La tristeza es una afección del espíritu, de aflicción, desconsuelo, que hace al individuo apesadumbrado.
Hay
un desconsuelo, cierta melancolía y dolor que provocan la sensación de
tristeza.
Se
define psicológicamente como la actitud afectiva caracterizada por un tono
sentimental desagradable y que se expresa por suspiros, lágrimas y la pasividad
y disminución tónica de los músculos voluntarios.
Spinoza
sostiene que los tres afectos principales del hombre son el deseo, la alegría y
la tristeza., que la alegría es buena y la tristeza es mala.
La alegría es el paso del hombre de una menor a una mayor perfección y la tristeza es el paso del hombre de una mayor a una menor perfección.
Sostiene
también que el conocimiento crea alegría y que el deseo es la determinación a
hacer algo en virtud de una afección cualquiera que se da en nuestra vida.
Pero como la alegría, también la tristeza forma
parte de nosotros, está en nuestras vidas y en muchos instantes de la misma,
hay acontecimientos que nos entristecen.
Si tiene razón Spinoza y es mala, qué hacer con ella.
Puesto que no podemos evitarla; circunstancias, hechos y situaciones dolorosas, pérdidas, desencuentros, desengaños, y tantas cosas que nos pasan en la vida nos sumen de inmediato en la tristeza.
Porque
está en nuestra condición, ser receptáculo de los estímulos y emociones que nos
impactan, por situaciones que nos tocan muy profundamente y llegan a nuestro
corazón.
Porque
no hay un mundo ideal, ni una vida ideal.
Porque
somos frágiles, imperfectos, y proclives a desfallecer cuando no se cumplen
nuestro deseos, o cuando la realidad hace que perdamos un ser querido, o
quedemos en una situación existencial desesperada, o tengamos que vivir a
contramano de lo que sentimos y pensamos.
¿Cómo hacer para superar la tristeza?
Es
necesario superar la angustia y el dolor que producen ciertos acontecimientos
de la vida, que impactan personalmente y nos producen la tristeza.
Para
superarla hay que transitar el camino de la tristeza hacia la alegría, y no hay
mejor manera, que apoyarse en quienes comprenden nuestra tristeza y nos apoyan
y sostienen.
La
empatía y la amistad humana, es esencial en ese tránsito.
El
hombre inmerso en su dolor, debe contar con quien relacionarse y descargar su
tristeza, alguien que haya experimentado o no la misma situación, pero que está
dispuesto a escucharlo y sostenerlo.
Alguien
cuyo corazón sea misericordioso, generoso, y entienda nuestra angustia y
nuestro dolor, y nos dé la esperanza de una vida mejor.
Ese encuentro místico entre el ser doliente, y el que no sólo lo consuela, sino que entiende y acepta su dolor y se pone junto a él para lograr superarlo, es el camino de la perfección.
Como
diría Spinoza es el paso hacia la mayor perfección.
La
vida del hombre es dura y muchas veces despiadada; las situaciones se repiten y
no todas son rosas en nuestra existencia; la pérdida, el dolor y la angustia
existen y provocan tristeza, pero la vida continúa y mientras haya vida hay
esperanza de algo mejor.
En
especial cuando se cuenta con quien o quienes te entiendan, te acepten como
eres, y busquen contigo la solución.
Es
un acto de amor de un ser, desprovisto de toda intención material, y que
provoca la correspondencia del amor del otro y en el otro.
Es
procurar hacer feliz al otro, y considerar que eso nos hace felices a nosotros,
y que no hay mayor felicidad que hacer feliz al hermano.
Es
dar desde el lugar del otro, desde donde el otro está, desde donde lo necesita.
Es
la comunión perfecta del ser, es llegar casi a la trascendencia, es como lograr
en esta vida la parusía.
El encuentro, la actitud honesta y el verdadero sentido de la solidaridad y la comprensión del ser, en su angustia y en su realidad hace que el hombre sea mejor.
Todos
hemos pasado momentos de angustia y de dolor, todos hemos sentido la profunda
tristeza en nuestro corazón, pero en el fondo de nuestro espíritu sabemos que
no es bueno, que debemos superarlo y mejorar.
Ojalá que además del entendimiento, en esos momentos encontremos quien nos sostenga, nos apoye, nos dé verdadera amistad y nos ayude a recuperar la alegría que no debimos perder.
Elias D Galati
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