"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 24 de febrero de 2020

El riesgo de gobernar con la mafia V


Mientras todo eso sucedía, los integrantes del Gobierno estaban eufóricos porque había vuelto Tecnópolis.
Por ejemplo, la ministra de seguridad Sabina Frederic celebró en Twitter que Tecnópolis “volvió a abrir sus puertas”.
Uno espera que la ministra de Seguridad, que tiene cifras alarmantes de delitos, se ocupe de pensar en cómo luchar contra eso y no que esté pensando en semejante bobada.
Encima en Twitter le demostraron con datos que lo publicado era una mentira, ya que durante los años de Macri ese sitio permaneció abierto.
O sea, se ocupa de bobadas y, además, miente.

La mentira como política de Estado.
No está en mi ánimo reivindicar Tecnópolis, lugar que, creo, debería haber sido cerrado durante la gestión anterior junto con tantos otros organismos.
En los países civilizados los parques son para que la gente vaya con amigos o en familia y haga lo que quiera.
No hace falta que el Estado de un país pobre gaste dinerales en esos adefesios de adoctrinamiento (lo que será de ahora en más Tecnópolis) o en patéticas giras de “artistas populares” por pueblos de la provincia de Buenos Aires como sucedió, por ejemplo, en la gestión de cultura de Cambiemos de esa provincia (hicieron lo mismo que hacía Scioli) cuando tenemos una tasa de delito como la que tenemos o cuando hay niños que mueren porque no hay agua potable.

Es un tema de prioridades y la cultura sirve a los países cuando los hace mejores, no cuando detrás de la palabra “cultura” se esconde el adoctrinamiento o la estupidez.
El gobierno de Cambiemos mejoró la institucionalidad y atendió situaciones de atraso de infraestructura que eran muy graves.
Logró una gran reinserción internacional e hizo muchas cosas bien.
Por sostener políticas y discursos similares a los del establishment peronista no recibió más que ingratitud.
Lo que está pasando con el discurso de Tecnópolis debe servir de enseñanza a la actual oposición para la próxima vez que le toque el gobierno:
La batalla cultural es clave.

Hay que ir contra todo lo que expresa totalitarismo y tilinguería, de manera democrática y justa.
Hay que tener claro eso para dar más fuerzas a gestiones como la anterior, que fueron por el camino republicano y mejoraron muchas cuestiones, pero que hoy están sufriendo el escarnio por los mismos que ellos alimentaron. La gente en Argentina necesita trabajar y vivir en paz. Hoy no pueden hacerlo porque la presión impositiva es salvaje y se pagan impuestos para construir relatos como los de los K, que están anclados en el Estado en lugares inútiles y caros.

Mientras sucede esto, derogan el DNU de la gestión anterior sobre la protección de testigos que dependían antes de un organismo judicial.
Ahora los “testigos protegidos”, que acusaron por corrupción a personas del anterior gobierno de CFK, estarán bajo el control del Poder Ejecutivo, o sea, de los amigos de los acusados.
No dejan ni una medida de lucha contra la corrupción en pie.

Es tiempo de llamar a las cosas por su nombre.
Los eufemismos ya no resuelven nada.
Les han robado a los jubilados que trabajaron y aportaron toda la vida en beneficio de los que nunca aportaron.
Descuentan, además, que los que nunca aportaron los votarán a ellos.
El kirchnerista promedio, por su lado, defiende hasta lo indefendible porque el fanatismo es un flagelo de la humanidad.
Lo mismo pasa con la inescrupulosidad.
La cantidad de gente que está buscando irse del país es impresionante.
Hay que mirar Venezuela para ver cómo se puede terminar

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