La cercanía afectiva y política entre Alberto Fernández y Cecilia Nicolini, y la Sputnik varada en Moscú
Ellos se llevan, se conjugan y se entregan a la aventura de conseguir vacunas, cuando no son aventureros los que de verdad combaten al Covid.
Nicolás
Wiñazki/CLARIN
La afinidad política y afectiva entre el Presidente y Cecilia Nicolini patrocinó este letal impasse sanitario.
Hay
que preguntarse de verdad cuál es el mérito de la gestora de la Sputnik para
haber acaparado tantísimo poder.
La
jungla de la política K la observa con sus altos privilegios en tanto malician
que su trayectoria no los justifica.
Las vacunas se demoran pero la inflación se apresura según todas las proyecciones.
La
caída del valor de la moneda no cede y el dólar real se mueve.
Pero
el ministro Guzmán le aseguró a la diarquía gobernante que el dólar está bajo
control.
Fue
una apreciación temeraria.
En la zona blue
del planeta cambiario brotaron carcajadas.
Desde el Kremlin afirman que la Sputnik llegará primero a todos los rusos, y que Bolivia tiene prioridad respecto de la Argentina.
El
gobierno defiende a Nicolini, busca al topo que filtró su paupérrima misiva, al
tiempo que la muerte no espera, ni perdona la estupidez, ni la ignorancia
geopolítica, ni la barrabasada de ungir como negociadora a quien, según se
observa, no sabe bien quién es ni cómo procede Vladimir Putin.
La gestión evidencia la abstrusa desmemoria de la extensa historia del Imperio Ruso, del nacionalismo que brota desde milenios de Moscú, del zarismo histórico, del totalitarismo del siglo XX y del neozarismo imperante.
No
se explica si no es así semejante precariedad, la que fluye desde la carta de
Nicolini.
La
foto que se tomó en su momento la poderosa Cecilia junto a Carla Vizzoti con el
Kremlin de fondo, es muy elocuente.
Son
dos turistas que ríen abrazadas detrás de los barbijos y bufandas. Ajenas a la
muerte en esa imagen.
Nicolini saludó por su cumpleaños a Vizzoti en Twitter citando a Pushkin, un clásico de la ruso filia elemental, (pero un enorme poeta en realidad, para quien lo conoce seriamente).
“Fiel
hermana en la desventura, la esperanza despertará en el sombrío subsuelo el
ánimo y la alegría; la hora anhelada está al llegar (Pushkin,
1827). Que los cumplas muy feliz querida amiga y compañera. Ya falta menos!”.
La
alusión poética no ha conmovido a los jerarcas ultra capitalistas de la Plaza
Roja.
El Kremlin se yergue monumental detrás de las amigas hermanadas en la selfie y en las redes, alabándose a sí mismas, mientras las vacunas se parapetan para no llegar a tiempo a la Argentina.
Se
hermanaron también para la búsqueda, hasta ahora vana, de las vacunas cubanas
Abdala y Soberana.
Pero no
condenaron el agravio terrorífico a los derechos humanos en la isla, habiéndose
enfatizado la represión en las últimas
semanas hasta hacer del silencio frente a ello una complicidad imperdonable.
Hay una idea, o una No-Idea que lo rige todo: el cretinismo político para el cual gobernar es improvisar.
Desde
esa premisa mayor se desprenden otras: gobernar es culpar, gobernar es
maniobrar como si el planeta fuera el mismo que era hace cinco décadas.
Gobernar es
jugar con la salud de millones.
Esperando a Godot.
El
drama de Samuel Beckett cuya tragedia es simple y es una pesadilla.
Dos
caminantes aguardan a la vera de un camino la llegada de Godot, no saben bien
quién es pero esperan.
Pero
nunca llega.
Jamás.
La
espera no concluye nunca y la frustración tampoco.
Aquí, en la Argentina, estamos esperando, esperamos y lo que esperamos no llega jamás.
La Sputnik es
Godot, la estabilidad económica es Godot, la honestidad gubernamental es Godot,
el crimen político sancionado por el justo castigo es Godot.
Amado Boudou quedó libre, un insulto para los que no roban.
Es
incluso un insulto para los delincuentes que no tienen privilegios y cumplen
debidamente sus condenas.
La justicia es
Godot.
Ahora bien, ¿quién paga por las vacunas mal gestionadas, demoradas, y angustiosamente aguardadas por millones?
El
presidente y la asesora rusófila y cubanófila se llevan bien y muy bien.
Ella
es intocable en la Casa Rosada.
Los
parias son los que esperan la vacuna que no termina de llegar, aunque citan a
Pushkin y se abrazan en la Plaza Roja.
Todo
ocurre entre el avispero arremolinado del cierre de listas para las primarias.
La política juega su juego y está muy bien.
Pero afuera de
las fronteras de la clase política tantas veces enquistada en sí misma, está el
coronavirus, la pobreza que parte al país a la mitad, los chicos que comen
salteado padeciendo la telaraña apresadora del hambre.
Se hace ver la
pauperización de los trabajadores de la salud que ayer implementaron paros
sucesivos de cuatro horas y piquetes varios. Pero pareciera que no la ven.
La cruda verdad rodea y merodea hirviente en torno a las pujas de poder, a las negociaciones auto centradas que semejan un concilio de ensimismados en sus altares, como un cónclave de obispos y sacerdotisas amurallados en sus cajas y prebendas, encerrados en un consistorio de impunes, en una asamblea de empinados, mientras el resto, literalmente, se abisma.
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