“El éxito de una guerra se mide por la cantidad de daños que causa” -
Victor Hugo
Entregados casi todos los opositores sin luchar, doña Cristina ha trasladado el campo de batalla, el teatro de operaciones, al interior de su propia tropa, se trate de los gobernadores, de los líderes sindicales, de los funcionarios o de los empresarios.
Con poco bagaje de cultura histórica, y desoyendo todos los consejos que llegan desde el pasado de la humanidad, la señora Presidente continúa abriendo nuevos frentes.
A aquéllos en los que ya combatía contra Moyano, Scioli y Macri, ha decidido –por necesidad- sumar ahora a los gremios y a las entidades patronales.
El discurso del jueves 10, encolerizado y, por momentos, extremadamente grosero y chabacano, fue una prueba contundente de la fragilidad del ánimo presidencial, en un momento en que la tormenta arrecia; los círculos más informados imputan a Patotín y sus restricciones a las importaciones de medicamentos el notorio deterioro de las formas y los modos presidenciales.
Porque, como muchos argentinos hemos descubierto a partir de las elecciones legislativas de 2009 y sus consecuencias –provocado por nosotros mismos-, es decir, un Congreso integrado por miles de fracciones diferentes que reaccionaron infantilmente ante las maniobras del oficialismo, permitiéndole aprobar todos los adefesios que se transformaron en leyes, y hasta abstenerse, en lugar de votar férreamente en contra, cuando se violó la Constitución confiscando el 51% de YPF, el único enemigo verdadero de la señora de Kirchner –el peor fantasma, ya que no puede negociar ni comprar su voluntad- es la economía.
Siendo así, me pregunto por qué los argentinos, en general, desconocen la identidad del Ministro del rubro, tanto como desconoce la de los dueños de Ciccone, que hoy imprime el dinero nacional.
Esa economía le está gritando ¡basta! al “modelo”. Esta misma semana, los cálculos de las consultoras privadas triplicó el índice de inflación medido por el Indec y lo llevó, anualizado, a superar el 30%, pese a la recesión que ya se manifiesta en varios sectores de la actividad productiva. Si el Gobierno pretendiera engordar sus famélicas cajas en pesos con emisión, para mantener sin cambios el progresivo crecimiento del gasto público, ese porcentaje se verá muy ampliamente superado.
Las cosechas de cereales y oleaginosas está demostrando la exactitud de los pronósticos formulados, ya en diciembre de 2011, por los analistas más serios de la Argentina, compensando con menores cantidades la suba registrada en los precios.
Esas predicciones hablaban de un deterioro equivalente a US$ 10.000 millones en ingresos provenientes de las exportaciones del campo.
Ello, sumado a las crecientes -en volúmenes y en cotizaciones- importaciones de combustibles que, salvo que la recesión los empuje fuertemente a la baja por la menor demanda, llegarán a los US$ 12.000 millones y a la necesidad de afrontar los pagos de la deuda dolarizada, da una pauta de las enormes complicaciones que tendrá esa caja, cuya maquinita no se encuentra en manos de doña Cristina sino en las de Obama.
La devaluación paulatina del real brasileño es una nueva mala noticia y las eventuales sanciones que la Unión Europea o la OMC pudieran imponer a la Argentina terminarán de complicarla.
Sin que pueda, en modo alguno, calificárseme de epígono de don Néstor (q.e.p.d.), ya que los daños que éste produjo al tejido institucional y moral de la Argentina resultarán irreparables por muchos años, debo confesar que su gobierno fue mejor que el de su sucesora, una comparación que nos retrotrae a la época en que Perón nos dejó a Isabelita en la Presidencia.
Ésta, como la actual ocupante de la Casa Rosada, se encerró en un raro y muy estrecho círculo (las versiones de hoy de aquel López Rega podrían ser Kiciloff o Zanini) que, con distintos métodos y objetivos, pretendió tomar el control total del país; lo que ayer se intentó a tiros y a bombazos, ahora se pretende hacer con la forzada implantación de estos neo jóvenes idealistas en todos los vasos capilares del Estado. Aunque doña Cristina no lo sepa, esa actitud recuerda, y mucho, a la del Partido Comunista de China, tan bien descripto por Richard McGregor en su reciente libro sobre el tema.
Dice el autor: “China conserva muchos de los resortes institucionales que le dan una apariencia pluralista, como un gobierno ejecutivo, un parlamento y unas cortes. Pero la presencia constante y en segundo plano del Partido implica que el papel público de estos órganos ha de ser recalibrado constantemente en función de la realidad del poder, que se desarrolla en gran medida fuera de su alcance, a sus espaldas”.
Que ese párrafo pueda ser traspolado casi textualmente es un hecho que pueden confirmar don Righi, Rafecas, Moyano, los Ezkenazi, Hadad y hasta el propio Magnetto. Continúa McGregor:
“Hace falta un diccionario para entender a qué se refieren los líderes chinos cuando hablan de democracia”
¿le suena conocido?
Pero, volviendo al tema que da título a esta nota, hagamos un breve inventario de estas guerras de Cristina: Moyano, la CGT y las paritarias; el déficit sideral en pesos; la falta de dólares; la recesión; la incontrolable inflación; el monstruoso déficit energético; Scioli, la Provincia y la sucesión presidencial; el mundo globalizado, Brasil, México, Uruguay, España, Estados Unidos, la Unión Europea, el Ciadi y el G-20; la falta de combustibles; Macri y la ciudad de Buenos Aires.
