"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 1 de marzo de 2010

Charlas de Quincho

De la alegría al dolor en un par de horas: la presidenta chilena voló a Santiago el sábado a la madrugada; llegó a su país a las 2 de la mañana, tras compartir un alegre asado en Buenos Aires. Una hora y media después, el infierno inesperado. También tembló San Juan, en plena Fiesta del Sol, con presencia de gobernadores y de estrellas porteñas.
En cambio, los remezones que se sintieron en Olivos este fin de semana tuvieron poco de sísmico: la pareja presidencial no viajó a El Calafate para darle los últimos detalles al mensaje no leído que se escuchará hoy en el Congreso.
Finalmente, en una boda cordobesa nos enteramos de que Carlos Menem volverá a usar el dedo.
Veamos...

Mirtha Legrand, Karina Rabolini, Daniel Scioli, José Luis Gioja y su esposa, y Susana Giménez en la sanjuanina Fiesta del Sol. En pleno recital de «la Sole» y de Los Nocheros, llegaron los remezones del terremoto en Chile. Lo que amenazaba con ser una estampida fue una salida ordenada, gracias al gobernador local.

¿Dónde estabas a la hora del terremoto?
Ésta es la pregunta que se perpetuará como emblema de esa desgracia que sufrió Chile, un país ya sufrido en el territorio de la loca geografía (así lo bautizó el escritor Benjamín Subercaseaux) que con esfuerzo construyó lo que se ha malogrado en una desgracia que hace llorar al mundo por las vidas perdidas, la riqueza pulverizada.
Un hecho que está por sobre la voluntad y que llama al memento mori (recuerda que morirás), por sobre la vanidad de las cosas y la futilidad de las discusiones que arrastran los políticos, que en un instante pierden valor y hacen recordar que todo lo que se puede pagar con dinero es barato.
Lo caro es lo que no se recupera, habrá pensado Michelle Bachelet, quien la noche del viernes, a poquísimas horas del terremoto en su país, estaba en Buenos Aires participando de una divertidísima fiesta en la embajada de la calle Tagle, anfitriona de su representante Luis Maira y la esposa de éste, la novelista Marcela Serrano, la más famosa de su país, pero que casi no ha venido a Buenos Aires durante estos años del marido embajador.

La Bachelet venía de Mar del Plata, donde celebró junto a Cristina de Kirchner y Daniel Scioli la partida de la regata del Bicentenario en la que corren las fragatas escuela de los dos países, Libertad y Esmeralda, un simbolismo que llamaba a la cita de Hemingway en «El viejo y el mar», cuando escribió que «la vela, arrollada, parecía una bandera en permanente derrota»; la nave argentina no tiene presupuesto y abandonará después de un par de escalas, y la chilena tiene el palo mayor roto.

La presidente de Chile quería comer un asado en el país, que, recordó desde la cabecera de la mesa, fue el primero y el último que visitó al asumir y al dejar el cargo.
En Buenos Aires tiene a su hija, que estudia Sociología, a la que visitó estos años sin anuncios, travesías que levantaron en algún momento la leyenda de una simpatía rioplatense que cultivaría en la intimidad con un legislador uruguayo que venía a visitarla en ferry -modestia de amantes orientales- cuando ella pasaba por la capital argentina.

Llevó a ese asado a su canciller, Mariano Fernández, y a un grupo de amigos chilenos con intereses aquí, y otros argentinos con alguna parcela en Chile.
Afable y riente a esa hora les pidió a los varones peronísticamente que se sacaran el saco.
Lo hicieron Jorge Taiana; Mauricio Macri -se fue pronto, quizás para evitar encontrase con Cristina de Kirchner, quien había anunciado que iba a pasar, algo que nunca ocurrió-; el embajador en Chile, Ginés González García; el ministro de Trabajo, Carlos Tomada; el senador socialista Jaime Gazmuri; Hernán Lombardi; el secretario cultural, Jorge Coscia (la atrajo tanto a su par chilena Paulina Urrutia que ésta se quedó en Buenos Aires y movió cielo y tierra el sábado para regresar a su país en desgracia); el designado embajador en Londres, José Nun; los empresarios Eduardo y Hugo Eurnekian; los ex embajadores Arnoldo Listre (ligado al grupo Eurnekian) y el «Guayo», Eduardo Rodríguez Guarachi, que representó a Chile en la Argentina y ligó tanta amistad con Carlos Menem que guarda anécdotas imperdibles sobre las peripecias amorosas del riojano con Cecilia Bolocco -una en la sala vip del aeropuerto de Santiago, que nunca le contará a nadie-. También es amigo de Eduardo Duhalde, tanto que compartieron una consultora de negocios binacionales durante un tiempo, después de 1999 (funcionaba en el edificio de oficinas de la calle Lima que está frente al Ministerio de Salud)

