"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 11 de abril de 2016

QUITAR EL CHUPETE

En estos días en mi país como en muchos países del mundo, la gente se pregunta ¿qué pasa en mi país?,
¿qué pasa en la región?,
¿qué pasa en el mundo?
Como si un cataclismo  hubiera trastocado la estructura y obligado a la gente a replantearse toda su existencia, no sólo la forma de vivir, sino también el objeto y los principios vitales.
A mi entender, y en especial por lo que pasa en mi país y en la región circundante, que es la que uno habita y tiene a mano, es como sufrir un desgarrón psíquico, emocional e ideológico, que lo comparo con el título de este ensayo "quitar el chupete".

Es una situación similar a la que sufre él bebe, el infante, o el nene ya mayorcito al que de pronto le sacan el chupete, porque ya es hora, porque no puede ser que todavía lo siga usando.
Pero desde el sujeto que padece la acción, la misma es brutal, casi inhumana, cala su interior y lo deja anonadado y sin saber qué hacer.
Si es muy pequeño es posible que llore desconsoladamente durante muchos días y hasta semanas.
Si es mayor lo buscará afanosamente, y a escondidas tratará de volver a usarlo complaciéndose con la fruición de lo que ya creía perdido definitivamente.
Se llenará de súplicas, rabietas, rebeldías y hasta conductas improcedentes con el fin de retornar al idilio infantil.
Es una etapa que debe pasar, y que debe padecer.

Lleva su tiempo, no es inocua, y de la forma que lo resuelva será cómo se comportará en el futuro, porque marcas habrá, por sí mismas y por las que queden con sus reacciones.
Corre el peligro de no comprenderlo o no soportarlo y enfermarse, y aún enfermarse gravemente.
Puede necesitar un período de adaptación, lleno de vaivenes, ora de aceptación ora de rebeldía y vuelta, pero que de a poco va formando su carácter y gestando una condición libre y que ya no necesita del adminículo.
Puede por fin lograr el equilibrio y entender que forma parte del crecimiento, que el crecimiento es ganancia de aptitudes superiores, pero también pérdida de la condición anterior, a la cual uno estaba acostumbrado y que amaba.

La metáfora es apta para señalar el crecimiento de los pueblos.
El hombre busca tutores, paternales, a los cuales pueda recurrir, en los cuales pueda refugiarse, y que realicen sus tareas, piensen por él y le indiquen cuales son las soluciones a su vida.
Es una condición natural de la primera edad, en la cual no existe responsabilidad y por lo tanto la libertad está limitada.
Pero no podemos seguir siendo niños, alguna vez hay que crecer, y crecer significa libertad, responsabilidad, marcha, enjundia, carácter y firmeza.
Es un gran cimbronazo, nos sacude hasta lo más íntimo, nos deja indemnes y a merced de lo que seamos capaces de hacer, estamos desnudos frente al mundo y dependemos sólo de nosotros.
Ya no tendré quien se ocupe de mí, deberé ser el que se ocupa;
ya no tendré quien me alimente, debo buscar mi sustento;
ya no tendré quién me dé mágicamente las soluciones a mis problemas, deberé abordarlos, encararlos y solucionarlos por mí mismo.

En la pulsión, el intercambio entre la sociedad y cada hombre, hay una relación de crecimiento, porque si no se crece se retrocede, y no es bueno que el hombre retroceda.
El hombre demanda a la sociedad y la sociedad demanda al hombre.
Pero en general hay un acostumbramiento, un quedarse, un estar, que es así y para que lo vamos a cambiar.
Pero el cambio es necesario, la vida son etapas que debemos transitar como personas y como pueblos.

Los cambios que produce el fin de una etapa son como quitar el chupete, si somos capaces de entenderlos, de crecer como personas, como comunidad, en solidaridad, bondad, honestidad y confianza, si somos capaces de convertirnos en artífices de nuestro destino y el de nuestra comunidad y el de la Patria habremos logrado el equilibrio y seremos verdaderamente hombres…


Elías D. Galati

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