"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 28 de septiembre de 2011

A 189 años de su independencia

Brasil, el imperio sudamericano, ¿socio de la UNASUR 
o el imperialista del subcontinente?

Por JOSÉ MARCELINO GARCÍA ROZADO *

Es de elogiar el extenso trabajo de García Rozado.
Leyendo la nota podría aventurarse que “la alegría no es sólo brasileña” ni la tristeza patrimonio del porteño de Buenos Aires o Rosario.
No obstante, el análisis por momentos adolece de imparcialidad debido a una marcada exégesis peronista y duhaldista que el autor hace del tema, reduciendo así la claridad del enfoque.

La preocupación de García Rozado es comprensible en quienes blasonan ideologías y formas de vida conservadoras opuestas a liberalismos de izquierda y derecha.
Puede decirse que existe una Argentina imperial desde hace mucho tiempo, quizás desde el preciso momento en que los antiguos habitantes del virreinato del Río de la Plata cruzaron la Cordillera para liberar Chile y llegar a Ecuador, o dieron patente de corso a Hipólito Bouchard para saquear los mares de todo el mundo.
La movilidad social horizontal y vertical viene de lejos en Argentina: Cornelio Saavedra era boliviano y Rivadavia negro, no mestizo.
¡Estamos hablando de hechos que sucedieron hace 200 años!, cuando Brasil era lo que era y toda la América mestiza había caído otra vez en manos del cruel español y los únicos que resistían eran… nuestros ancestros.
No por nada las primeras o actuales banderas de los países centroamericanos, Perú y Paraguay, llevan la disposición de las franjas y colores similares a la enarbolada por Belgrano.
Si eso no es imperialismo…

Y créase o no esa actitud se mantiene hoy día.
En cualquier aspecto digno a imitar la América toda desde Méjico al sur mira en primer lugar a los Estados Unidos y luego a este territorio.
Que la mayoría de los argentinos no lo sepa es otra cuestión.
Brasil es un gran país digno de estudio pero nuestro ticket debe ser de ida y vuelta.
Coincidimos con García Rozado en que debemos adoptar definitivamente una política imperialista argentina. Indudablemente llevará mucho tiempo implementarla.
No podrá contar con los personajes de la actual dirigencia que se hallan anclados en el pasado y seriamente comprometidos con el presente y el futuro.
Deberá, además, ser lo suficientemente amplia en lo ideológico porque puede ser tan contraproducente para llevar a cabo esa acción pensar en “europeo” como en “americano”.
Los argentinos –hemos dicho con anterioridad– no somos ni unos ni otros, tampoco mejores o peores, simplemente, por interacción de la gran inmigración europea, distintos.

Recientemente, la Presidente habló en la ONU acerca del tema Malvinas y deslizó la posibilidad de suspender los vuelos que desde Chile se realizan hacia y desde nuestras islas desde 1999.
Es una posibilidad.
Pero deben existir otras también dignas de estudio.
La política exterior es –debe ser– producto de la interna.
Quizás el autor del estudio nos sorprenda más adelante con un trabajo acerca de la proyección futura de Argentina en América y el mundo. Mientras, habrá que leer detenidamente el sesudo artículo y sacar conclusiones.
Recomendamos para su mejor compresión una impresión del mismo.
Vale la pena.
JUAN SALINAS BOHIL 

El pasado 7 de setiembre los brasileños festejaron su independencia que, a contramano del resto de Hispanoamérica, no lo hizo guerreando sino conformándose como una monarquía que fue transformada en el primer y único imperio americano gobernado hasta 1889 por Pedro I y Pedro II.
Este estatus le permitió al gigante sudamericano dos cosas:
. Ser la única nación que gobernó desde estas latitudes un imperio ultramarino, que llegó a gobernar a un reino europeo.
. Y que por convertirse en un imperio evitó la fragmentación que la Gran Bretaña le impuso al resto de Latinoamérica e incluso logró expandirse sobre casi todos sus vecinos, incluidos nosotros.

