"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 11 de octubre de 2009

12 de Octubre Festividad de la Virgen del Pilar y de la Hispanidad...

La Virgen del Pilar es una advocación mariana católica, patrona de la Hispanidad, venerada en la Basílica de Zaragoza (España) a la que da nombre.
La leyenda sobre sus orígenes se remonta al año 40, cuando, de acuerdo a la tradición cristiana, la Virgen María se apareció a Santiago el Mayor en Caesaraugusta.

María llegó a Zaragoza «en carne mortal» —antes de su asunción— y como testimonio de su visita habría dejado una columna de jaspe conocida popularmente como «el Pilar»

El pesado día de mi santo (Pilar Rahola)

Los fachas usan el día para chutarse dosis de nostalgia y en Madrid pasean la cabra de la Legión

Vaya por delante mi anticipada felicitación a las Pilares que pueblan, abundantemente, las tierras peninsulares, incluyendo el ingente grupo de Pilares catalanas.
Y me paro un momento en este punto, porque, a pesar de los tópicos al uso, Pilar es un nombre de larguísima tradición catalana, tal como me hizo notar, hace tiempo, el ilustre y culto poeta Joan Argenté.

En cualquier caso, mi familia ha contribuido con tres generaciones de Pilares a la catalanidad del nombre, lo cual debe ser meritorio de algo, aunque no alcanzo a saber qué.

Felicidades, pues, a mi madre, a mi abuela in memóriam, a todas las tocayas que van por el mundo gozando de tan bello nombre y... arrastrando tan pesada carga.

Porque ¡miren que se presenta sobreactuado el día de la pobre Virgen!

A pesar de los esfuerzos de las susodichas por rebajar la sobrecarga simbólica a la terrenal condición de fiesta privada, el Pilar es uno de esos días barrocos que la historia se ha encargado de impostar.

Durante décadas fue una fiesta vergonzosa, vinculada a los fastos de la dictadura, que en tan notable día paseaba bajo palio su negra simbología.
Fue el día del imperio, de la Raza –dicho así, sin anestesia–, el día de la Guardia Civil –cuando los tricornios no resultaban tan simpáticos– y, en definitiva, el día de una concepción prepotente y dominadora del concepto España.

Todo aquello que abominábamos, desde el rincón de nuestra sorda derrota, estaba representado en el día del Pilar.
Y así, muchas de nosotras vivimos durante años la sibilina contradicción de amar el día de nuestro santo, pero estar hasta los mismísimos de la carga simbólica que le habían otorgado.
Aún hoy, los simpáticos amigos de turno se ven con la irrefrenable necesidad de hacer bromitas al respecto.

Por supuesto, los tiempos han modificado los símbolos, tanto como han cambiado las sensaciones, y hoy la fiesta se reduce a la glorificación, algo maltrecha, de una nebulosa llamada "hispanidad".

Los fachas de turno aprovechan el día para chutarse una dosis de nostalgia, y en la capital del reino pasean la cabra de la Legión.

Todo es kitsch, casposo, tan anticuado como el símbolo del que se deriva, pero ha perdido la capacidad de ofender a tirios catalanes y a troyanos republicanos.

Sin embargo, personalmente, la fiesta que mañana celebraremos continúa resultándome antipática, no en vano fue impuesta, contra toda lógica democrática, por el vendaval de una transición que barrió la memoria de la represión.

En el caso catalán, además, significó la desaparición de fiestas de una honda identidad catalana celebradas, incluso, durante el franquismo.

Por supuesto, nos hemos acostumbrado, porque a todo se acostumbra el buey, pero cada vez que llega el 12 de Octubre, algunos demonios se ponen a bailar y nos susurran a la conciencia:

- "¡Cuánta memoria maltrecha, y cuán poca dignidad!"
…………………..

Sí Rahola lo escribe…

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