Alejandro Foxley:
"...¿Somos capaces de recuperar esta capacidad de consensos y liderazgos?
Fue posible en la fase de consolidación de la democracia, cuando convocamos al sector privado desde el gobierno de Patricio Aylwin...
Se hace fácil para un economista construir, en base a los resultados económicos de los últimos 23 años, un argumento autocomplaciente respecto de Chile: se creció a más del 5% anual, se redujo la pobreza en dos tercios, el consumo aumentó 300%.
La pregunta relevante hoy día es:
¿Podrá sostenerse esa buena tendencia en los próximos 20 años?
Conseguirlo, significaría dar el salto a una economía avanzada, pero también la consolidación de una sociedad madura y una democracia muy estable.
¿Cuáles son los riesgos que podrían impedirlo?
La llamada "trampa de los países de ingreso medio" aparece como el principal riesgo.
De cada 10 países de ingreso medio, en los últimos 40 años solo dos han logrado convertirse en economías desarrolladas, ninguno de América Latina.
La evidencia indica que no es mecánico ni fácil que nuestro país logre avanzar hacia esa etapa por la que tanto se ha luchado.
¿Qué factores empujan esta "trampa"?
El primero es la pérdida de cohesión social, el riesgo de convertirse en víctima del propio éxito.
Producto del buen desempeño económico, más de dos millones de personas salieron de la pobreza en las últimas dos décadas en Chile. Ha surgido una clase media que no quiere depender del Estado, pero que ha aumentado expectativas, las que sienten insatisfechas.
No pueden pagar el sueño de que sus hijos se conviertan en profesionales, con buen empleo, y algo similar sucede con la salud y otros servicios sociales, lo que empuja al sobre endeudamiento por la vía del crédito. Todo esto suma una situación de inseguridad latente y urgente de abordar.
Por la excesiva desigualdad aún hay personas que lo pasan muy mal y que tienen grandes carencias, a pesar de los enormes avances en reducción de la pobreza.
Ello alimenta un descontento, una agitación social y -en términos sociológicos- una pérdida de cohesión social que podría convertirse en factor desestabilizador de la democracia y de la economía.
El primer riesgo, entonces, está en no atender la integración y la inclusión social.
El segundo es la incapacidad de aumentar la productividad y la competitividad al ritmo suficiente para llegar a los mercados mundiales antes que otros países de ingreso medio.
El análisis de la productividad en Chile nos muestra que entre el 1993 y 2012 esta crece un 1% anual, mientras que en Asia está en torno al 2% y más.
En esta tarea, el papel del sector privado es fundamental.
Se requiere un empresariado con capacidad para innovar, crear nuevos productos y diversificar las exportaciones hacia los mercados globales.
En casos exitosos de países que transitaron caminos similares al nuestro como Australia, Nueva Zelandia, Finlandia o Corea, el empuje del sector privado ha estado acompañado por una institucionalidad de diálogo público-privado con una visión estratégica común, de largo plazo, pro crecimiento, socialmente inclusiva y con menos desigualdad.
El tercer factor de la "trampa" es la eficacia de las instituciones políticas.
Tenemos el desafío de construir mayorías con la capacidad de mirar más allá del corto plazo, algo que hemos ido perdiendo en los últimos años.
Mayorías capaces de construir consensos en temas estratégicos como la energía, donde pese a que los estudios indican que a este ritmo deberemos enfrentar racionamientos para el año 2016, se han postergado las decisiones políticas.
Así también, hay que enfrentar problemas con los bienes públicos, especialmente en las grandes urbes,
como la contaminación, tránsito vehicular mal regulado y mala calidad de vida en poblaciones periféricas. Lamentablemente, hoy se observa un escaso liderazgo en el Ejecutivo y en el Legislativo para construir acuerdos y resolver a tiempo estos temas de Estado que terminan afectando a todo el país.
Es necesario arriesgar el capital político y social porque, como alguien dijo, el capital político es para gastarlo en los desafíos que el país requiere abordar a tiempo.
¿Somos capaces de recuperar esta capacidad de consensos y liderazgos?
Fue posible en la fase de consolidación de la democracia, cuando convocamos al sector privado desde el gobierno de Patricio Aylwin.
Establecimos puentes gracias a la contribución de personas como Manuel Feliú y José Antonio Guzmán, quienes dirigían la CPC.
También, fue posible convocar al mundo sindical gracias al tremendo aporte de personas como Manuel Bustos, gran dirigente y ser humano.
En el ámbito partidario comenzamos a conversar con la oposición de ese entonces, incluso antes de asumir. Así, con buena voluntad y paciencia, logramos el éxito de proyectos complejos como una reforma tributaria y otra laboral.
Pudimos construir espacios de diálogo y acuerdos gracias al aporte de grandes personas y políticos como Edgardo Boeninger, quien creyó en el camino del encuentro.
Todos estos actores políticos, sociales y económicos permitieron alcanzar acuerdos y compartir una visión de país.
Ello, pese a las discrepancias propias de una sociedad crecientemente diversa.
Así se fue superando la retórica de la intransigencia y de los antagonismos que parecen sin solución.
Si este camino se sostiene a futuro, debería surgir gradualmente en Chile una nueva cultura; de centrar la atención en la vida de aquellos que día a día enfrentan carencias y problemas; de reencuentro, de un sentido de nación y de un futuro a compartir.
A esto tenemos que apostar...
Alejandro Foxley
Fuente: Diario El Mercurio
Stgo. de Chile
Boletín Info-RIES nº 1112
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