Brasil fue en sus inicios parte de la colonización que 13 naciones europeas –España, Portugal, Francia, Inglaterra, Escocia, Holanda, Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia, Polonia, Lituania y Rusia- realizaran sobre una parte al menos del continente Americano, siendo asimismo la única que gobernó a un imperio ultramarino, siendo también entre 1802-1821/22 la sede de la monarquía portuguesa ante la invasión napoleónica de la península ibérica, y a partir de su independencia tras el regreso de Juan IV a Portugal, su hijo Pedro I convirtió este Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve en el Imperio del Brasil que llegó a gobernar no sólo a Portugal, sino que se convirtió en un imperio ultramarino que se expandió a casi todos los continentes y que en su momento llegó a ser el más extendido del globo.

Brasil comparte con el resto de Latinoamérica un punto de partida común y es que se conformó como Estado independiente como consecuencia de la invasión francesa a la península Ibérica entre 1807 a 1814, hasta antes del ingreso de Napoleón a dicha península, las colonias que Lisboa y Madrid tenían en el mundo se mantenían firmes a éstas, pero tras que sus casas reales fueran conquistadas, todo cambió. Fernando VII fue apresado y en las colonias españolas se conformaron juntas de resistencia en Andalucía, impactando a su vez en la América española donde varias ciudades empezaron a proclamar su derecho a establecer sus propias juntas “soberanas” para defender a ese mismo monarca.

Gradualmente los movimientos hispanoamericanos que pedían restaurar al rey castellano contra Napoleón o más igualdad dentro del imperio en relación a los peninsulares fueron exigiendo repúblicas independientes, alentadas desde el Imperio de la Gran Bretaña. Miranda fue el primer latinoamericano en descubrir la maniobra del Imperio Británico de desmembrar en pequeños estados la ex colonia española, y lo enfrentó sin demasiado éxito, pues solamente unos muy pocos patriotas sudamericanos tuvieron aquella misma visión; San Martín fue uno de ellos e inició la lucha por la independencia de la Gran Sud América Unida quedando trunca ante la incomprensión de Simón Bolívar, quien consciente o no del impacto que éste pensamiento podía tener separó inicialmente la Gran Colombia del ex Virreinato del Río de la Plata, que por sus propias luchas internas terminó conformando las Repúblicas de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay y la de Guinea Ecuatorial en el África.

La historia del siglo XIX nos muestra con absoluta claridad como el Imperio de Brasil fue en el mejor de los casos, el brazo ejecutor del desmembramiento de lo que hubiera sido Argentina, y con la guerra de la Triple Alianza culmina su tarea destrozando a la pujante e industrializada Paraguay y terminando por consolidar la independencia uruguaya para convertir a ésta última en un tapón al dominio argentino del Río de la Plata y del estuario de los ríos Paraná y Uruguay. Todas estas situaciones más el avance territorial –expansionismo imperialista- del Brasil sobre Argentina, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela hizo de aquel pequeño reino confinado por el Tratado de Tordesillas a una ínfima porción del subcontinente sudamericano en el actual “gigante” territorial en que se ha convertido nuestro vecino, socio y hermano.

Toda esta introducción histórica es imprescindible para poder comprender a esta altura del Siglo XXI las necesidades mutuas y los resquemores aún existentes en muchos de los pueblos sudamericanos respecto del Brasil, un Brasil imperialista por concepción y por tradición –sin que esto sea ni un vano resquemor ni mucho menos una prevención- que paso de ser el país que tuvo la mayor población esclava del globo, llegando a 1888 con dicha situación y siendo quizás el último lugar del Nuevo Mundo en abolir la trata de negros y esclavos, a la actual situación de un país donde pobreza tem fim produciendo el mayor boom de ascenso social que se tenga memoria después de la revolución peronista de mediados del siglo XX. Fueron Perón, Getulio Vargas e Ibáñez quienes retomando el legado de Miranda y San Martín intentaron, cuando aún Brasil era un conglomerado de feudos y fundos productores primarios de mercaderías de escaso valor comercial en los términos del intercambio del siglo XX, recrear el viejo sueño de la Gran Nación Suramericana inicialmente a través del ABC –Argentina, Brasil y Chile-y que a través de comportarse como un siglo antes lo hiciera EEUU se lograse la creación del Estado Continental Industrial, con salidas al Atlántico y al Pacífico para su producción.