Nadie podía prever la hora triste que seguiría a esa noche porteña con asado. Bachelet se derramó en su discurso en cantos de amistad.
Celebró la construcción del paso de Aguas Negras (ríe Ginés, que produce vinos en San Juan) y del túnel cordillerano (ríe Eurnekian), y festejó la apertura del centro cultural junto al edificio de la embajada en la calle Tagle.

«Los chilenos conocen mucho de la cultura argentina», dijo, e ilustró cómo para un chileno venir a Buenos Aires es como ir a París.
«Pero los argentinos no conocen mucho de lo chileno», y para eso este centro, y otro que prometió construir junto a la residencia de la embajada argentina en Chile (la de la calle Vicuña MacKenna, que hoy el embajador Ginés le prestará al canciller Fernández para que haga, en la emergencia, una reunión con embajadores, un gesto de hermandad insólito y alentador).

«Ahí vamos a hacer otro centro, el Mercedes Sosa», dice Ginés.
«Pero al lado va el Violeta Parra, que va a hacer mi Gobierno», replica Bachelet mientras manda a refrescar las copas de vino Marqués de Casa Concha.
«¿No quieren un túnel entre esos dos centros?», bromeó en una mesa el ex jefe de Gabinete de la cancillería de Rafael Bielsa, Eduardo Valdés, hoy asesor en la construcción del túnel (es su especialidad profesional, los túneles).

Ante los representantes de la mayoría de las universidades nacionales y privadas -destacados por el protocolo de Bachelet en las invitaciones- y los representantes de Cencosud, Fallabella y otras firmas chilenas asentadas en la Argentina, Eurnekian tuvo el gesto más pródigo: le entregó a Bachelet una reproducción de una rosa (símbolo del socialismo) fabricada en plata por el artesano de los símbolos de Gobierno (hace los bastones de mando y las bandas de quienes asumen la presidencia), José Pallarols.
Se encantó Bachelet con ese presente y se distrajo hasta cerca de medianoche en comentarios discretos con Taiana y otros embajadores sobre la suerte de la nueva singladura del Gobierno argentino, el nuevo round contra Inglaterra por las Malvinas.

Quedaron más preguntas que respuestas: ¿no paga la Argentina en esta puja la falta de confianza de los países de la región, cuyos presidentes tienen una simpatía formal con los Gobiernos Kirchner, pero que no los alienta a más compromisos que firmar comunicados?
Alguno de los presentes señaló que la pelea por Malvinas tiene que salir de una puja bilateral y convertirse en una causa del Mercosur o la UNASUR con la Unión Europea.
Sumando a más protagonistas, se imaginó en una de las mesas, la posición argentina se reforzaría.
Mantener la pelea en lo bilateral es un buen recurso para ganar apoyos hacia adentro de la Argentina, pero hacia afuera debe ser multilateral, pontificó un embajador.

Otra: confrontar en esa interminable negociación entre «deseos» (Gran Bretaña) e «intereses» (la Argentina) de los kelpers, ¿no es algo que debe superarse para terminar con una discusión léxica?
Los kelpers podrían demostrar que sus intereses son sus deseos y así sepultar el debate. Una más, ¿no podría la Argentina licitar las mismas áreas que están concediendo los kelpers y Londres a otras empresas, entre ellas las argentinas?
¿Qué haría Londres, las atacaría o buscaría que se aliasen? ¿No pondría un gesto así las cosas en otro nivel del debate?

