Por Mónica Gutiérrez
El conmovedor esfuerzo retórico y emocional que Alberto Fernández puso en la presentación de su principio de entendimiento con el FMI no fue suficiente. Resultó un esfuerzo extenuante y vano.
El
demoledor mazazo que Máximo Kirchner propinó al Presidente de la Nación en la
tarde-noche de este lunes no deja margen a doble interpretación.
El
vástago presidencial tira del mantel arrastrando todo a su paso.
Es
un gesto extremo, adolescente, autorreferencial pero carece de toda inocencia.
El
objetivo aparece claro, desmarcarse, retener el capital simbólico que supone
heredar por derecho divino de su difunto padre.
La precipitada referencia de AF en el sentido de que CFK no acompaña la decisión de su hijo, pero tiene “matices” con lo acordado con el FMI va en el mismo sentido.
La
aclaración presidencial deviene inconsistente frente al repaso de la lapidaria
exposición que bajo el título: “Los pueblos siempre vuelven”, CFK
bajó en su paso por Honduras.
En su magistral
clase caribeña sumó densidad a la narrativa anti FMI emparentando a los
organismos internacionales de crédito con el narcotráfico y otras oscuras
conspiraciones globales.
Ella no parece dispuesta a manifestarse ahora, pero lo haga o no, ya ha tomado una prudente distancia de lo que decida, haga o disponga su criatura política. Ella y su descendencia se auto preservan para un futuro que aparece hoy más incierto que nunca.
La
carta de Máximo es despiadada, feroz.
Carente
de toda corrección lingüística y conceptual convierte a Fernández, a ojos de
todos, en una suerte de “Frankenstein” que tomó vida propia y sale a
contradecir el prístino catecismo del oficialismo K.
Máximo
lo dice con toda crudeza.
No
comparte la estrategia utilizada ni los resultados de la negociación encarada
por el Gobierno.
Asegura haber advertido en tiempo y forma de su posición y propone llamar a las cosas por su nombre.
Para
Máximo, no hubo una negociación dura y hay que dejar de hablar de “beneficios”
de lo acordado.
Para
el Jefe de La Cámpora el FMI es la Fuerza Monetaria Internacional.
Por el momento, CFK mantiene distancia, se preserva, queda como silenciosa guardiana de su relato.
Deja
hacer.
Calla,
pero no otorga.
Máximo
le hizo la avanzada.
Como
en los despiadados días de septiembre, cuando a solo horas de las PASO, a AF se
le rebeló la granja y los ministros y funcionarios le renunciaron en masa,
ahora Alberto Fernández dispone de una
nueva oportunidad.
Colocado al borde del precipicio, AF tendrá que optar.
No tiene ya
margen ni alternativa: o asume el poder de una buena y santa vez o vuelve a
subordinarse.
El
argumento de que su esfuerzo está en mantener la unidad interna y el frágil de
la coalición empieza a ser una corte ya insostenible para justificar su natural
tendencia a la cobardía y procrastinación.
Se
la vuelven a servir en bandeja, pero claro, el menú está envenenado.
Resultó en extremo penoso escuchar al Presidente reivindicar la marcha en contra de la Corte Suprema mientras se le abría la más grave crisis política interna que hasta aquí le tocó enfrentar.
En
las populosas barriadas de La Cámpora reina el desconcierto.
Una
suerte de cauto silencio a la espera de alguna señal.
Solo
unos pocos referentes de segundas líneas celebraron en las redes la “dignidad”
de MK.
Una
dignidad de poca monta si consideramos que el susodicho se baja de la
presidencia de su bloque pero retiene la banca y todos los atributos,
retribuciones y honores de su condición de diputado.
Nadie
quiere soltar ninguna caja.
Nadie puede ser
declarado loco mientras no se ponga a prueba comiendo vidrio.
Es
probable que al desentenderse de sus responsabilidades y soltar la mano al
Presidente, arrastre a sus más fieles, que en un número no demasiado
significativo, no moverían el amperímetro frente a una votación.
A esta hora, no obstante, hay más dudas que certezas.
CFK
se mantendrá en silencio o bajará sus implacables consideraciones por alguno de
los medios que le son afines. ¿Cuál será la actitud de la oposición política
frente a este violento cambio de escenario?
El
Presidente emprende su viaje hacia Rusia, China y Barbados, en medio de un
tembladeral.
No hay manera de estabilizar rumbo alguno, por light, precario o poco ambicioso que se presente, si la política no acompaña.
AF deja al
frente del Ejecutivo a su genitora política, la que lo gestó para que le garantice
el regreso al poder.
Parte
hacia los países que, como dijo en su momento la Vicepresidente, nadie pensaba
que nos proveerían de las primeras inoculaciones.
Se
preparaba para decolar munido de un visado suficiente para facilitar su
indemnización frente a las feroces tensiones que sacuden el mapa del mundo.
Ahora toma su vuelo en medio de una tormenta política que asegura turbulencias y con la tarjeta pre viaje vencida y sin perspectiva alguna de recuperar crédito en el inmediato corto plazo.
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