A fines del siglo XX, más precisamente durante las presidencias de Alfonsín y Sarney, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay entienden la necesidad de iniciar el camino del regionalismo primeramente como un Mercado Común, para ir avanzando con el tiempo hacia la Unión de Naciones; créase así el MERCOSUR que tuvo altibajos, problemas, contratiempos y hasta ciertas rispideces propias de la diversidad geográfica, poblacional, productiva y educativa de sus componentes en los 80 del siglo XX y con la mirada integral de estadistas fueron Fernando Henrique Cardozo, por Brasil, y Eduardo Alberto Duhalde en su interinato como Presidente por Argentina quienes inician el arduo camino de intentar unir al subcontinente, cosa que recién se logra tras la asunción de Luiz Inacio “Lula” Da Silva como Presidente de Brasil y con Eduardo A. Duhalde como Secretario del Mercosur quienes son los verdaderos y reales impulsores de la Unión de Naciones de Sud América, luego llamada UNASUR.

El inicio del siglo XXI trajo aparejado un nuevo escenario internacional, donde los “Términos del Intercambio” pasaron a ser por primera vez en la historia mundial favorables para aquellas naciones productoras de alimentos y de commodities, asimismo trajo también aparejado una crisis económica importantísima en Argentina -2001- y una fortísima devaluación de la moneda brasileña que cambiaron las reglas de juego del Mercosur -1999- atrapando en ellas a sus socios más pequeños quienes vieron como su estatus perdían peso definitivamente; hubo que hacer muchísimas concesiones dentro del bloque regional para superar estas contingencias y debieron ser Brasil, en primera instancia y por ser la mayor de las economías del bloque, y Argentina en segundo término porque había roto con los contratos existentes –default de la deuda externa y adopción de una política de sustitución de importaciones con cambio alto (devaluación)- aquellas naciones que más debieron ceder, cosa que no se terminó de concretar y que aún provoca reclamos tanto del Uruguay de Mujica, como del Paraguay de Lugo.

Este Mercosur se amplió con la incorporación inicial de Chile como miembro asociado, Bolivia con el mismo estatus y Venezuela como miembro pleno, previo a la definitiva conformación de la UNASUR sin lograr tampoco superar las rispideces y desconfianzas mutuas; las visiones políticas tan diferentes entre sus Presidentes, con unos enrolados en una izquierda casi vernácula y ahistórica –Chávez, Correa y en menor medida Morales-, otros en una izquierda socialiberal y más próximos a un populismo nacional –Kirchner, Tabaré, Mujica, Lula Da Silva, Bachelet- y por fin aquellos más próximos a la ortodoxia económica o de centro derecha –Alan García, Uribe, Piñera, Santos-, tampoco colaboraron a que esa unión de naciones avanzara al ritmo que el mundo y la región lo necesitaba.

Las diferencias ideológicas supieron ser motivo de resquemores cuando no directamente de conflictos –Ecuador/Colombia y Colombia/Venezuela- que debieron ser sorteados con la intervención del resto de las naciones y sus presidentes como mediadores; pero asimismo aquellas no alcanzaron para que el nuevo bloque regional no se alzara con voz propia ante la exigencia del imperialismo estadounidense de conformar un mercado continental con ellos a la cabeza, y muy por el contrario de aquella exigencia inicial de “conversar uno a uno” se pasó al conocido “4+1” de la cumbre de Mar del Plata, y del NAFTA ampliado por propuesta estadounidense y mejicana, a la definitiva conformación de la UNASUR.

