¿Miente más el Gobierno argentino o el estadounidense?
Mientras que los precios de bienes y servicios en Argentina son tres veces lo que revelan los números oficiales, en Estados Unidos podríamos estar aún más fuera de curso.
Noticia de último momento que llega desde la pampa.
The Washington
Post:
Argentina congela precios para romper espiral
inflacionariaArgentina
anunció una congelación de precios durante dos meses en los productos de
supermercado, en un esfuerzo por romper la espiral
inflacionaria.
La congelación se aplica a todos los productos en
todos los supermercados más grandes de la nación, un grupo que incluye a
Wal-Mart, Carrefour, Coto, Disco, Jumbo y otras grandes cadenas. El grupo de
empresas comerciales, que representan el 70% del mercado argentino, alcanzó el
acuerdo con el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, informó Télam, la
agencia de noticias del Gobierno. La actual Administración de ese
país hizo este movimiento para detener los aumentos de precios que anteriormente
negaba que estaban sucediendo. Se dijo que la inflación fue sólo del 10%.
Resulta que es más como un 30%.
Pero nuestro enfoque hoy no está en la
tierra de los gauchos, sino en la de los peces gordos y los payasos, la tierra
que está al norte del Río Grande.
Antes de llegar a esto, sin embargo,
echemos otro vistazo a lo que ocurre al sur del Río de la Plata, según esta nota
del portal de noticias
RT:
El
Fondo Monetario Internacional (FMI) ha emitido una "declaración de censura" para
Argentina, por proporcionar datos inexactos de la inflación y del PBI de la
nación y le ha dado hasta el 29 de septiembre para enmendar los problemas o de
lo contrario impondrá sanciones.
El FMI instó a Argentina a
arreglar sus estadísticas "sin demora".
El ente dijo que
revisará el progreso de la Argentina en noviembre y advirtió que si el asunto no
se resuelve podría imponer sanciones al país. Esto impediría que una de las
mayores economías de América del Sur participe en la votación de las políticas
del FMI y tenga acceso a financiación. ¿Cuándo será el momento en
que el FMI revise las cifras de inflación de Estados Unidos?
Nosotros
nunca prestamos mucha atención a las afirmaciones de que funcionarios públicos
estaban falsificando los números intencionalmente. Muchos de ellos honestos
empleados de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS). Muchos de ellos
republicanos. Algunos miembros del
Tea Party, el partido político ultra
conservador. Demasiados puntos de vista diferentes para lograr una verdadera
conspiración.
En vez de eso, los que trabajan en el Gobierno tratan de
informar el número correctamente. Aún así, con tanto chocolate en la cocina,
estaban obligados a untarse un poco los dedos. No es que alguien tuviera la
intención de defraudar al público, es sólo que las instituciones tienen
prejuicios propios... que a menudo ni siquiera la gente que trabaja dentro de
ellos puede ver.
Ha aumentado la complejidad de calcular el costo de
vida. La gente de inteligencia razonable y buena voluntad puede llegar a
conclusiones diferentes acerca de cómo debe hacerse este cálculo. En esos
momentos, incluso un pequeño sesgo institucional puede llevar esos números en la
dirección equivocada.
En un primer momento, los resultados difieren poco,
de una forma u otra. Entonces, la institución se "adueña" del método utilizado.
La reputación está en juego, sus carreras dependen de ello. Una legión entera
-con su propia jerarquía, credo, ortodoxia y pensiones- se desarrolla. Y
entonces, no hay vuelta atrás... no se puede dudar, porque en este punto muchas
cosas dependen de ello. Cambiarlo costaría miles de millones de dólares... o
billones de dólares. También cambiaría mucho la forma de pensar de las personas.
Confesar se vuelve algo impensable.
Eso es lo que ocurrió con el Índice
de Precios al Consumidor (IPC) en Estados Unidos. Unas pequeñas e inocentes
distorsiones crecieron hasta convertirse en algo grotesco y monstruoso. Pero el
Gobierno no puede admitirlo. Hay demasiadas cosas en juego.
Peter Schiff,
corredor de Bolsa y escritor describe lo sucedido:
Desde
la década de 1970 los indicadores de inflación preferidos por el Gobierno han
cambiado tanto que se parecen muy poco a los utilizados en los días conocidos
como "malaise days", durante el mandato de Jimmy Carter. El Estado y la academia
defienden la integridad y exactitud de los métodos modernos, y a la vez
desestiman a los críticos, considerándolos unos teóricos de la conspiración.
