"La
democracia no se basa en la violencia ni en el terrorismo sino en la razón, en
el juego limpio, en la libertad, en respetar las ideas de los demás. La
democracia no es una ramera que recoge un hombre en la calle con una
metralleta".
Winston Churchill
Ya
hemos visto detonar y calmarse rápidamente la vida cotidiana en Ecuador y Perú,
por obra y gracia de la firmeza con
que actuaron sus presidentes,
uno
para contener a los sicarios de Rafael Correa, el otro para impedir que los
partidarios de Keiko Fujimori tomaran por asalto el poder.
La
sorpresa mayor, por supuesto, llegó del otro lado de la cordillera y, luego,
desde la vecina Bolivia; en estos países nada está dicho aún pues los episodios
de violencia continúan.
El primer factor
común de todos estos febriles procesos políticos es el descontento de las
sociedades con la democracia, ya que ésta no les ha permitido alcanzar los
paraísos prometidos.
Toda
la región se vio beneficiada por los precios de los commodities durante la
última década del siglo pasado y la primera del actual, y eso permitió que
enormes masas populares fueran elevadas desde la pobreza a la clase media baja,
con todo lo que ello implica en materia de consumo.
Cuando
esa bonanza terminó, muchos de esos ciudadanos cayeron nuevamente a su nivel
anterior, con lógico descontento y señalando la agudización en la concentración
de la riqueza.
En
el artículo citado sólo faltaron, a mi modo de ver, otros factores esenciales
para entender qué está sucediendo:
Las
comunicaciones, que permiten organizar las protestas y transmitirlas en tiempo
real;
el
narcotráfico, que financia con sus enormes fondos a los regímenes que están
asociados con él (Venezuela)
y
a los personajes que eran sus socios (los Kirchner, en Argentina) y
pueden volver al poder.
Y,
por supuesto, la actitud prescindente de Donald Trump frente a Latinoamérica,
que ha dejado manos libres -como hizo en Siria- a Rusia, que pretende en
nuestra región reeditar trágicos y sangrientos sucesos, recreando la guerra
fría.
Como
se ve, no hay en todas esas circunstancias tan novedosas una sola causa, aunque
los incendiarios sean siempre los mismos, para debilitar a los gobiernos
democráticos o para impedir la caída de los regímenes afines.
En todos los
casos, han sido coordinados y financiados por el Foro de São Paulo y el Grupo
de Puebla;
o sea, por Venezuela y Cuba y, atrás de ellas, Vladimir Putin, cuyo
entrenamiento en la ex KGB le ha permitido manejar la inteligencia global como
a ninguno de los mandatarios occidentales.
Hace
varios años, los vientos de libertad arrasaron, democráticamente, con los
regímenes populistas, incapaces de dar respuesta a los reclamos sociales y
sumergidos en una escandalosa corrupción.
Así,
el Foro de São Paulo y su instrumento regional, la UNASUR, perdieron a varios
miembros, aunque Nicaragua, Venezuela y Cuba aún vivan bajo el yugo de
dictaduras asesinas, en México la izquierda haya triunfado, y Bolivia, si el
fraude es convalidado, se convertirá en otra joya de esa siniestra corona.
Pero Colombia,
Brasil, Chile, Uruguay y Argentina están gobernados por sistemas que respetan
las instituciones,
y a ellos se dirigirán las próximas agresiones de estos manipuladores de
genuinos y justificables descontentos, transformándolos en insurreccionales y
destituyentes.
Mañana,
en ese complicado escenario regional, tendrán lugar dos elecciones claves.
Los
uruguayos y los argentinos iremos a las urnas para saber si queremos perpetuar
el clepto-populismo o continuar viviendo en libertad.
Creo
que, en ambos casos, se habilitará el ballotage y, si fuera así, estoy convencido que el Partido Blanco y
Juntos por el Cambio triunfarán y
todos los esfuerzos de Nicolás Maduro y Raúl Castro habrán sido vanos.
Y
pienso así, en nuestro caso, porque ha quedado claro -hasta el candidato a
Presidente lo reconoció- que el verdadero poder, en caso de una victoria del
Frente para Todos, estará en manos de Cristina Fernández, que cerró el acto de
Mar del Plata rodeada por los siniestros señores feudales de las provincias más
pobres y del sindicalismo vernáculo, pero diferenciándose ostensiblemente de
las posiciones del peronismo suturado.
Fue
un preanuncio de los conflictos que desatarán al interior del peronismo unido
si triunfaran.
Muchos de
nosotros recordamos con cuanta sangre y muerte se zanjaron esas diferencias
entre 1973 y 1976.
Está
demás decir que el kirchnerismo no aceptará pacíficamente un resultado
electoral esencialmente distinto al de las PASO puesto que, con la colaboración
de empresarios y de operadores periodísticos, ha instalado exitosamente que "Fernández² ya ganó".
Denunciará
fraude y, seguramente, a partir del lunes nos obligará a vivir muy complicados
días en la calle, un lugar en el cual los movimientos más violentos que lo
integran generarán situaciones de alta conflictividad, como nos lo mostró el
jueves el cierre de la campaña tucumana de Juan Manzur, y sucedió en el
tratamiento de la reforma previsional, en diciembre de 2017, en la Plaza del
Congreso.
Espero
que el Gobierno (confío plenamente en la Ministro de Seguridad, Patricia Bullrich) esté
preparados para reprimirlos y evitar males mayores, tanto como parece haber
mejorado la organización de la fiscalización del comicio, de la mano de
Guillermo Dietrich.
Bs.As.,
26 Oct 19
Enrique
Guillermo Avogadro
No hay comentarios:
Publicar un comentario