Aquel cambio de escenario que acompañó el inicio del presente siglo, trajo para el subcontinente la paradoja de un crecimiento sostenido como nunca antes se había visto, pasamos de ser la “oveja negra” que teniendo infinitas riquezas naturales vivíamos en la pobreza a convertirnos en el nuevo “tigre” del crecimiento entre las naciones emergentes –novedoso calificativo que venía a reemplazar al de países del Tercer Mundo o países en vías del desarrollo (o en “la vía” del desarrollo)-, y este pasaje de un escenario de lumpenaje extendido a aquel otro de crecimiento con políticas sociales inclusivas y de explotación de nuestros recursos naturales para beneficio de nuestras propias naciones y en algunos casos también de sus poblaciones, generó que Suramérica comenzara a ser tenida en cuenta como una posible potencia comercial del futuro próximo. Mientras EEUU, Japón y Europa enfrentan una crisis financiera, económica y social nunca vistas y de final incierto, con defaults incluidos y crisis sociales notorias y permanentes, a la vez que las naciones musulmanas del norte de África y del Oriente Medio inician un sinuoso camino tras una supuesta democratización de sus regímenes de gobierno, Suramérica o la UNASUR reverdece y quizás con casi dos siglos de atraso logre posicionarse como Miranda y San Martín nos visualizaron.

Brasil, el imperial Brasil de las gigantescas diferencias sociales, aquel que –nadie sabe cómo- lograba hacer convivir a los descendientes de los esclavos africanos llegados en los siglos XVII, XVIII y XIX en condiciones verdaderamente paupérrimas, excluidos de la salud, la educación y hasta del trabajo registrado con los descendientes de los europeos inmigrantes, llegados durante el siglo XX y que trajeran una nueva visión industrializadora asentada prioritariamente en el “sur gaucho” donde luego del “suicidio” de Getulio en 1954 transformaran a Sao Paulo en la “capital industrial” por excelencia del Brasil.

A la instalación de gigantes de la industria –por lo general europeos Volkswagen, Siemens, Mercedes Benz, Fiat- se le sumaron las inversiones propias del Estado en petroquímica, energía, minería, agricultura por si o a través de créditos de incentivo otorgados por el BNDES el banco de inversión y desarrollo, a los privados y de esa manera y a la inversa de lo que hacíamos los argentinos ellos además de crecer procuraron el “desarrollo integral y sostenido” asentados en verdaderas Políticas de Estado que fueron llevadas adelante desde la mitad, como mínimo, del siglo pasado hasta el presente. Ellos conocían y llevaron adelante la concepción de Imperio como ideología geopolítica, incluyendo en ella hasta a los desposeídos de toda posesión, a quienes a falta de expectativas de futuro se les vendía el slogan de Brasil o país mais grande do mondo.

Durante ese mismo medio siglo Argentina pasaba del país industrial peronista –con sus carencias y sus falencias, pero con sus enormes y privilegiadas virtudes-, con inclusión y ascenso social, con investigación aplicada a la industria y al agro, a la ciencia nuclear y la aeroespacial, con escuelas y universidades de excelencia mundial cuna de Premios Nobel, y con una cultura de trabajo y esfuerzo para obtener aquel ascenso del que hablaba el peronismo a convertirse en un “espacio territorial” dominado por la cultura de la especulación, la usura financiera, el desarraigo de nuestras migraciones internas, el endeudamiento externo hasta volverse asfixiante la política de destrucción de nuestro industrialismo, generado con sangre y sudor, hasta llegar a la etapa final de la privatización casi total de todo aquello que fuere signo de crecimiento y desarrollo, pasando por las últimas etapas de corrupción más rampante como la actual.

