The POST
Carlos Mira
Este
fin de semana se produjeron movidas importantes en la principal coalición
opositora. Una postulación, dos renunciamientos y varias glosas públicas a esas
decisiones.
Facundo
Manes, el neurocientífico cercano a la UCR que varias veces amagó con ingresar
a la política, confirmó que será candidato a diputado en la provincia de Buenos
Aires.
Lo
hizo dando un mensaje en donde habla de trasformar la actual situación de
resignación y desencanto en esperanza.
Naturalmente
esa puede resultar una frase vacía si no se la llena de contenido práctico.
Para
empezar a darle contenido práctico a esa aspiración que seguramente una mayoría
absoluta comparte, deberán empezarse a limpiar cuestiones tan prácticas como el
contenido que necesita la frase.
La
primera es qué ocurrirá con el candidato que, desde el PRO, impulsa Horacio
Rodríguez Larreta, su actual compañero en la Ciudad, Diego Santilli.
Una primera aproximación habla de intentar un acuerdo que evite unas PASO “reales” y que alcance un consenso.
Ese
acuerdo también debería incluir a Jorge Macri que, en una sub-interna del PRO,
le discute a Santilli ese lugar.
Cómo
se ve son demasiadas aspiraciones personales para un momento muy difícil de la
democracia en la Argentina: el mismísimo sistema de vida libre que organiza la
Constitución está en juego aquí.
Entregar
por egos personales el triunfo al kirchnerismo en Noviembre puede acabar con la
Argentina en las puertas de Caracas.
En el sentido que me parece se necesita en estos momentos, Patricia Bullrich y Elisa Carrió declinaron sus aspiraciones en la Capital y en la Provincia respectivamente.
La
segunda lo hizo con sus acostumbradas evocaciones a la grandeza, pero la
primera lo hizo dejando plantada una bandera muy sólida para 2023.
En
un documento que hizo público, la ex ministra y actual presidente del PRO, dejó
bien en claro que va por las presidenciales de 2023, con el esbozo de un
programa con el que aseguró que va a recorrer cada rincón del país.
Una interna no es necesariamente una mala palabra.
Ese
fue el primer paso en 2015 para vencer al kirchnerismo, cuando Mauricio Macri,
Elisa Carrió y Ernesto Sanz decidieron competir internamente en una PASO común
que determinaría el candidato del entonces Cambiemos.
Lo que ocurre es
que hoy la situación de fragilidad institucional de la Argentina es mucho más
profunda y los peligros mucho mayores.
Por
eso, de no llegarse a un acuerdo de consenso que evite la interna, la coalición
de Juntos por el Cambio deberá cuidarse muy bien en la previa de esa contienda
de mostrar una discusión civilizada y no fratricida porque si el electorado
llega a olfatear un ambiente de cabaret y de mayor ambición por el cargo que
por asegurar la libertad en la Argentina puede huir hacia otras opciones que le
sean funcionales a la dictadura kirchnerista.
Es más, el espíritu de grandeza debería ser de tal magnitud que también alcance a fuerzas que hoy combaten al kirchnerismo incluso con más voracidad ideológica, pero con menos aparato político, como claramente sn loa kirchneristas
Esta
fuerza, que incluye a Milei, López Murphy, Etchebarne, Lazzari, Espert,
Cachanosky, está completamente desperdigada (e incluso enfrentada entre sí)
aunque, paradójicamente, sea la que cuenta con el programa práctico de rescate
del país más plausible de todos.
En efecto, la Argentina es un país tan invertebrado que los que tienen la estructura no tienen las ideas, y quienes tienen las ideas no tienen la estructura.
Si la situación
terminal en la que se encuentra el país no es suficiente aún para que gente
civilizada que tiene el denominador común republicano, deje de lado
pusilanimidades personales para alcanzar un acuerdo patriótico que salve a la
Argentina de la dictadura, no sé qué más se precisa para convocar a la
sensatez.
En ese sentido, Andrés Cisneros, que está trabajando cerca de Miguel Pichetto en eso que alguna vez el profesor Loris Zanatta llamó “oximorón” -el peronismo republicano-, fue mucho más contundente y acertado en una columna publicada por La Nación el sábado. Allí dijo, específicamente referido a su especialidad, la política exterior: “Entendemos que una política que, hacia adentro, promueve la democracia, la república, los derechos humanos y una economía capitalista, abierta y competitiva necesita expresarse hacia el mundo de la misma manera.
Nuestras
alianzas no deben ser distintas de nosotros mismos, porque seremos afuera lo
que seamos adentro.
No
se puede crecer hacia adentro si el país no se vincula profundamente con
quienes en el mundo guardan la misma sintonía.
Es
el “dime con quién andas”.
Los
Estados, como las personas, son fácilmente identificables si se repara en
quienes son sus socios y acompañantes más cercanos, porque no existe país
alguno que crezca y se consolide en soledad.
Por
eso, resulta urgente rescatar a la incomprensible política argentina de la
actual deriva hacia el aislamiento y la irrelevancia”.
Juntos por el Cambio y los libertarios deberían aprender de esta plasticidad.
Es
imperioso que los que tienen las ideas le presten su servicio a los que tienen
la estructura y que los que tienen la estructura le presten su servicio a los
que tienen las ideas.
Sin
esa simbiosis -que fue la misma que la Argentina rescató en Caseros- el país
quedará sujeto (igual que como hubiera quedado en 1852) a la continuidad de un
atraso y una decadencia que no solo no se detendrá, sino que condenará a los
argentinos a vivir esclavos de una dictadura familiar que ya ha demostrado que
está dispuesta a todo con tal de consagrar su impunidad y una riqueza obscena
que no tiene reparos en enrostrarle sin tapujos a un pueblo cada vez más pobre
e ignorante.
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