Carlos
M. Reymundo Roberts
LA
NACION
La
casa está en orden: Volvió Cristina.
Y
volvió con todo.
Pletórica
de felicidad, cantando, sonriendo, bailando.
Bailó
en el balcón, rió al entrar en tribunales, tarareó "Avanti morocha"
en las barbas de Bonadio.
¿Se
disgrega el kirchnerismo?
¿Sucumbe
el Contrafrente para la Resistencia (ex FPV)?
¿Arrecian
las denuncias de corrupción contra ella y contra todo su equipo?
¿Nos
meten en cana?
Al
mal tiempo, Cristina.
Frente
al desamparo, Cristina.
A
los que la imaginaban deprimida, ahí la tienen.
Sube
las escaleras de Comodoro Py y detrás hay una multitud que la aclama y la
venera.
Tiene
la cara iluminada.
Parece
decirles a los jueces:
"Ustedes
junten pruebas. Yo junto gente".
La
alegría de la señora no es una pose, no está sobreactuando, no es que no le
importe nada o que atraviese dificultades para administrar sus emociones.
Quiero
decir: no es una alegría patológica.
Está
feliz por el reencuentro con su pueblo, porque pudo volver a hablar (eso solo
justifica todo) y porque en el acto frente a los tribunales comprobó que los
bondis junta militantes siguen funcionando muy bien.
Tampoco
es cuestión de escandalizarse.
Sin
bondis no es fácil impulsar un proyecto revolucionario.
Mi admiración
por ella no tiene límites.
Ustedes
habrán visto la garra que le puso estos días.
Trepada
al balcón de su departamento de Recoleta (para los lectores de otros países:
barrio marginal, predominantemente obrero, bastión del socialismo), exultante y
emocionada, saludaba a diestra y siniestra, como un papa que bendice a la
multitud en San Pedro.
Pero
cuando las cámaras enfocaban la calle se veía apenas a un puñado de personas.
Bien,
Cris: eso se llama actitud.
Lo
mismo en Retiro.
Durante
su presidencia usaba dos micrófonos, por el miedo a que se perdiera alguna
palabra.
El
miércoles le pusieron uno solo, vejete y que como estaba medio vencido hubo que
fijarlo con cinta plástica negra.
Los
parlantes eran pocos y en algunos lugares casi no se la oía.
En
fin.
Si
no fuera por su presencia y su palabra estaríamos hablando de un acto chapucero,
indigno de su majestad.
Por
suerte, otra cosa que sirvió para compensar fue la asistencia de grandes
personalidades que engalanaron la mañana.
Hablo
del Barba Boudou, que prefirió no entrar a Comodoro Py porque había mucho juez
suelto;
de
la Morsa Fernández, D'Elía, Moreno, Esteche.
Gustos
que se da la señora: rodearse de
intelectuales.
Algunos
malvados pusieron el acento en las ausencias:
Gobernadores,
intendentes, legisladores.
Entendamos: el lugar era chico, no entraban todos.
¿Faltó
Scioli?
No
hay caso, sin el helicóptero está perdido.
Admiro
también a la señora porque para todo tiene una salida sorprendente.
Si
te acusan de robar, lavar dinero y formar parte de una asociación ilícita, es
como que te bajoneás.
En cambio, ella
entró en Comodoro Py con el talante de quien va a recibir un premio.
Cuando
están a punto de procesarte, lo habitual es que te defiendas, no que armes una
fiesta.
Objetó
que en el expediente figurara como "Cristina Elisabet Fernández".
Mandó
sacar el Elisabet, que puede remitir a Isabelita.
Y
pidió que le sumaran el apellido Kirchner, detalle no menor cuando se está
tramitando la sucesión de Néstor.
A
cada paso dejó su sello.
Sus
primeras 24 horas en Buenos Aires -la llegada, el saludo desde el balcón, el
discurso- demuestran el respeto que siente por la Justicia.
Jorge
Fernández Díaz, un pobre muchacho que a golpe de diatribas intenta ser alguien
en el periodismo, dijo que el acto fue intimidatorio.
No
entiende nada.
Fue
un acto celebratorio.
La
pone muy feliz el libre juego de las instituciones.
Ella
también es libre y lo demostró en su largo mensaje de una hora.
"Me pueden
meter presa, pero no me van a callar", dijo.
Coincido.
Imposible
hacerla callar.
"Hay
una aceitada maquinaria comunicacional tendiente a ocultar todo."
La
conocemos:
Detesta
esas maquinarias que imponen un relato, y sobre todo detesta el ocultamiento de
cifras; por ejemplo, de inflación y pobreza.
"Si
pudieran prohibir la letra k del diccionario, lo harían."
Cris,
si no lo hacen es por Barack Obama y por la Merkel.
"Los que
estaban buscando la ruta de dinero K se encontraron con la ruta de dinero
M."
A
su hijo Máximo esta frase no le gustó nada.
"Quiero que
la gente vuelva a sentir amor."
Re
dulce, ¿no?
"Ir al
supermercado se ha convertido en una odisea."
Cuánta
verdad.
Por
eso, hace 30 años que no pisa uno.
"Va
a haber gente que nunca será kirchnerista."
Yo
no sería tan terminante.
Téngase
fe, señora.
"En mi
gobierno se podía criticar; ahora hay censura."
Nada
más cierto.
Sólo
por un increíble descuido, la TV Pública transmitió en directo su discurso e
ignoró el acto que en esos momentos encabezaba Macri en Salta.
Cuando
Mauricio se enteró de lo que había pasado, no hizo echar a nadie del canal.
Otro
descuido.
"No vine a
dividir."
Claro
que no.
Tiene
terror a que se produzca una brecha en el seno de la sociedad.
"Nunca he
visto tantas calamidades juntas como en estos meses."
Una
ratificación de que se devoró los videos de La Rosadita.
Habrán
escuchado el clamor de la militancia en Retiro.
"No se va,
Cristina no se va, Cristina no se va..."
Efectivamente,
Cristina no se va.
Ya
fijó un nuevo domicilio en la Capital. Ni Recoleta, ni Puerto Madero, ni Barrio
Parque.
Tribunales.
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