"A pesar de los avances en el
conocimiento en el mundo contemporáneo, se siguieron fraguando personajes y
acontecimientos que conmovieron a multitudes, porque sigue predominando la creencia en los
mitos más que en los hechos reales". Juan José Sebreli
El
martes, al llegar al Congreso para asumir como Presidente, Alberto Fernández
tuvo un gesto conmovedor al empujar la silla de ruedas de la Vicepresidente
saliente, Graciela Micchetti.
Y
el abrazo con Mauricio Macri fue la frutilla que coronó esa actitud tan
civilizada y democrática.
Su
discurso inicial, en general, no pudo ser más contemporizador y reunificador
para una sociedad tan enfrentada como la nuestra, un remedo del mismo mal que
afecta a tantas otras, desde los Estados Unidos, el Reino Unido, España e
Italia hasta Chile, Bolivia y Colombia.
En particular,
aplaudo su declarada intención de privilegiar los derechos humanos.
Pero,
mientras celebraba el coincidente día internacional de éstos, en el palco de
los representantes extranjeros destacaban Miguel Díaz-Canel, Presidente de
Cuba, Jorge Rodríguez, poderoso Ministro de Comunicación venezolano, y Rafael
Correa, el prófugo ex Presidente del Ecuador, todos ellos violadores seriales de esos mismos derechos.
Y
el jueves se sumó el arribo -pidió asilo político- del narco Evo Morales, quien
renunció a la Presidencia de Bolivia cuando su fraude fue descubierto.
Además,
tuve agradables sorpresas cuando dijo que fortalecería la integración
inteligente al mundo globalizado, y su vocación por trasparentar la obra
pública para evitar "irregularidades".
También lo
acompaño en la necesidad de limitar las prisiones preventivas y de garantizar
los derechos constitucionales, siempre
y cuando se apliquen a todos, sean quienes fueran.
Porque,
si aplica esos encomiables propósitos,
deberá cesar la persecución estatal a los ancianos militares presos, y
muchos de ellos deberán recuperar inmediatamente su libertad.
Comparto
con el Presidente la preocupación por el estado de la Justicia Nacional en lo
Criminal y Correccional Federal, y creo indispensable su reforma, en especial
para excluir de ella las operaciones políticas, provengan de donde sea.
Por
ser sólo doce los jueces de Primera Instancia, verdaderos zares de las causas
federales, ya que son los dueños del "pasa o no pasa" de las
denuncias, se convierten en blancos fáciles de las presiones del poder de turno
y de las tentaciones "crematísticas", tal como se viera en los casos
de Norberto Oyarbide, Eduardo Farah y varios otros, o como razonablemente se
sospecha de tantos otros de los actuales.
La
mejor solución o, al menos, la más simple, parece ser "federalizar" a
los numerosos jueces de primera instancia en materias penal tributaria y
criminal común y un Congreso tan permeable a los deseos presidenciales podría
transformarla en ley rápidamente.
Pero
temo, conociendo el paño, que escondida detrás venga su
"democratización", tan propulsada por Cristina durante su gobierno y
milagrosamente abortada por la Corte Suprema.
Llama la
atención que haya tantos procesados por corrupción entre los nuevos
funcionarios a nivel nacional y bonaerense y lamentablemente, la
insistencia de Alberto Fernández en la supuesta persecución judicial y
mediática -replicada por Axel Kiciloff para justificar el nombramiento de dos
de ellos- que afectaría a la dueña del peronismo multiforme y pegoteado -¿cómo
negar las múltiples pruebas y declaraciones coincidentes de sus cómplices arrepentidos?-
me hace dudar de las buenas intenciones del primer mandatario, que está
obligado por el siniestro pacto que lo llevó a ese lugar a garantizar la
impunidad de su jefa y de la familia de ésta.
En
especial, cuando se la suma a los estratégicos nombramientos en los más altos
escalones de la pirámide estatal en materia de Justicia: a Carlos Zannini,
Procurador del Tesoro y, como tal, jefe de todos los abogados del Estado, se
agregaron Juan Martín Mena (ex número dos de la SIDE kirchnerista), como
Viceministro, y Gerónimo Ustarroz (hermano de Wado de Pedro), como miembro del
Consejo de la Magistratura.
Todos ellos
responden a Cristina, y serán quienes tendrán la misión de garantizarle
tranquilidad por muchos años.
Pero
Alberto Fernández, más allá de las razonables muestras de agradecimiento y
sumisión a quien lo eligiera, necesitará tenerla controlada, para evitar los
desbordes institucionales a los que es tan afecta y que tanto daño produjeron a
la sociedad.
Para
ello, sólo tiene un arma:
Precisamente,
mantenerla atada a las causas por corrupción que tramitan en Comodoro Py.
Creo
que será allí donde se librará la principal batalla por el verdadero poder.
El
Presidente ha dado suficientes muestras, durante la campaña electoral, de su
muy baja tolerancia a las preguntas de los periodistas y, por eso, otra luz
amarilla se encendió cuando expuso su decisión de modificar la publicidad
oficial para que ésta se convierta en vehículo para "mejorar la calidad
educativa" y "el proceso de aprendizaje de nuestros jóvenes".
Tendremos
todos que estar muy atentos cuando se pruebe en hechos, tanto para controlar
que no vuelva a ser un modo de sojuzgar
a la prensa libre cuanto para evitar que se utilice, como tantas veces ha
sucedido, para adoctrinar y degradar a la República y la democracia.
Me pareció
espléndida y esencial la futura creación de una gran Escuela de Gobierno, a imitación de
la que existe en Francia.
En
ésta, todos los miembros permanentes de la administración pública se han
graduado y la meritocracia es el principio rector para el ingreso y la
permanencia.
Para
terminar, en cambio, disiento con la gratuidad de la educación universitaria,
tan ponderada por el Presidente en su discurso.
He
escrito muchas veces sobre el tema y sigo pensando que es, simplemente, un
injustificable disparate.
Bs.As.,
14 Dic 19
Enrique
Guillermo Avogadro
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