Brasil con Lula, basado en lo que le dejara Fernando H. Cardozo, logró en una década, a través de la misma receta que aplicara en 1946 Perón o sea la redistribución del ingreso, rescata de la exclusión a 29 millones de habitantes, o sea casi un 25% de su población, que ahora como antes lo hicieran los Argentinos “sueñan”; la prioridad del gobierno fue transferir ingresos hacia las clases más bajas y permitirles el “ascenso social”, como correlato de éste la nueva clase media creció entre 2003 y 2009 (seis años escasos) hasta alcanzar 94,9 millones de personas, o sea más de un 50% de la población brasileña.

Cuando en 1992 la clase alta era el 5,4% la clase media alcanzaba al 32,5% y la clase baja –verdaderamente sumergida y hambreada como pocas, salvo la africana en el mundo- un 62,1%, pasados escasos veinte años (17 años exactos) aquella pirámide económica de clases se pasó a componer en 2009 con un 10,6% de clase alta, un 50,5% de clase media y una clase baja “mejorada sustancialmente” de un 38,9% de la población.

Lo importante de destacar –tal como hizo Perón entre 1946 y 1955- es que los ingresos per cápita de la mitad más pobre de la población brasileña crecieron a una tasa 318% más alta que la del 10% más rico y eso se logró en el período comprendido entre 2001 y 2009, verifíquense las similitudes de ingresos y años, o sea de políticas sociales aplicadas; sin una Evita que lo impulsare el ingreso de las mujeres en Brasil en relación al de los varones creció un 17,8% y el de los negros y pardos –descendientes directos del esclavismo lusitano y componente racial muy mayoritario (80% de la población)- creció por sobre el de los blancos un 24,6%, mientras que el ingreso de las familias con jefe de hogar analfabeto –un porciento enorme de la población brasileña (y que hizo siempre la diferencia con la población más sumergida de Argentina)- creció un 53,5%.

Todas estas cifras reflejan un verdadero “modelo-plan” de inclusión y ascenso social, uno que si bien pudo tener diferencias notorias con el aplicado por el peronismo de mitad del siglo pasado tuvo asimismo enorme cantidad de puntos de contacto; y ese punto de contacto fue el incorporar al trabajo regular o “en blanco” –registrado- mediante la instalación y creación de “polos de desarrollo” en las regiones metropolitanas nordestinas de Recife, Salvador, Belo Horizonte, Ceará, Mato Grosso do Norte, Pernambuco y en menor medida a Rio de janeiro, Sao Paulo y Porto Alegre bajando notoriamente el desempleo a casi la mitad desde marzo 2003 a junio 2011 pasando del 12,9% a un 6%.

El modelo aplicado –fruto de Políticas de Estado serias y continuas en el tiempo- fue muy similar al aplicado por el peronismo de los tres gobiernos de Juan Domingo Perón, y hasta con ciertas similitudes al aplicado tras la crisis de 2001 por la dupla Duhalde-Lavagna y se basó fundamentalmente en el “consumo interno como motor”, este modelo rescató a millones de brasileños de la exclusión y potenció a una economía que creció en base al mercado interno, generando la obligación en el sector industrial de reinvertir las ganancias en la ampliación de la oferta y en el mejoramiento y actualización tecnológica de su producción, para competir con lo llegado desde el exterior. Brasil pasó a construir y desarrollar automotores, aviones, barcos, sumergibles, centrales atómicas, acero, petróleo, armamento –pasando a ser el primer productor mundial de armas livianas- y complementariamente a su tradicionales cultivos de caña de azúcar, cacao y café encaró el desafío de producir carne ovina, porcina y aviar y granos y oleaginosas superando en estos últimos campos a sus tradicionales productores y proveedores, entre ellos nosotros.

