La
columna de Lanata / clarín 06/08/16
No
hay nada más pornográfico que ver al kirchnerismo desnudo de poder.
Ahora
muestra lo que verdaderamente es:
Una secta
violenta y alucinada con un concepto de la política que oscila entre los años
cincuenta y setenta.
Esta semana dos hechos lo pusieron en evidencia:
La
patoteada de Guillermo Moreno a Martín Tetaz en un programa de Canal 9 y la
“fuga” de Hebe de Bonafini eludiendo su orden de detención.
Moreno
es el villano de una película argentina del cuarenta:
Un
manojo de lugares comunes de la peor moral de barrio y un muestrario de
violencia no tan contenida.
“Si
yo estoy como invitado, entonces el programa es nuestro”, le dijo a
Silvia Fernández Barrio, la conductora que no supo cómo superar la situación.
De
inmediato, entonces, pidió que echaran al economista.
“No
me puede decir mentiroso”, gritó.
“El no es mi
mujer”,
agregó, haciendo gala de una lógica curiosa.
Quien
se veía en pantalla –un viejito desequilibrado en pleno ataque de fascismo–
había manejado la economía argentina durante años, la relación con las
empresas, los institutos de medición, algunos contactos con el exterior.
El
era la Patria, él era la Nación, y, sobre todo, el era el Pueblo.
Hace
poco grabó un video que subió a las redes hablando del hambre.
Lo
hizo en serio, pero bien puede verse como un sketch de Capusotto.
Ver
a Moreno ahora saliendo del túnel del tiempo provoca tristeza y desazón, pero
también debería hacernos pensar sobre nosotros:
¿Cómo
pudo estar años donde estuvo?
¿Cómo
soportamos durante tanto tiempo que alguien nos tratara así?
La
de Hebe era una rebelión anunciada:
Ya
le había dicho al juez que “se metiera la citación en el orto”.
Hebe
se cree San Martín, siente en su fuero íntimo que los argentinos le debemos la
democracia.
Y si bien la
Argentina debe reivindicar y honrar su lucha testimonial durante la dictadura,
ese homenaje no la ubica fuera de los límites de la ley.
Su
complejo de superioridad es el que la llevó a decir, con liviandad, que le
alegraba el atentado a las Torres Gemelas o las bombas de la ETA en los
supermercados.
Y
todos mirábamos molestos pero silenciosos:
Y
bueno... así era Hebe.
Hebe
estaba –le permitimos ponerse– más allá del bien y del mal.
Su
reivindicación de la violencia política fue permanente y llegó a transformarse
en académica cuando las Madres fundaron una Facultad que, frente al desmanejo y
por iniciativa K, el Estado tuvo que nacionalizar:
Allí existieron
denuncias por persecución política y pago en negro a los profesores.
Y
bueno, era Hebe, no les alcanzaba
para pagar los impuestos.
Yo
mismo, en el fallido diario Crítica, tardé un año en animarme a publicar una de
las primeras denuncias sobre Sueños Compartidos.
Lógica
imbécil de la izquierda:
Creer
que mostrar las miserias propias es darle pasto a la derecha.
Un
reciente informe de la AGN, ahora en manos del juez Marcelo Martínez de Giorgi,
reveló que el Estado otorgó 1.295 millones de pesos para la
adjudicación de menos de 900 viviendas, y que se detectaron desvíos por 42
millones de pesos hacia cuentas de los Schoklender.
Pablo
Schoklender, por su parte, ex director de Compras de la Fundación, le pide a
Bonafini que explique qué pasó con los 150 millones de pesos que cobró con su
firma desde que a él lo echaron de la entidad.
¿Hebe robó?
Al
juez le tocará dilucidarlo, pero hay algo ineludible:
Hebe
firmó.
¿Habrá
pensando que San Martín estaba más allá del dinero?
En
julio de 2011, la Justicia ordenó liberar del secreto bancario las cuentas de
la hija de Hebe de Bonafini e inmovilizar sus bienes:
La
empresa Meldorek (de Schoklender) le compró a María Alejandra Bonafini el
departamento que tenía en venta en La Plata.
En
agosto de 2007 compró un departamento en la zona del Policlínico en La Plata,
sobre la calle 67 entre 5 y 6, por 50 mil dólares.
Hoy
vale 65 mil.
A
los cinco meses, en enero de 2008 compró un semipiso en la calle 44 entre 21 y
22, que vendió a Meldorek, de Sergio Schoklender.
Tenía
un valor de 80 mil dólares.
En
noviembre de 2009 compró la casa donde vive en La Plata.
Su precio es 250
mil dólares.
La
Justicia investiga la venta del semipiso de la calle 44 porque en la escritura
figura por 25 mil dólares y debió concretarse en 120 mil.
Si
San Martín puede, ¿por qué no podría Merceditas?
Hebe
debería haber declarado el jueves en indagatoria, una instancia del proceso
que, por paradoja, le permite al sospechado defenderse de cualquier imputación.
Reaccionó
como el soldado japonés que, perdido en una isla, no sabe que terminó la
guerra:
Le
escribió al juez una carta informal donde empieza hablando de 1977.
Hebe,
llevamos
treinta y tres años de democracia...
Alguien
debería decírselo.
Ni
siquiera nombró un abogado que la represente en el proceso.
Luego
hizo declaraciones para la tribuna; dijo en Del Plata, la radio de
Electroingenieria:
“Que el juez
tome la decisión que quiera, yo lo estoy esperando”.
“Si me tienen
que meter presa, que me metan”.
Ambas
declaraciones eran mentira:
No
acató la decisión del juez, que fue citarla, y evidentemente no quiere ir
presa, porque escapó de la comitiva judicial y se escondió detrás de los
pañuelos.
Vale
la pena recordar, a esta altura, que su conducta respecto de la Justicia no fue
históricamente así:
Cuando
en febrero de 2013 tuvo que ir a declarar lo hizo mansamente y salió de la
audiencia con comentarios elogiosos hacia el juez.
El magistrado
era Oyarbide,
y Hebe declaró durante tres horas.
El
jueves, con velocidad, el kirchnerismo residual se concentró en defensa de las
Madres, cuando nadie las estaba atacando.
Muchos
estaban ahí, quizás, en futura defensa propia:
Máximo
Kirchner, Amado Boudou, Oscar Parrili, Carlos Zannini, Luis D’Elía, Martín
Sabbatella, Axel Kiciloff. Otros, actuales funcionarios, caminaban por una
delicada cuerda:
El
diputado Larroque, Roberto Baradel, Hugo Yaski.
¿Cuál será en el
futuro la autoridad moral de un diputado que vota leyes y avala el
incumplimiento de otras?
¿Con qué aval
exigirán los gremialistas que se cumplan los convenios cuando avalan que se
incumplan los Códigos?
No
se puede estar de los dos lados de la ley.
Por
otro lado, ¿por qué descontar que Hebe quedaría detenida, si suponen que es
inocente?
¿De
qué color es el caballo de Hebe?
..................................................................................
Cerré
esta columna mientras Hebe de Bonafini viajaba a Mar del Plata, preguntándome
en la radio cuándo llegaría a comer medialunas en Atalaya.
A
última hora de la tarde de ayer el delirio triunfó:
El
juez Martínez de Giorgi dejó sin efecto la orden de detención.
Si
existen en la Argentina personas con un fuero especial, ese fuero puede estar
concedido por la concentración de un grupo de fanáticos o por la cobardía
judicial a la hora de ejercer la ley.
Si
estuviéramos en los años ochenta cerraría esta nota diciendo que ganaron los
carapintadas.
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