Otra: ¿qué gana la Argentina adhiriendo a la teoría de que la Guerra de Malvinas la hicieron unos militares ilegales que eran tan represores que fueron a reprimir a los isleños para salvarse?
Esa tesis es indemostrable frente a lo que fue una agresión inglesa a la que favoreció un escenario muy parecido al de hoy, un Gordon Brown tan débil como entonces Margaret Thatcher y un descrédito de su administración por el compromiso con Irak.
Es decir, al que le conviene embanderarse en una lucha por una soberanía indemostrable sobre las islas.
Taiana, que sostiene que es una puja bilateral en la que hay que buscar apoyos externos, venía entusiasmado de una cita con Ban Ki-moon en la ONU, en donde percibió que la fuerza del reclamo argentino esta vez movilizará a ese organismo más allá de las palabras.

Bachelet se levantó minutos antes de medianoche, se fue a Aeroparque y partió hacia Santiago. Llegó a las 2, y a las 3.35 se derrumbó todo.
En un instante el mundo giró y la puso frente a un desafío inesperado, a una semana de dejar el Gobierno.
Lo que era gloria y fiesta se convirtió en luto y comenzar de nuevo.

Las catástrofes acercan a los pueblos a sus Gobiernos, algo que puede levantar aún más su popularidad.
No le hizo caso al libreto que leen algunos políticos argentinos escrito por asesores de imagen que les recomiendan estar lejos de las malas noticias.
Algo que mantiene a los mandatarios criollos lejos de las inundaciones, los cromañones, los bloomberazos o los gualeguaychús.
Ella estuvo en la TV a primera hora reclamando el último esfuerzo antes de irse.
El ministro Ginés tenía pensado quedarse el sábado para ver la derrota de Racing frente a Independiente, en donde compartiría palco con Scioli y el ministro-intendente «Cacho» Álvarez.

La tragedia de Chile se lo impidió y tuvo que mover todas las influencias para ir a Santiago.
Lo logró sobre la tarde, cuando festejaban los rojos el gol contra Racing, gracias a Eurnekian, quien facilitó no sólo un vuelo privado, sino también que se abriera por unos minutos el aeropuerto de Santiago, que no le pertenece (lo administra el grupo Urenda, los mismos que tienen el puerto de Valparaíso), pero en donde tiene amigos del gremio.
Eso permitió que Ginés estuviera en la tarde del sábado organizando ayuda para las víctimas, algo de lo que sabe también porque fue ministro de Salud.

La hora del terremoto lo encontró despierto al gobernador de San Juan, José Luis Gioja, en la madrugada del sábado, en pleno recital de apertura de la Fiesta del Sol en el autódromo del Zonda, cuando rugían los micrófonos. Cantaban a voz en cuello la saltarina Soledad, el recio Chaqueño Palavecino y los abolerados «Nocheros» y hacían moverse
a la concurrencia, que de pronto se dio cuenta de que todo se movía, pero de más. Era el temblor que replicaba el terremoto chileno. Dispersión, pánico, toma el micrófono Gioja, que sabe de temblores y ordenó: «¡Muchachos, no se asusten, estamos en San Juan, acá todo es antisísmico!». Más desconcierto porque el temblor no terminaba. El vozarrón de Gioja logró ordenar el recital y la salida, que se hizo con el temor de quien no sabe qué pasó. Eso no aplazó el animus del gobernador, quien no suspendió, en la noche del sábado, la fiesta grande, que contó a Daniel Scioli como invitado y el grupo de las divas,