El ingreso familiar mensual brasileño referido a las clases económicas descriptas anteriormente y basamento del modelo de achicamiento del desempleo y crecimiento y conformación de la “nueva clase media” es de R$ 6.329 o $ 16.150 en la clase alta, hasta R$ 4.854 o $ 12.380 en la clase media y de hasta R$1.126 o $ 2.870 para la clase baja con una canasta familiar básica de R$ 268,52 o sea $ 685 en el Estado y la ciudad de San Pablo; el poder de compra de la clase media brasileña alcanza al 46,2% del total y un 93,4% de los hogares brasileños con electricidad –que deben estar en un 70% del total poblacional- tienen heladera y línea blanca, este es el motivo por el que el 80,9% de la población cree que la economía mejorará aún más a partir de 2012, logrando ser la población más optimista del mundo, son ellos los que mejor califican su propia felicidad en el futuro cercano.

Pero Brasil no es solamente lo que logró hacia “el adentro” sino que es lo que logró respecto del mundo globalizado, su enorme crecimiento en los últimos diez años, o sea en los albores del siglo XXI lo convirtió en “un actor global de enorme peso”, su tasa de crecimiento del PBI per cápita fue de casi el 3% anual –muy inferior al crecimiento a la china de nosotros pero con la diferencia de que ellos crecieron agrandando significativamente el PBI nacional a la vez que acumulaban cuantiosas reservas monetarias-, y junto con Rusia, India y China caminan a convertirse en las economías dominantes. Brasil es el 7º país en el ranking económico mundial, desplazando a Rusia, Canadá, Italia, y la India, si bien muy lejos de EEUU (crisis mediante) que detenta un PBI en billones de US$ de 14,65 ya casi alcanza a la mitad del de China de 5,87, o el de Japón de 5,45 pero supera holgadamente a esa cantidad respecto de Alemania con 3,31 y muy cerca ya de Francia y el Reino Unido que detentan cada una 2,58 y 2,24.

Brasil tiene hoy un PBI de 2,08 billones de UU$ muy, pero muy lejano al de Argentina, la segunda nación suramericana que se ubica en el puesto 28º y con un PBI de UU$ 370 mil millones mientras nos quintuplica en cantidad de población y por lo tanto de mercado interno de consumo; la evolución del PBI del sector agropecuario brasileño pasó en 8 años -2002/2010- de un 2,7% a un 7,5% y el de la industria manufacturera en el mismo período del 11,6% al 15,7% mostrando aquí una de las variables poco positivas ya que el desarrollo agropecuario fue notoriamente superior al manufacturero, implicando que Brasil también a primarizado su producción en forma notoria.

El campo, la industria, la minería y la construcción son los “pilares” del “modelo de desarrollo” del Brasil y explican su creciente peso como potencia económica mundial; simplemente como un ejemplo burdo el balance comercial que hasta 2003 fue superavitario para nosotros y hoy ha pasado a ser deficitario pues ellos nos venden por US$ 17.945 y nos compran por US$ 14.421 millones.

El gigante suramericano enfrenta la crisis económico-financiera global realizando ajustes macroeconómicos tales como la imposición de impuestos a los ricos y a las grandes fortunas para solventar la salud pública pues considera que el 3,6% invertido en salud pública es pequeño para atender las necesidades de las clases media baja y baja por lo que Dilma Rousseff plantea “duplicar el presupuesto” porque como bien explica Ligia Bahía, directora de Abrasco –Asociación Brasileña de Salud Colectiva– “no estamos hablando de dinero sino de salud. ¿Cuáles son los indicadores de salud que queremos lograr? Somos la 8ª economía más grande del mundo y la Nº 78 en mortalidad infantil… mientras los gastos de los intereses de la deuda pública costaron R$ 185 mil millones (US$100.655 millones), los del Ministerio de Salud fueron de R$ 65 mil millones (US$35.333 millones) en el último año”.

