"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 28 de junio de 2021

Para que nadie la venda cambiada

 The Post   

“Los hijos de tus hijos vivirán bajo el comunismo. Ustedes los occidentales son tan crédulos que no aceptarán el comunismo directamente pero seguiremos alimentándoles con pequeñas dosis de socialismo hasta que finalmente despertarán  y descubrirán que ya tienen comunismo para siempre. 

No tendremos que pelear con ustedes. 

Debilitaremos tanto su economía hasta que caigan como fruta madura en nuestras manos.”

Nikita Krushev, septiembre 1959

No caben dudas de que el estado mental dominante de la sociedad argentina en las últimas seis décadas (como mínimo) ha sido el estatismo del nacionalismo socialista y que, por lo tanto, todas las consecuencias de estancamiento, pobreza, atraso, miseria, indigencia, ignorancia, falta de progreso y aislamiento mundial son directa responsabilidad de esa concepción ideológica.

Los resultados de la paupérrima performance argentina y de su decadencia sin piso son la consecuencia de haber puesto en práctica un orden jurídico compatible con ese engendro.

La principal evidencia del ataque salvaje a la producción, a la inversión, al trabajo, a la innovación y a la generación de riqueza es el sistema tributario argentino, preparado para lanzarse con toda su potencia contra el que pretende crecer.

La sola idea de que a algún argentino se le ocurra una idea que tenga que ver con crear, producir o generar una cuota marginal de riqueza es suficiente para que el sistema impositivo le caiga encima.

Si la persona es lo suficientemente testaruda como para seguir adelante, el Estado se quedará hasta con el 80% del fruto de su trabajo.

Ese esquema demolió las ganas, la voluntad y el espíritu de millones de aventureros argentinos que lisa y llanamente truncaron sus ideas, pusieron en pausa sus proyectos o directamente levantaron su campamento y se dirigieron a intentarlo en otro lugar.

No hay sistema que calcule los millones de empleos que se perdieron y las cientos de miles de empresas que no nacieron por esa simple estupidez cuya raíz no puede hallarse en otro lugar que no sea en el embrión envidioso y resentido de todo socialismo.

Menos aún pueden calcularse las pérdidas que se han provocado en el siempre inasible campo psicológico, luego de que cientos de miles de argentinos -quizás millones- hayan debido renunciar a sus sueños y conformarse con algo mucho menor de lo que habían imaginado para sus vidas.

Del mismo modo, otras miserias tan o más graves que las económicas son el producto directo del veneno del nacionalismo socialista, la idea que, repetimos, impera casi sin competencia, en la mentalidad argentina desde hace sesenta años.

El alarmante derrumbe educativo es también el producto de una erosión paulatina pero sin descanso a la que el socialismo nacional ha expuesto a todo el sistema de aprendizaje y enseñanza en la Argentina.

El país había producido un salto cualitativo en materia de educación de la mano del sistema de esfuerzo y mérito que Sarmiento le había impreso al aula. Ese diferencial lo había destacado en la región y había entreverado a la Argentina entre los países más y mejor educados del mundo.

El pica sesos socialista comenzó entonces con su cantinela contra el mérito y el esfuerzo. El maestro también dejó de serlo para pasar a ser un “trabajador de la educación”.

Prácticamente no hubo mensaje subliminal tendiente a socavar la excelencia que no se haya utilizado. Al contrario: toda la imaginación disponible fue puesta al servicio de transmitir un mensaje clasista de igualación hacia abajo y de desprecio por lo mejor.

Tampoco hay dudas de que el imperio de la mentalidad nacional socialista demolió también la idea de lo que está bien y de lo que está mal en materia de seguridad pública.

La reivindicación del delincuente como una víctima de la sociedad capitalista fue otra cantinela que terminó por producir cientos de miles de abogados (muchos de los cuales son jueces hoy) que han condenado a los inocentes a vivir con miedo y entre rejas y a los facinerosos en libertad y con la vía libre para cometer delitos y someter a la sociedad a una violencia nunca antes vista.

Que lo que ha dominado la psiquis argentina de las últimas décadas es esta concepción no puede haber ninguna duda.

Es verdad que, como parte de su insidiosa estrategia, esta hidra ponzoñosa se las ingenió para trasmitir la idea de que la cultura dominante es la cultura liberal capitalista para lograr con ello seguir machacando con su poder destructivo.

Pero si uno analiza desapasionadamente las decisiones concretas que se han tomado, el tipo de orden jurídico que tiene el país, cuál es el espíritu de su legislación tributaria, cuál es la formación ideológica de los funcionarios que hay copado el Estado (y aquí incluyo casi antes que a los electos a los miles que se sientan en los sillones de las segundas líneas pero que tienen un enorme poder de decisión) y -sobre todo- cuáles son las respuestas espontáneas que los argentinos dan a decenas de interrogantes nacionales, no puede llegar a otra conclusión que no sea que aquí la cultura dominante es la nacional socialista; un rotundo triunfo del método gramsciano de cambiar el sentido común medio de la sociedad.

Es cierto que en la Argentina imperó (cómo sentido común medio del hombre común) una cultura liberal-capitalista. Y también son incontrastables sus logros y conquistas. No hay más que mirar los números.

Pero a esa cultura se le declaró una guerra (lo que el propio nacional socialismo llamó “batalla cultural”) sorda, cotidiana, pertinaz, sin prisa pero sin pausa, que ha ganado la contienda.

Pero cómo no hay dudas sobre el vencedor (que no proclama su victoria final solo por el estratégico motivo de seguir haciendo daño) tampoco debe haber vacilaciones sobre las consecuencias que la victoria de la cultura nacional socialista ha tenido: cada chico que no come es su culpa; cada argentino sin trabajo, es su culpa; cada argentino muerto por la delincuencia, es su culpa; cada frustración provocada por el atraso y el aislamiento, es su culpa, cada analfabeto, es su culpa; cada argentino que se debate en su desaliento, es su culpa; cada punto de pobreza, es su culpa; que el país no tenga moneda y no pueda ahorrar, es su culpa; que nadie tenga un proyecto que no sea largarse de aquí, es su culpa.

Así que, muchachos, que nadie se las venda cambiada: la Argentina está como está porque la sociedad piensa como nacional socialista. 

Y mientras los argentinos no cambien; mientras no reviertan la derrota de la cultura liberal capitalista, estarán peor cada vez...

No hay comentarios: