El arte de hablar es sin duda un arte excelente, pero ¿quién nos enseña el arte de guardar silencio?
El arte de callar es otro capítulo del ars retórica, muchas veces olvidado.
Principios necesarios para callar
1. Sólo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio.
2. Hay un tiempo para callar, igual que hay un tiempo para hablar.
3. El tiempo de callar debe ser el primero cronológicamente; y nunca se sabrá hablar bien, si antes no se ha aprendido a callar.
4. No hay menos debilidad o imprudencia en callar cuando uno está obligado a hablar que ligereza e indiscreción en hablar cuando se debe callar.
5. Es cierto que, en líneas generales, se arriesga menos callando que hablando.
6. El hombre nunca es más dueño de sí que en el silencio: cuando habla parece, por así decir, derramarse y disiparse por el discurso, de forma que pertenece menos a sí mismo que a los demás.
7. Cuando se tiene algo importante que decir, debe prestársele una atención particular: hay que decírsela a uno mismo, y, tras esta precaución, repetírsela, no vaya a ser que haya motivo para arrepentirse cuando uno ya no sea dueño de retener lo que declarado.
8. Si se trata de guardar un secreto, nunca calla uno bastante; el silencio es entonces una de esas cosas en las que de ordinario no hay exceso que temer.
9. La reserva necesaria para guardar bien silencio en la conducta ordinaria de la vida no es una virtud menor que la habilidad y el cuidado en hablar bien; y no hay más mérito en explicar lo que uno sabe que en callar bien sobre lo que se ignora. A veces el silencio del prudente vale más que el razonamiento del filósofo; el silencio del primero es una lección para los impertinentes y una corrección para los culpables.
10. A veces el silencio hace las veces de sabiduría en un hombre limitado, y de capacidad en un ignorante.
11. Por naturaleza nos inclinamos a creer que un hombre que habla muy poco no es un gran genio, y que otro que habla demasiado es un hombre aturdido o un loco. Más vale pasar por no ser un genio de primer orden, permaneciendo a menudo en silencio, que por un loco, dejándose arrastrar por el prurito de hablar demasiado.
12. Es propio de un hombre valiente hablar poco y realizar grandes hechos. Es de un hombre de sentido común hablar poco y decir siempre cosas razonables.
13. Por más inclinación que tengamos al silencio, siempre hay que desconfiar de uno mismo; y, si tuviésemos demasiado deseo de decir algo, a menudo eso mismo sería motivo suficiente para decidirse a no decirlo.
14. El silencio es necesario en muchas ocasiones, pero siempre hay que ser sincero; se pueden retener algunos pensamientos, pero no debe disfrazarse ninguno. Hay formas de callar sin cerrar el corazón; de ser discreto, sin ser sombrío y taciturno; de ocultar algunas verdades, sin cubrirlas de mentiras.
El ensayo, El Arte de callar fue escrito en París en el año 1771 por el abate Joseph Antoine Tousssaint Dinouart.
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Cuando no tienes las palabras necesarias y oportunas.
Cuando temes perder al decir lo que no quieres.
Cuando quieres probar si aquella alma es capaz de leer la tuya.
Cuando no tienes valor para expresar lo más hermoso dentro de ti
Cuando no puedes decir "no"
Cuando sólo quieres alejarte sin dejar que alguien te comprenda..
Cuando quieres decir a esa persona que la necesitas, pero que sabes que nunca estará
Muchas veces basta una mirada. Una mirada sostenida.
Los ojos sobre los ojos del otro.
Adivinar el significado de los brillos. Leer el futuro inmediato mas allá de la pupila.
Quieren decir muchas cosas, pero aguántate las ganas. Aprieta los labios.
Permite que las ideas circulen pero que se queden adentro. Alarga el espacio entre las preguntas y las respuestas.
Dejar que los músculos se dibujen en el rostro.
Espera una señal de alerta.
Forzar la respiración. Jugar con las manos, lentamente, cerca de la boca.
Pensar que el otro piensa. Analiza. Espera.
La economía de las palabras una virtud que no es exclusiva de las monjas de clausura.
Un juego que practican los que saben hacerse los locos. Los que entienden que no todos los interrogantes merecen una frase. Que la solución no siempre llega al abrir la boca.
