Un alegato estremecedor para no volver al pasado
Santiago
Kovadloff
LA
NACION
A
Alfredo Leuco le ha tocado denunciar una farsa política que sería hilarante si
su origen, su desarrollo y su meta no fueran trágicos: l
La
del poder ejercido perversamente por Néstor Kirchner y Cristina Fernández a lo
largo de más de los 12 años en que compartieron la presidencia de la nación. Lo
mío, en cambio, es grato:
Consiste
en escribir sobre su libro más reciente, un aporte invalorable a la denuncia de
esa catástrofe, llevado a cabo con una fuerza infrecuente y un coraje que honra
al mejor periodismo.
Casi
ochenta columnas compuestas en la última década, convierten a Juicio y castigo (Sudamericana, 2019)
en una semblanza singular, tan vívida como penetrante, del delito y el
despotismo enmascarados en una retórica pseudo democrática.
Y,
a la vez, en un autorretrato en el que la lucidez analítica y la integridad
personal en la búsqueda de la verdad lo dicen todo de la tarea cumplida por
Alfredo Leuco.
Leuco es
implacable con quienes, consagrándose a la política, bastardean su investidura.
Implacable
con aquellos que, en cualquiera de los tres poderes que dan sustento al Estado
de derecho, malversan su responsabilidad en favor de la corrupción, sea cual
fuere la forma que ella tome.
En
todas sus columnas denuncia la mentira y el delito, los enfrenta.
Pide justicia y
castigo para todos los que se llevan por delante el apego a la ley.
Sabe
que el riesgo de fondo es volver a ver arrasada la democracia que tanto costó
recuperar y a la que aún estamos lejos de haber afianzado.
Es
que Alfredo Leuco es ante todo un ciudadano.
Lo
demuestra en cada una de las páginas de este libro.
No
se anda con vueltas.
Rehúye
el giro indirecto o la tibia alusión.
Va derecho al
grano.
Lo
dice y lo recuerda y lo vuelve a reiterar.
Caratula a
Néstor Kirchner y Cristina Fernández (y no solo a sus cómplices) como oportunistas y depredadores de las
arcas públicas, extorsionadores de la riqueza ajena y explotadores en
beneficio propio de la pobreza de millones de argentinos.
Tampoco
retrocede ante Alberto Fernández, el que fuera agudo denunciante de las
tropelías, arbitrariedades y encubrimientos de Cristina Fernández, y se
convirtió luego en su apólogo y vocero.
Leuco
se interroga igualmente sobre la consistencia democrática de un sector social
para el cual Cristina Fernández sigue siendo su mejor representante aun
habiendo procedido como lo ha hecho durante sus dos mandatos presidenciales.
Por
eso, afirma el autor, Jorge Fernández Díaz "da en el clavo, cuando resumió
el espíritu de este libro al decir que es ?un combate' contra la amnesia social
que puede destruir a la Argentina".
Se
equivocará empero quien crea que este estremecedor alegato contra la perversión
moral y política, y la advertencia que formula sobre el riesgo de volver a
quedar a su merced, inscriben sus páginas en el maniqueísmo.
Leuco
no solo no idealiza al actual oficialismo.
Su
torpeza en lo económico y la soberbia en que varias veces incurrió en lo
relativo a su falta de estrategia comunicativa merecen de su parte una rigurosa
condena.
Pero,
subraya, el error no es el terror aun cuando sus consecuencias han contribuido
a desdibujar el ideal de la República bajo el peso de las frustraciones
cotidianas.
No
hay facilismos de ninguna índole en las columnas de esta obra.
Hay, sí, un
poderoso aliento testimonial ecuánime y rotundo.
Un
desvelo cívico que es convicción y fe en la política responsablemente ejercida
como herramienta indispensable para llegar a hacer del pasado y del fracaso una
etapa y no un destino.
Por
eso decía yo que Juicio y castigo es un doble retrato:
Tanto
del autor como de sus protagonistas.
Sin
pretenderse ni mucho menos un epígono tardío de Sócrates, de ese Sócrates
callejero que interpelaba a sus conciudadanos sobre la consistencia de sus
valores y creencias y su real discernimiento de los riesgos que amenazaban a la
democracia ateniense, Alfredo Leuco nos propone cotejar su palabra con la
nuestra.
Se
interroga y nos interpela.
Se
expone y nos expone.
Se
desvela y nos desvela, urgido por el anhelo febril de no vernos resignados, ni
a él ni a nosotros, al escepticismo ni a los autoritarismos abiertos o velados
de iluminados y demagogos.
La
denuncia de Leuco prueba que es tan esencial como precaria todavía la
construcción argentina de un orden político y social capaz de dar continuidad y
arraigo a los ideales restablecidos en el país a partir de la presidencia de
Raúl Alfonsín.
Saldar
esa deuda, completar la transición del autoritarismo a la democracia
republicana, vuelve a hacerse ver como tarea primordial de una sociedad
atormentada por las discontinuidades y el oportunismo imperdonable de sus
dirigencias.
No solo lo
evidencia así el repertorio de atrocidades que denuncia Alfredo Leuco en Juicio
y castigo.
También
se lo puede palpar en la finalidad que lo impulsa a hacer esa denuncia:
Contribuir
a que se entienda que los argentinos no tendremos abierto el futuro de una
buena vez hasta que el pasado pierda vigencia en el presente…
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