Pero, teniendo en cuenta todo lo que está en juego, es difícil creer que el
sesgo institucional no juega ningún papel en todo esto. Los estadísticos del
Gobierno son responsables de esa metodología y de esos números, y sus jefes se
sienten aliviados cuando las cifras de inflación son bajas. El comportamiento
humano está siempre influenciado por esos incentivos.
A partir
de la década de 1980, las metodologías fueron alteradas para compensar una
variedad del comportamiento del consumidor. La nueva "chain weighted CPI"
(cadena compensada del IPC), por ejemplo, incorpora cambios en el gasto
familiar, el sesgo de sustitución y mejoras subjetivas en la calidad del
producto.
Estas medidas, esencialmente, no sólo informan sobre
los movimientos de precios, sino también sobre los patrones de gasto de los
consumidores, sus elecciones y los cambios de producto. Esto está bien, si el
objetivo es medir el costo de la supervivencia. Pero ésa no es la finalidad para
la cual se hicieron esos parámetros. Sí estaban ahí las buenas
intenciones, pero también estaba el camino hacia el infierno. Schiff trató de
calcular cuánto habían cambiado los precios en la realidad:
Identificamos
al azar los cambios en los precios de 10 productos y servicios de uso diario en
dos períodos, separados por diez años, y luego se compararon con los supuestos
cambios en el Índice de Precios al Consumidor durante ese mismo período. Los
diez artículos que seleccionamos son: huevos, autos nuevos, gasolina, leche,
pan, papas, alquiler de vivienda, café, servicios dentales y la
electricidad.
Entre 1970 y 1980 el IPC oficial aumentó 112%, y
los precios de nuestra canasta de bienes y servicios aumentaron en un 121%, sólo
8% más rápido que el IPC. En contraste, entre 2002 y 2012 el IPC aumentó sólo
27,5%. Pero nuestra canasta aumentó casi el doble: ¡52,1%! Así que los métodos
utilizados en la década de 1970 para calcular el IPC capturaban eficazmente los
cambios en los precios de nuestros productos, pero sólo calculó correctamente la
mitad de esos movimientos en la época más reciente. Qué
conveniente.
Sólo para estar seguros, hicimos el mismo
experimento con 10 bienes y servicios diferentes. Esta vez elegimos: azúcar,
pasajes aéreos, manteca, cerveza, manzanas, transporte público, cereales,
neumáticos, carne de res, y medicinas recetadas. Los resultados fueron
notablemente similares. La canasta aumentó 1% más rápido que el IPC entre 1970 y
1980 y 32% más rápido entre 2002 y 2012. En ambos casos se seleccionaron un
conjunto aleatorio de alimentos y otros artículos.Hoy en día,
gracias a los pequeños cambios de rumbo que hizo la Oficina de Estadísticas
Laborales en los años 80, el IPC está muy lejos de donde debería estar. Iba
hacia Nueva York y llegó a Buenos Aires, si estadísticos alternativos como John
Williams o Chapwood Finance tienen razón. La cifra en Estados Unidos parece
estar más fuera de curso que la de los argentinos.
Se considera que los
aumentos reales de precios en Argentina son tres veces el número oficial. En
Estados Unidos, el BLS dice que los precios están subiendo a un ritmo de 2%.
Williams y Chapwood dicen que la tasa real es 10%: ¡cinco veces
más!
Pero, un momento... si estas cifras son correctas, lo cambia todo.
Los números del IPC se utilizan para desinflar el PBI. Se utilizan para ajustar
la Seguridad Social y las pensiones del Gobierno. Se utilizan para decirle si
usted está ganando dinero con sus inversiones o perdiéndolo. Se utilizan para
mantener los impuestos a la par de la inflación. Se utilizan en todas
partes.
Y si el IPC oficial se subestimara significativamente, ¡los
resultados serían catastróficos! Sí, es malo. Sólo para empezar, el PBI estaría
en grave declive, revelando que la economía de Estados Unidos ha estado
realmente en una depresión durante los últimos cuatro
años.
Saludos.
Bill Bonner.
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