Los ex amigos íntimos demonizados; la corrupción de aquéllos a los que debe proteger.
En su intento por destronar a Camión de su sitial en la CGT, que puede llevar a que ésta se parta, el Gobierno está asumiendo un riesgo seguramente no medido.
Cada uno de los líderes sindicales, sin una conducción centralizada, deberá competir con los demás para obtener mayores ventajas salariales e impositivas para sus afiliados, ya que actuar en sentido contrario, como lo acaba de hacer Andrés Rodríguez, de UPCN, serviría sólo para entregar esas voluntades a las nuevas formaciones de izquierda, sumamente combativas.
Los ejemplos de la CTA de Micheli, que ya salió a contestar con un plan de lucha al líder oficial de los empleados estatales, es sólo una muestra de ello.
La otra, casi obvia, es la UOM cuyo líder, Caló, fue elegido por la Presidente para ocupar el sillón de la calle Azopardo, ante la difusión del prontuario de su primer prohijado, Martínez, de la UOCRA, quien además enluta las páginas y los noticieros de la prensa diariamente.
Pese a la zanahoria que implica la oferta de tal jefatura, los metalúrgicos no están dispuestos a ser el pato que pague la fiesta del gasto cristinista.
Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y Santa Cruz, con mayor o menor virulencia, son la avanzada de las provincias con problemas ya insolubles, que pueden obligar a sus gobernadores, en caso de inasistencia central, a emitir las denostadas cuasimonedas.
Si eso ocurre, un nuevo mito del kirchnerismo, como el desendeudamiento o la mejor distribución de la renta, caerá a pedazos; además, traerá la protesta social masiva a las puertas de la Casa Rosada.
Cómo harán doña Cristina y sus asesores para evitarlo requiere, por ahora, un ejercicio de imaginación futurista que no está a mi alcance.
Patotín, “el mejor funcionario de este Gobierno”, reemplaza con convicciones su ignorancia en materia económica.
Su incursión, ya en 2006, en el mercado de la carne en la Argentina, produjo la desaparición de doce millones de cabezas de ganado, el incumplimiento reiterado de la cuota Hilton, la pérdida de cincuenta y ocho mercados de exportación, la caída del consumo y la triplicación de los precios, y todo ello en una pretendida defensa de la “mesa de los argentinos”.
Si bien resolvió, como le fue encomendado, el atolladero del cortísimo plazo, el mediano y el largo, naturalmente, le resultaron adversos, con las consecuencias apuntadas.
En octubre, después de su triunfo electoral, doña Cristina le encargó que detuviera la corrida cambiaria y la fuga de capitales.
Otra vez, Moreno pudo exhibir un triunfo de algunos –muy pocos- meses.
Hoy, aunque en menor medida, la fuga ya se ha reactivado y la brecha entre la cotización oficial y el mercado paralelo llega al 15%, preanunciando una devaluación.
Pero también se lo puso a cargo de cuidar la caja de dólares del Gobierno, apretada por obligaciones concretas y de difícil cumplimiento.
Como un elefante en un bazar, Patotín cerró las importaciones de todo tipo, paralizando una industria que, como sucede en el resto del planeta, está globalizada y depende de insumos extranjeros para producir bienes en la Argentina.
Las tan temidas consecuencias serán –en realidad, son- la mayor recesión y el creciente desempleo, pero Moreno habrá cumplido su orden.
La anunciada y condicionada pre-candidatura de Scioli a la Presidencia en 2015, obligado por las corrosivas maniobras de don Mariotto y La Cámpora, ha desatado una nueva conflagración de resultados imprevisibles.
A don Daniel no lo soporta el cristinismo, pero sus posibilidades de apretarlo con el riesgo de que la Provincia estalle, deberían hacer que se abstuviera de destruirlo; sin embargo, la tentación será muy fuerte y el largo plazo, en esta administración, es la semana que viene.
Como el Gobierno y sus integrantes tienen demasiados muertos en el placard, doña Cristina no dispondrá, para esa guerra, de municiones fuertes que provengan de la Justicia.
Don Moyano tiene demasiada información para revelar, en caso de que se lo meta preso, y la Presidenta conoce las dotes de kamikaze de don Camión.
Si, como dicen las malas lenguas, la cerrada defensa de Guita-rrita se debió, también, a una amenaza de éste de revelar algunos datos complicados, el dilema estaría comprobado.
Righi, en cambio, se llamará a silencio, para no herir aún más un “modelo” al cual tanto adhiere.
En resumen, parecen ser demasiados frentes simultáneos para una gestión centralizada en manos de una única persona que, además, carece de los conocimientos más básicos en materia económica y que sólo se asesora con un marxista dogmático y meramente académico.
No es un piloto de tormentas y, en medio de ella, abre nuevos frentes de combate, intentando vender una épica discursiva que forma parte de una película que los argentinos hemos visto demasiadas veces, y siempre terminar en fracaso.
Para terminar de amargarle la semana, sufrido lector, le cuento que todos los integrantes del Gobierno buscarán cualquier camino que les permita eternizarse en el poder, porque han sembrado demasiados odios y dejado demasiadas huellas digitales; saben, así, que un futuro en manos ajenas les resultaría sumamente incómodo.
Hace mucho tiempo, dije que a estos personajes no los echarían las manifestaciones, los cacerolazos y, ni siguiera, los votos.
Entonces, imagine usted cuáles podrán ser las alternativas de que dispondrán, en caso de que el proyecto reeleccionista fracasara.
Buenos Aires, 13 Mayo 2012
Enrique Guillermo Avogadro
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