante de El Calafate ha hablado suficientes veces
en contra del diseño social de la Constitución (al que acusó de “antiguo” por
basarse -según ella -en una apreciación que solo demuestra su ignorancia- en la
Revolución Francesa) confesando su clara intención de reemplazarlo por lo que
ella llama un “nuevo orden”.
Ese “nuevo
orden” no es otro que la consolidación de un esquema de unicato en donde todo
el poder esté en manos del dictador y éste no tenga ningún límite legal que
oficie de protección y garantía a los ciudadanos contra sus abusos.
Un manifiesto
Antes
de tocar un último elemento que, como denominador común constante y repetitivo,
aparece en todas las tiranías analizadas, el estudio también resalta un
elemento -si se quiere secundario pero llamativamente presente en el derrotero
de estos personajes- que es la publicación de una especie de “manifiesto” en
donde dan cuenta de sus “sufrimientos” de su lucha y de sus ideales.
Tal
fue el caso de Adolf Hitler con “Mi Lucha” (fruto de la insistencia de su amigo
Joseph Goebbels) y de Muamar el Gadafi con “El Libro Verde”.
Entre nosotros, fue Alberto Fernández el que instigó a Cristina Kirchner para que escribiera su libro al que tituló con la palabra que el actual presidente usa para terminar sus cartas, “Sinceramente”.
Gobernar para siempre
Finalmente
si hay otra característica del manual de los tiranos que el kirchnerismo cumple
a rajatabla es la pretensión de gobernar para siempre.
Ellos
parten del supuesto que su victoria les entrega la escritura de dominio de la
Argentina y luego desde el poder maquinan las estrategias electorales,
legislativas, administrativas para extender ese poder hasta el infinito, y tal
cual hicieron en Santa Cruz y tal cual hacen sus réplicas provinciales en
Formosa, Chaco, San Luis, Santiago del Estero, etcétera.
Resulta
lamentable y estremecedor ver un documental de televisión que pruebe la
construcción de una tiranía y encontrar en él tantos elementos de coincidencia
con lo que ocurre en la Argentina con el kirchnerismo.
Estoy consciente de las polvaredas que se levantan cuando se hacen estos planteos.
Pero
es harto evidente que con las diferencias sutiles que podamos anotar, estamos
hablando de una misma clase de régimen, de un “molde” que se repite con
metódica semejanza en los distintos países que han tenido la desgracia de pasar
por estas experiencias.
La
realidad es simple: el mero repaso por los denominadores comunes (aquí solo nos
hemos concentrado en los principales, pero hay más) de las tiranías más
pestilentes de la historia nos llevan a una única conclusión:
El kirchnerismo
los cumple a todos.
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