"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 26 de enero de 2010

La misión sectaria: “No veo, no oigo, no hablo” – Diego Trefs

Dioses y diosas personales, atributos espirituales internos o externos; símbolos, signos, señales; mensajes proféticos, secretos revelados, escritos, manifiestos, palabras, traducciones, adaptaciones y una llamativa (por desmedida) producción al español de aproximaciones neo paganas basadas en la tradición cristiana; pruebas irrefutables, por originales; sabios, guías, consejeros, “terapeutas”, intermediarios de una verdad incuestionable; líderes que necesitan del “milagro” para resurgir como nuevo lo viejo, y cuya influencia subliminal instaura (generalmente con métodos poco convencionales) la idea de la exclusividad de los elegidos.

Grupos que escinden (desde dentro y desde fuera) con respuestas preparadas para sintetizar (y minimizar) la vida y que, según opere la fuerza (insinuada siempre como todopoderosa) pondrán el énfasis en los pensamientos, en el corazón, o en ambos.
En extrema síntesis, una amplia gama de ostentaciones discursivas que desesperan por predicar el “no pensar” para sumar.

Con creencias y actuaciones aparentemente opuestas, todas las sectas ostentan dos caras (disfraz que continuarán usando):
< De un lado, se mostrarán fieles a la creencia
< En el reverso someterán para dirigir e inducirán dependencia para dividir.

Este nexo, objetivo compartido que se oculta como un gran secreto, nos permite incluir a cada nuevo grupo surgente que porte estas características en la misión sectaria.

Y entre tantas aproximaciones al término “secta” selecciono:
“Grupo humano que se ha separado de otro preexistente priorizando una afirmación parcial por encima de la verdad, al seguir a un maestro particular o su doctrina y que por tanto, se inhabilita a sí mismo para la comunión – O. Gerometta.

Es evidente que no pudieron alcanzar los resultados esperados (que se demoran) tan solo a través de la imagen (bosquejo engañoso), por esto se impondrán con conflictos de mayor complejidad, como la necesaria “guerra entre creencias”, sofisticación creada para provocar una mayor permeabilidad social que a su vez permitiría, siempre hipotéticamente, diluir el fracaso de quien no pudo controlar tanto para dominar.

No podemos desestimar las acciones de grupos destructores de lo social, pero es necesario aclarar que sólo se puede manipular lo manipulable, lo cual nos permitiría inferir que no son los grupos, no son los líderes, somos los sujetos que al intentar “conservarnos” podríamos estar manipulándonos a nosotros mismos para no ver, no oír y no hablar, para depender de ellos y no pensar.
¿Resultados azarosos?

Freud afirmaba que ningún mortal puede guardar un secreto porque la traición le brota por cada uno de sus poros.

El sombrío inicio histórico de cada secta es anecdótico; el de la confusión social es, probablemente, la consecuencia de tan impreciso inicio.

Expectantes y complacientes ante los presupuestos teóricos de la hipocresía que irradia la misión sectaria, no asumiremos el valor de la libertad...

Mara Martinoli

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