Mirtha Legrand y Susana Giménez, que no se había mostrado nunca en un acto público cargado de política.
Estuvieron en un cóctel que siguió a la elección de la Reina del Sol, en donde Scioli y Gioja se mostraron más que juntos.
Tanto que hasta alguno, subido de tinto, especuló con una fórmula. Se escucharon frases de confianza sobre que la primaria de agosto de 2011 será la que ordene todo. Otro, más ansioso, decía que no habrá fórmula presidencial del oficialismo hasta que no termine la Copa del Mundo en Sudáfrica.
Como ocurre en estos casos con divas tan cerca, el protocolo se impuso. Invitar a estas figuras es muy conveniente para quitarle sordidez a la política y los anfitriones confían siempre en que pasarán semanas en sus provincias hablando de esas dos rubias que compartieron el palco con los funcionarios.
Esto le importa mucho, además, a los sanjuaninos, que hacen crecer esta Fiesta del Sol a un nivel que se acerca a lo que es la Fiesta de Vendimia que se celebra el próximo fin de semana en la vecina Mendoza, con la cual los sanjuaninos siempre compiten en capacidad de organización.

También el terremoto sorprendió a los Kirchner en Olivos, en otro fin de semana sin El Calafate.
Esta vez el impedimento estuvo en la necesidad de preparar con el mayor cuidado la presentación hoy de Cristina de Kirchner en el Congreso.
Lectura de apuntes y decisión final de no llevar discurso escrito.
Para Kirchner, otra oportunidad de pulsar apoyos y rebeldías.
En la noche del jueves, celebración de los 60 años con poquísimos funcionarios, familia y algún invitado del conurbano, el intendente de Ezeiza Alejandro Granados, recipiendario de las instrucciones para hoy en el Congreso.

Primero que todo, presencia de intendentes, gremios y piqueteros en la plaza para acompañar a la Presidente y mostrarle un apoyo que compita con los forcejeos con senadores y diputados, algunos de los cuales hoy estarán ausentes. Ante ese grupo que lo acompañó en el brindis del jueves, Kirchner explicó cuál será el lema de la campaña del Gobierno: la igualdad, lograr que el reparto de la renta entre trabajadores y empleadores sea del 50 y 50.
«Como cuando gobernaba Perón».
Con esa consigna cree que juntará votos, algo que uno de los presentes puso en duda por lo desacreditados que están los números del INDEC.
¿Quién medirá esa igualdad? ¿Moreno?
Eso, según Kirchner, está en curso de remediarse porque los índices del INDEC, dijo, se van aproximando a los cálculos privados.

Alguno, más escéptico, creyó que tampoco hay con qué comparar porque, expresó con ironía, si Moreno dibuja los indicadores de la economía, qué no haría Perón en su tiempo. Sus números se los acepta como buenos, pero creen algunos, no resistirían un round de revisionismo histórico.
Para los presentes, además, alguna instrucción sobre el conurbano con la misma frase que usó en el acto del miércoles en La Plata: ¿dónde están los aparatos políticos? Esos aparatos están vacíos.
El dardo fue para algunos intendentes que se dejan llevar, cree, por los cantos funerales del kirchnerismo.
Ya se van a dar cuenta de que con esos aparatos no consiguen nada.
Y que lo diga Kirchner, que con ese aparato del conurbano no logró vencer a la oposición que representó en junio pasado Francisco de Narváez.

O sea que no hubo descanso en la residencia presidencial, ni el sábado, cuando se apareció en Olivos Jorge Taiana con el uruguayo Enrique Iglesias (secretario de las cumbres de mandatarios iberoamericanos) para confirmar que a fin de año, en la cumbre de Mar del Plata, estarán los reyes de España, quienes a esa hora ya habían cancelado las previsiones para ir a Santiago de Chile esta semana para abrir el Congreso de la Lengua.

Michelle Bachelet mandó a suspender esa reunión de intelectuales que le había traído más de un dolor de cabeza.
Fue cuando desplazó de los discursos de apertura de esa fiesta de académicos y lingüistas nada menos que a Mario Vagas Llosa y al novelista Jorge Edwards, dos hombres de pluma de prestigio indiscutible, pero que participaron activamente en la campaña de Sebastián Piñera.
Se agregó a eso que la representación de Cuba mandó a decir que no iría a ese Congreso, enojada porque habían invitado a la bloguera anticastrista Yoany Sánchez, un emblema de la disidencia de ese país que iba a tener una tribuna mundial imperdible. Todo quedó en la nada por el terremoto.

Para saber algo solvente sobre el último encontronazo del Gobierno en el Congreso había que ir adonde esa información estaba. La encontramos en la estancia Paz, en el corazón de Ascochinga, en donde el empresario Euclides «Tati» Bugliotti -ex supermercados, ahora El Orfeo, etc.- casaba el sábado a su hija Fernanda con un heredero de la familia Beltrán.

Ese campo perteneció a Julio Roca y conserva un museo con memorabilia de ese prócer del 80 pero la declinación de esa etnia hace que ahora se alquile para casamientos, divorcios y cumpleaños de 15.
Tiene un glorioso parque diseñado por el mítico Carlos Thays sobre el cual Bugliotti tendió una carpa para 400 invitados que devoraron una entrada de sushi y pescados ahumados y de principal el lomo con las verduras salteadas y el purecito de batatas.

Había más empresarios que políticos (el padrino quiso evitar presencias delasotistas y schiarettistas), muchos jueces, dirigentes como Teodoro Funes (ex viceministro del Interior de Carlos Menem), Carlos Becerra a la cabeza de un lote radical, y dos emblemáticos del peronismo que fue pero que quiere volver a ser, Julio César Aráoz (ex ministro y hoy escudero de Eduardo Duhalde) y Alberto Kohan, que agregan valor porque son de los pocos que hoy hablan con Menem, el hombre bisagra.
No soltaron prenda ante la decena de curiosos que se les acercaron para conocer algo del corazón del riojano, pero hablaron y mucho entre sí.

Cruzaron figuritas valiosas.
Por ejemplo, que Menem prepara para la sesión del miércoles un discurso furibundo contra oficialistas y opositores. Sobre los primeros, dirá que nadie puede creer jamás que él haría un acuerdo con el kirchnerismo en una votación como la del Fondo del Bicentenario.
«Eso no lo puede afirmar nadie que me conozca a mí, que creo que el kirchnerismo es la destrucción de la Argentina».
Limitará las explicaciones sobre su ausencia en la sesión preparatoria del Senado a que él no acordó tampoco nada con los opositores que usaron su nombre en vano.
«Hay que tener respeto, y más cuando se dicen amigos».

Cargará las tintas para mortificar a quienes hoy lo critican en la oposición y en el oficialismo.
Reserva dardos para los dos diputados que entre los peronistas disidentes más empujan para sacarlo de la foto, Felipe Solá y Francisco de Narváez.
Del primero recordará que lo sostuvo como secretario de Agricultura «casi un ministro, porque no se hablaba con Domingo Cavallo.
A este ministro le puse límites para respaldarlo a Solá en ese cargo, límites que quizás no le puse a Cavallo en otras cosas que hacía. Y ahora me ignora».

También memorará que la ex esposa de Solá era su embajadora personal como parte de la relación que tenía con ellos.
A De Narváez le recordará que cuando era presidente este empresario solía visitarlo con el argumento de que quería aprender de él qué era el peronismo.
«Me escuchaba horas hablar, hasta llegué una vez a ofrecerle un ministerio, lo hice entrar en la política».
El discurso que prepara Menem, según lo que se decía en esas mesas, cerrará con la mano levantada apuntando hacia todas las bancadas:
«¡A la mayoría de ustedes los hice yo con este dedo!».

Al salir anunciará el riojano su candidatura presidencial, con fecha y todo, algo que inquieta en especial a Aráoz, quien hoy junto a Miguel Toma es el principal asesor de Duhalde, quien también lanza candidatura. ¿Por adentro o por afuera del PJ?, les preguntan.
Por ahora, por adentro, después se verá. Duhalde, nos enteramos en esa fiesta, cree que la palanca del proyecto es ganarle al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires y después sentarse a negociar una candidatura presidencial.

