Joaquín Morales Solá
LA
NACION
Nadie había imaginado a Alberto Fernández como un émulo sudamericano de Donald Trump, quien también se abrazó a Rusia y despreció a los aliados tradicionales de su país.
Pero
hay una diferencia fundamental: Estados
Unidos no necesita de Estados Unidos.
Washington,
en cambio, le hizo hace pocos días un gran favor a la Argentina para que esta
llegara a un principio de acuerdo con el Fondo Monetario.
“Escupió
la mano que le dimos”, describió un alto diplomático norteamericano de
carrera, con larga experiencia en América Latina y en el Departamento de
Estado.
Fuentes oficiales seguras dijeron que los primeros sorprendidos por las palabras del Presidente ante Putin fueron el canciller Santiago Cafiero y el ministro de Economía, Martín Guzmán, quienes le habían aconsejado que dijera cordiales palabras y que se colocara por encima de la extrema tensión que existe entre Rusia y Occidente por la frontera de Ucrania.
Era
también un error:
Alberto
Fernández debió ratificar la vieja política exterior argentina y reclamar por
la resolución pacífica de los conflictos internacionales.
Al
revés, el Presidente pareció ignorar lo que sucede en los límites geográficos
de Ucrania.
O
se inclinó, sin decirlo explícitamente, por las belicosas posiciones del
déspota que gobierna en Moscú. ¿Consecuencias?
“La
Argentina es un país importante de América Latina. No es conveniente que caiga
en default, pero la relación con el Fondo será tarea de su gobierno.
Estados
Unidos no será un obstáculo, pero tampoco será el eterno ángel guardián de ese
país”,
dijo aquel diplomático norteamericano.
Hay
decepción. Qué duda cabe.
Tal vez Alberto Fernández se mostró fastidiado por la influencia de los Estados Unidos en el Fondo en clave interna argentina; esto es, para caer bien en los oídos de Cristina Kirchner.
La
unanimidad de la dirigencia política y económica del país coincide en que la
vicepresidenta estuvo detrás de la renuncia de su hijo a la presidencia del
bloque kirchnerista en Diputados.
La
mejor respuesta a si ella estuvo de acuerdo –o no– la dio un legislador
peronista de su confianza:
“¿Quién
le dice que no a Cristina? Nadie.
¿Lo
haría su hijo? Imposible”.
O
quizás Alberto Fernández solo quiso agradar a los oídos que lo escuchaban.
Pero
ni Putin necesita a la Argentina como puerta de entrada en América Latina, ni
ningún país latinoamericano necesita a la Argentina cumpliendo ese rol.
El Presidente quebró un principio básico de las relaciones internacionales:
Los jefes de
Estado no hablan mal de terceros países cuando viajan al exterior.
Mucho más si ese
tercer país acaba de auxiliarlo
“Sin nosotros, el principio de acuerdo con el Fondo hubiera sido difícil de lograr o no se hubiera logrado”, precisó el destacado diplomático washingtoniano.
El mandatario
argentino se olvidó de otro principio que rige en el mundo desde la Segunda
Guerra: ningún país tiene derecho a acosar a otro en sus propias fronteras, ni
mucho menos a amenazarlo con una invasión, que es lo que Putin está haciendo
con Ucrania.
Por eso es importante que la ocupación de un país por fuerzas extranjeras esté respaldada por razones de seguridad internacional y cuente con la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Fue
el caso de Afganistán, después de los atentados a las Torres Gemelas y al
Pentágono, pero no fue el caso de Irak. Hubo por esto un vasto reproche a
George W. Bush.
Si
se estableciera un nuevo precedente de que cualquier país puede romper las
fronteras de sus vecinos, el mundo se convertiría rápidamente en una sucesión
de guerras fronterizas, sobre todo en Europa, donde las fronteras han cambiado
tanto durante su larga historia.
En ese contexto,
la visita de Alberto Fernández a Moscú fue siempre inoportuna, pero nadie
previó que resultara un desastre.
