El
creador del juego del ajedrez mostró su invento al rey de un lejano país de
Oriente.
Ese
rey estaba tan satisfecho que le dio al inventor el derecho de que él mismo
decidiese cuál sería su recompensa por tal creación.
El
hombre, le pidió al rey:
Que por el primer casillero del tablero de ajedrez, él
debía recibir un grano de trigo, dos por el segundo, cuatro por el tercero, y
así sucesivamente, duplicando la cantidad cada vez.
El
rey, que no sabía mucho de aritmética, aceptó
el pedido realizado por el inventor.
Su
tesorero le explica al rey que habría que darle al inventor una cantidad de
granos cuyo valor era superior a todos los activos del reino.
MORALEJA:
Ni el candidato a presidente ni sus “supuestos votantes” conocen la historia y
aplauden a Paenza.
¿Se
imaginan la Argentina administrada por ellos?
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