No termina de explicar Duhalde cómo será la secuencia porque la ley de primarias acumula los tiempos electorales de Nación y provincias en las mismas fechas y eso impide que haya mucho margen para aprovechar un resultado local con un plan nacional.
Sin delasotistas ni schiarettistas, los cordobeses especularon mucho sobre quién será el candidato peronista a la gobernación.
Bugliotti ensayó una frase: «Va a ser un juez».
Todos miraron hacia el camarista Jaime Díaz Gravier, que es de una familia peronista, es hijo de un juez de la Corte Suprema de Juan Perón e integró el tribunal que lo condenó al ex general Menéndez.
Este Díaz Gravier figura siempre en las especulaciones electorales del peronismo cordobés, pero cada vez se escudó en sus fueros de magistrado para escaparle a las presiones para pasarse a la política.

Antes del terremoto en su provincia (causó dos muertos), el salteño Juan Manuel Urtubey se paseó entre empresarios y periodistas hablando a hurtadillas sobre lo que no dice en público, ya que presume de tener algún proyecto para 2011.
Había participado en el almuerzo con empresarios de Cristina de Kirchner en Olivos, pero no replicó lo escuchado allí: «Personalmente, creo que la Argentina es un país muy especial.
En los últimos 30 años hicimos todo mal. Y ahora los únicos que aparecen como candidatos son ex presidentes», dijo cómodo en su despacho de la gobernación en Salta. Por si hace falta alguna otra precisión, se declaró admirador del Gobierno de Néstor Kirchner, pero hasta 2007, sin mencionar lo que vino después: «Duhalde y Kirchner ya cumplieron su etapa».

Como todo gobernador peronista que se precie se incluye en la lista de presidenciables, pero aclara: «No voy a ser vice de nadie. Soy gobernador y me voy a quedar en la provincia».
En la crítica no sólo incluye a Duhalde y a Kirchner.
«El Lole no es la esperanza de la nueva política.
Hace 20 años era gobernador. No se puede decir que represente a la nueva política». Frente a esa opción, los peronistas aportan una estrategia que ya repitieron en elecciones anteriores: abrir el juego a todos sin definir candidaturas hasta que la crisis amaine.
Sólo que esta vez la lista es más grande que en otras ocasiones: «Si Macri quiere ser peronista, buenísimo.
Si Cobos quiere venir, que venga. Todos pueden aportar.

El peronismo hoy incluye a todos los que acompañen: a Kirchner, a Lole, a Duhalde, a Das Neves. Pero hay que ver quién es más competitivo».
Pero ese ida a y vuelta tiene sus vetos: «Los Kirchner y la oposición estaban los dos con la lógica del amigo-enemigo. Sobre esa base no se puede competir», dice Urtubey.
El salteño tiene también en mente un proyecto, que ya analiza en Salta, que puede complicar a la Casa Rosada: crear por ley un fondo que se nutra de $ 5.000 millones del impuesto al cheque que hoy corresponden al 70% de ese tributo que se queda la Nación para distribuir entre las provincias de acuerdo con el índice de NBI (necesidades básicas insatisfechas) y no el de la coparticipación federal.

Ese «fondo de convergencia» estaría destinado a acercar a las provincias el reparto de la torta total de impuestos nacionales con menor índice de necesidades insatisfechas con las que sufren hoy más.
Ese proyecto, a pesar de que el gobernador de Salta no lo reconoce, tiene puntos en común con la idea que impulsa la oposición de arrancarle al Gobierno parte de la coparticipación del impuesto al cheque y, al mismo tiempo, parece no despegarse de la lealtad a los Kirchner, un intento que parece compatible.

Vamos a terminar con un chiste matrimonial.
Una señora de mediana edad, tratando de reavivar la gastada llama de su pareja, gasta una pequeña fortuna en cosméticos que se venden con la garantía de reducir al menos 20 años el aspecto de las damas que los utilizan.
Así, la señora tiñe su cabello, se encrema la cara y se embadurna el cuerpo de crema reductora.
Una vez concluido el tratamiento, se presenta en baby-doll ante su marido y le pregunta:

-Honestamente, querido, ¿de qué edad parezco?

El esposo la contempla, y responde:

-Mirá: por el pelo, unos diecinueve años; por la cara, unos veinticinco; por la figura, unos veintitrés...

-Ay, callate, versero... ¡Gracias, mi amor!

-¿Qué gracias? Esperá que haga la cuenta...

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