Brasil toma medidas para que “jamás artículos extranjeros compitan de forma desleal con nuestros productos” y para hacerle caso a su Presidente el Ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior “ajusta tornillos” de la legislación brasileña y utiliza todas las armas a su alcance sin desobedecer las reglas de la OMC. Se incorporaron productos a la lista de excepciones a la Tarifa Externa Común (TEC) y dos derechos nuevos antidumping en las importaciones; es para elogiar el esfuerzo del Gobierno en reforzar la defensa comercial en un momento de contracción de la economía global, cuando los países ricos y también los grandes emergentes como china buscan desesperadamente nuevos mercados para sus productos; es en ese ambiente, donde proliferan conductas anti-competitivas en el comercio.

Cuando son bien aplicadas sin ceder a la tentación del proteccionismo –y más respecto de una industria tecnológicamente obsoleta y no competitiva-, medidas de defensa comercial ayudan a los sectores industriales que están siendo atacados. Más adelante, pero no mucho más, será necesario que Brasil actúe sobre la macroeconomía, luego de recortar las tasas internas, para parar la sangría de los capitales especulativos golondrinas, deberá devaluarse el real como efecto colateral positivo. Dilma tomando medidas le pide al pueblo “calma frente a la crisis internacional” pero en el mientras tanto actúa coherentemente sobre su economía, esto a nosotros nos perjudica pues si se supera una relación real dólar de 1,85 afectará irremediablemente aún más nuestra ya deficitaria relación comercial.

El superávit primario fiscal de Brasil será elevado en R$ 10 mil millones o sea US$ 6.250 millones para conformar ampliando el fondo anticíclico para enfrentar el desafío de la crisis global, ellos toman medidas pensando en los dos próximos años pasando el superávit primario a casi R$ 90.800 millones o sea US$ 57 mil millones anual, y si bien estiman un crecimiento de 3,5% anual para el próximo año la apuesta de Dilma es tomar medidas como la consolidación fiscal, que se suma a las reservas del BCB por U$S 350 mil millones, para garantizar la continuidad del crecimiento de la economía, permitiéndoles a las empresas mantener sin cambios los planes de inversiones y proyecciones de crecimiento para el resto del 2011 y el 2012.

Para el Brasil el crecimiento de la economía tiene que acompañar el crecimiento de la renta, motivo por el cual Gobierno, empresarios y sector trabajador acuerdan las metas y los objetivos mirando aquella dualidad importante. La reciente devaluación del 3% del real generó en la comunidad argentina de negocios una profunda inquietud, pero ¿qué medidas está tomando nuestro gobierno respecto de la crisis internacional?, o lo que es más importante ¿cuál es la política de complementariedad argentino-brasilera o argentino-suramérica en materia agropecuaria, fabril o energética (por nombrar sólo las más importantes)?

Podemos quejarnos del imperialismo brasileño cuando lo que deberíamos hacer es adoptar definitivamente una política imperialista argentina que complemente, contradiga, compulse o se amalgame con la de ellos y con las del resto de nuestros hermanos suramericanos. Hablar de Patria es casi una sinrazón, algo chovinista y perimido, nos quitaron tanto el sentido de Patria y de Nación que hablar de nacionalismo es, pareciera, un anacronismo y somos tildados de fascistas, el peronismo supo ser un movimiento de masas donde primaba el Pueblo y el sentido de Nación y de Patria, y donde el “ser nacional” era un verdadero estandarte y la nacionalidad una bandera no sólo cultural, sino social y económica, en vez de mirar con desconfianza a nuestro vecino, socio y hermano debemos comenzar por reconocer que durante casi 40 años le hemos errado el vizcachazo, en lugar de crecer con vistas a desarrollarnos nos hemos mirado el ombligo y realizamos todas aquellas cosas que fueron en detrimento de nuestro propio beneficio, y hoy miramos con desconfianza a Brasil.
Buenos Aires, 23 de Septiembre de 2011
*Instituto de Planificación de Políticas de Estado (IPPE)
Arq. José Marcelino García Rozado
Director Académico

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