Puede ser que los Estados Unidos tengan una influencia importante en el Fondo (de hecho, es el único país que tiene un implícito derecho a veto), pero ni Rusia ni China son indiferentes al estricto cumplimiento de sus normas.
Los
borradores de convenios que Alberto Fernández llevó a Rusia y a China incluían
una cláusula última en ambos casos: la
Argentina debe tener normalizada su relación con el Fondo para que esos
convenios tengan vigencia.
Los representantes chinos en el Fondo son prolijos observadores de la ortodoxia económica.
“Los
chinos en el Fondo son peores que los norteamericanos”, solía repetir el propio
Presidente antes de su conversión en Moscú.
Los
chinos no cambiarán.
Y
ahora, encima, llevará sobre sus espaldas la decepción de los norteamericanos.
¿Qué
logró Alberto Fernández con ese giro en la política exterior argentina, cuando
abandonó la tradición nacional de estar cerca de Europa y los Estados Unidos?
Proyectos
generosos a cambio de dudosas lealtades.
Tampoco
tuvo en cuenta que el conflicto de Ucrania es fundamentalmente un conflicto
europeo por obvias razones geográficas.
Países
importantes de Europa, como Francia y Alemania, están comprometidos en
preservar la paz en la frontera ucraniana. Alemania y Francia son también voces
importantes en el directorio del Fondo.
La inauguración de los Juegos Olímpicos en China, de la que participó Alberto Fernández, se convirtió en una cumbre de autoritarios.
El presidente
chino, Xi Jinping, es un líder autoritario que vigila, persigue y tortura a los
disidentes chinos.
No
obstante, el Presidente firmó esta madrugada la adhesión del país a la Ruta de
la Seda, un megaproyecto imperial chino, comercial y económico con lógicas
consecuencias geopolíticas.
Es
otro desplante a Estados Unidos, que se opone a ese plan de China.
Estuvieron en esa cumbre con mayoría de impresentables también Putin y los presidentes de varios países satélites de Rusia, muchos de ellos gobernados por déspotas.
También se lo
vio allí el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed Bin Salman, acusado en
el mundo de haber mandado a torturar y asesinar en Estambul al periodista Jamal
Khashoggi.
Y
participó también el tiránico líder de Egipto, Abdelfatah al-Sisi.
El
propio Putin está acusado de haber ordenado el asesinato de la periodista rusa
disidente Anna Politkóvskaya.
Y
mantiene preso al ascendente líder opositor ruso Aleksei Navalni, después de
que este sobrevivió a un intento de asesinato con sustancias tóxicas.
“La política de derechos humanos de la Argentina es coherente, no tiene fisuras y tiene prestigio internacional”.
Esa
frase corresponde a una reciente exposición del canciller Cafiero.
¿Coherente
y sin fisuras?
Según
los hechos que estamos viendo, el gobierno habla otro idioma.
Debe
reconocerse que, tanto en Rusia como en China, es habitual que los líderes
mundiales se olviden de los derechos humanos.
¿Ejemplos?
El propio Mauricio Macri estuvo en China en 2016 y en Rusia en 2018 y nunca
habló allí de los derechos humanos.
Fue
un error.
La
conversión rusa de Alberto Fernández en un momento de crisis internacional
tiene un precedente.
La
Argentina del régimen militar de Videla fue uno de los pocos países de
Occidente que no aceptaron el bloqueo a la entonces Unión Soviética, reclamado
por el ex presidente norteamericano Jimmy Carter, en represalia porque los
soviéticos habían invadido Afganistán.
Carter
presionaba entonces duramente al gobierno militar argentino por las violaciones
aquí de los derechos humanos, delitos que también le reprochaba a la
nomenclatura del Kremlin.
Feo
espejo para el Presidente.
El telón de fondo es el Fondo.
Valga
la redundancia.
Es
imposible entender por qué el Presidente decidió ofender a su principal
benefactor en los últimos días, que fue Washington.
No hay comentarios:
Publicar un comentario