Por ALFREDO GRANDE*
Especial para La Tecl@ Eñe
“en verdad os digo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que encontrar a Jaime” (aforismo implicado)
El genio de Dalmiro Saenz acuñó para siempre la frase: “que risa, todos lloraban”, ideal para usar en un velorio.
Las sesiones del Poder Legislativo no fueron un velorio.
Más bien fue una sala de partos donde la ley mas votada en los tiempos de la democracia fue parida sin fórceps ni molestas episiotomías con aliados desde el espanto.
El brutal retroceso que implicó el menemismo da sustento a esta epifanía de los sentimientos, nacionales, populares y patagónicos.
Debo aclarar que la ley me parece justa.
La ley.
La expropiación de las acciones de Repsol deberá ser acompañada de cláusulas indemnizatorias por los años de saqueo sin memoria.
Por supuesto, ese es el talón de Aquiles o las hemorroides de Zeus.
Si alguien investigara la complicidad del gobierno actual con las prácticas predatorias de Repsol, creo que sería denunciado como conspicuo integrante de la gran cofradía gorila, cipaya y destituyente.
Como el fin justifica los olvidos, los arrugues de cerebro y las amnesias políticamente correctas, podemos cacarear memoria, verdad y justicia, pero nada decir sobre la privatización de YPF, sostenida, propiciada y hasta pagada por la invasión de la barbarie menemista.
El paradigma es Dromi, el mismo que dijo que la argentina estaba de rodillas ante el imperio, y ahora trabaja con la obediencia De Vido.
Pero además del olvido por mandato de La Cámpora sin camporistas, también está prohibido, o al menos, enérgicamente sugerido, no relacionar situaciones que podrían hacer empalidecer la gloria de los gladiadores K.
Me refiero, obviamente, y seguramente recibiré muestras de simpatía, a la masacre de Once, responsabilidad de los buenos amigos cirigliano.
O la ley antiterrorista, o el proyecto X, o la brutalidad de la megaminería a tierra abierta y destruida.
Claro que ahora los tiempos y los espacios son otros.
No entiendo como los profetas K no inventaron el lema: “Vanderbroele o Repsol”.
Así, mientras expropiamos a los malos, permitimos emitir millones a los buenos.
Una democracia como la nuestra, que ama la desmesura, que va por todo, que dice que peronismo es kirchnerismo, y que no ser kirchnerista es traición a la patria, no puede detenerse en hacer una sencilla auditoría sobre quienes votaron la privatización (piedra libre para Parrilli) y quienes votaron la expropiación y marcar con naranja las coincidencias.
Ahora bien: ¿esto serviría para algo?
Quizá en lo económico y político no.
Al contrario: sería como lavarse con agua sucia.
Tenemos memoria para poder marcar a lo absolutamente imperdonable, y hasta ahí.
En los crímenes de lesa humanidad no está incluída la Trata, solo para poner un ejemplo.
Pero para la permanente construcción de una cultura emancipatoria, aunque los lobos se hayan hecho un implante de piel de cordero, deben ser denunciados.
Incluso para permitirles el bien supremo de la autocrítica y que ofrezcan la otra mejilla.
Que entre compañeros no es duplicar el castigo sino propiciar otra oportunidad.
Entonces la figura de un Umberto Illia volvería a tener el lugar que merece, porque fue víctima de la más brutal operación destituyente, cuando se lo comparó con una tortuga.
Luego que fue despojado el lobo Vandor brindó con Onganía.
El discurso justificatorio fue la proscripción del peronismo.
Y entonces la CGT y parte del peronismo partidario pactó con Onganía que proscribió a todos.
¿Se acuerdan del cursillismo?
La versión pre 90 del pensamiento único.
Por eso si las victorias se contextuaran con las derrotas, incluso con los fracasos, el horizonte de lo posible sería mucho más consistente.
Se aplaudió de pie el default y se aplaudió la salida del default.
Pero sin default y sin ajustazo (pesificación asimétrica) no hubiera sido posible esto que llamamos kirchnerismo.
Si el acierto de hoy tuviera como referencia los derrapes de ayer, los aciertos de hoy serán más coherentes, más consistentes, más creíbles.
No habría malos de ocasión, y según la ocasión, cambiar a los malos.
¿Hay que elegir entre Hadad y Cristobal López?
Yo creo que no.
Pero aunque cambiemos a los malos de turno, el Gran Malo, por más serio que sea, seguirá trayendo penas y olvidos.
Por supuesto que no pienso pedirle al Gobierno actual avances hacia el socialismo.
Tampoco lo hice con Alfonsín.
Lo terrible es creer que este capitalismo real va a caer solo.
O lo que es peor: que hay formas de un capitalismo posible y que puede haber justicia en una matriz injusta. O derechos humanos con hambre y exclusión social.
Lo único que lamento es que Menem no votó por la expropiación como había anunciado.
Hubiera sido la parábola perfecta.
Pero no es necesaria la perfección.
El buen entendedor, aunque lo inunden con palabras, no dejará de entender.
Se cambia la obra, se cambian los personajes, se cambia al director, incluso se cambia el desenlace, pero el teatro siempre tiene los mismos dueños.
Y para no llorar preferí reír mientras todos votaban...
* Médico Psiquiátra, Psicoanalista y Cooperativista. Miembro Fundador de Ático Cooperativa de Salud Mental
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