Por Omar López Mato
Disfrazada
de oveja, tras el bigote de Alberto Fernández, Cristina sabe que es menester
ser sigilosa e impredecible como una loba al acecho.
Dejó atrás a sus
seguidores más vehementes y eligió al más “crítico” de sus adláteres,
porque la loba que ataca al rebaño se esconde tras el carnero más inocente.
Con
esta maniobra, Cristina pretende despistar a los adversarios y mostrar su lado
más market friendly antes de dar el zarpazo.
De
elegir a un secuaz más extremista, denunciaría su juego antes de tiempo.
A.
F. pretende atraer a los irresolutos en una sociedad decepcionada por la
recesión económica, aunque todos sepan
(en sus fueros íntimos) que la actual
coyuntura es la secuela de las bombas sembradas oportunamente para que
estallasen en manos de Macri o Scioli.
Con
Scioli, Cristina no hubiese tenido que transitar por el calvario judicial que
mantiene a su hija en el limbo cubano.
A
esta altura Scioli seguramente hubiese cedido la banda presidencial al chino,
para que este cumpliese su sueño maoísta.
En
cambio, Macri le devuelve un país con cloacas y los haberes del blanqueo,
perfecto para darse una panzada de distribucionismo.
Quizás,
y solo quizás, a esta altura de su vida, Cristina preferiría sentarse en “su
lugar en el mundo” a tejer escarpines para sus nietos, pero la vida es cruel y
las cuentas acumuladas y los juicios que se suceden, la obligan a continuar
peleando por su existencia y la de su familia.
A
tal fin. Alberto continuará haciendo el trabajo sucio.
Con
tal de lucir la banda presidencial, se desdice, miente, se hace el sorprendido
y mantiene su rigidez facial a prueba de archivos.
De
hacerse del gobierno, Cristina logrará sacarse de encima la soga de la Justicia
(mediante el indulto de A. F.) y después que el novel presidente intente algún
tipo de arreglo con las finanzas mundiales –intento condenado al fracaso,
tendrá la excusa perfecta para abrir el
manual del “castrista-montonero setentista” a fin de generar un
nuevo híbrido:
El
chavismo gauchezco de impredecibles consecuencias.
Primero
cambiará la Constitución, anulando el Poder Judicial, cuyos integrantes,
curiosamente, serán sus primeras víctimas a pesar de sus promesas de amor
eterno y del fallido intento de los bufones de la corte de asistirla en su
carrera hacia la impunidad, Cristina se
encargará que no exista el menor atisbo de Justicia que pueda perseguirla por
los desmanes realizados, y los que está dispuesta a realizar.
Solo
subsistirá la venganza de la mujer del látigo.
Como
Fidel, como Chávez y Maduro, construirá las bases de un cristinismo eterno para
evitar su peregrinación por Comodoro Py y adyacencias.
Ya
lo hizo con el Ejército; con nuestro alicaído sistema judicial quizás es más
fácil por su proverbial inoperancia.
Con los F. y F.
solo nos espera default, aislamiento, confiscaciones y el apoyo de Rusia y
China, ansiosos por recibir nuestros commodities.
Van
a jibarizar la industria nacional y la capacidad productiva del país, proceso
que ya habían comenzado a realizar en el 2008, siguiendo el sueño del
guevarismo trasnochado que inspiró a los muchachos de los ’70.
¿Cómo
puede un ministro que firmó la bazofia de Aerolíneas, YPF y el Club de París
abrir siquiera la boca o postularse a gobernador de la provincia más importante
de la Argentina?
¿Qué
ambiciones oscuras, qué ansias de poder enfermizo empuja a estos personajes a
desdecirse en forma tan vergonzosa?
¡Ayer
chorra, hoy, estadista!
Que
falta de pudor, ¿cómo pueden mirarse la cara al espejo sin sentir asco?
Aún
nos asiste la esperanza que a último momento pueda un rayo de inteligencia,
alumbrar al pueblo argentino y que no repitamos errores ni volvamos al
camporismo ni al gelbarismo (que se ha puesto de moda entre algunos pánfilos
que no sufrieron las ridículas medidas de este mercachifle devenido en Ministro
de Economía).
De
vencer, Macri debería dejar de lado el gradualismo para encaminar la economía.
¿Tendrá
el poder para domar a los sindicatos, hacer las correcciones en el sistema
jubilatorio y desarmar la hipertrofia estatal a fin de corregir las variables
económicas?
¿O
seguiremos navegando entre aguas tormentosas esperando la soja de 600 dólares o
un milagro que facilite dichos cambios?
De
cualquier forma, el futuro de la Argentina es muy lejano al Argentina Potencia
que algunos soñaron en cierto momento de nuestra historia.
Todos
deberemos entender que Dios ha dejado de ser argentino.
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