¿Por qué decirlo todo?
¿Por qué no mantener en conserva una dosis de lo que se piensa?
¿Por qué no convertir en secreto algunas de las ideas que hacen su aparición sin previo aviso, al menos con la ilusión de que el tiempo las madure y las transforme en ideas mas duraderas?
¿Por qué no entender, de una vez, que la boca jamás lograra ser tan rápida como el cerebro?
Y que no todo lo que cruza por la mente puede convertirse en palabras, ni lo merece?
¿Que también se puede hablar con el gesto?
¿Que el silencio a veces grita?
Se guarda silencio en los hospitales, en las salas de velatorios, en las sesiones solemnes y en el consultorio odontológico.
Se guarda silencio por pudor, por respeto, por dolor… por el dolor que es incapaz de convertirse en llanto.
O cuando el llanto se agota, y agota al que llora.
También se guarda silencio por temor, cuando resbala un plato del gabinete de la cocina, y los que escuchan el estruendo, imaginan lo peor.
Silencio después del estruendo.
Después de la agonía, del orgasmo, del choque, del disparo.
Habría que aprender a callar sin otro motivo que la propia voluntad.
Callar para escuchar.
Callar para mirar.
Callar para aprender.
Callar para callar.
Callar, para convertir el silencio en un cómplice.
Para saber si el eco existe.
Callar, porque no todo lo que nos conviene escuchar nos lo dicen al oído, con la intimidad de una confesión, con el volumen de un grito, con el acento de las grandes revelaciones.
Callar, para comprender que el silencio es el antifaz de los sonidos más hermosos.
Habría que aprender a callar y hacerse amigo del silencio para que no nos sorprenda en la tumba.
Fernando Quiroz.
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El más suave murmullo apaga el sonido de la metralla, cuando dice la verdad - Anónimo
El arte de callar es otro capítulo del ars retórica, muchas veces olvidado.
Principios necesarios para callar
1. Sólo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio.
2. Hay un tiempo para callar, igual que hay un tiempo para hablar.
3. El tiempo de callar debe ser el primero cronológicamente; y nunca se sabrá hablar bien, si antes no se ha aprendido a callar.
4. No hay menos debilidad o imprudencia en callar cuando uno está obligado a hablar que ligereza e indiscreción en hablar cuando se debe callar.
5. Es cierto que, en líneas generales, se arriesga menos callando que hablando.
6. El hombre nunca es más dueño de sí que en el silencio: cuando habla parece, por así decir, derramarse y disiparse por el discurso, de forma que pertenece menos a sí mismo que a los demás.
7. Cuando se tiene algo importante que decir, debe prestársele una atención particular: hay que decírsela a uno mismo, y, tras esta precaución, repetírsela, no vaya a ser que haya motivo para arrepentirse cuando uno ya no sea dueño de retener lo que declarado.
8. Si se trata de guardar un secreto, nunca calla uno bastante; el silencio es entonces una de esas cosas en las que de ordinario no hay exceso que temer.
9. La reserva necesaria para guardar bien silencio en la conducta ordinaria de la vida no es una virtud menor que la habilidad y el cuidado en hablar bien; y no hay más mérito en explicar lo que uno sabe que en callar bien sobre lo que se ignora. A veces el silencio del prudente vale más que el razonamiento del filósofo; el silencio del primero es una lección para los impertinentes y una corrección para los culpables.
10. A veces el silencio hace las veces de sabiduría en un hombre limitado, y de capacidad en un ignorante.
11. Por naturaleza nos inclinamos a creer que un hombre que habla muy poco no es un gran genio, y que otro que habla demasiado es un hombre aturdido o un loco. Más vale pasar por no ser un genio de primer orden, permaneciendo a menudo en silencio, que por un loco, dejándose arrastrar por el prurito de hablar demasiado.
12. Es propio de un hombre valiente hablar poco y realizar grandes hechos. Es de un hombre de sentido común hablar poco y decir siempre cosas razonables.
13. Por más inclinación que tengamos al silencio, siempre hay que desconfiar de uno mismo; y, si tuviésemos demasiado deseo de decir algo, a menudo eso mismo sería motivo suficiente para decidirse a no decirlo.
14. El silencio es necesario en muchas ocasiones, pero siempre hay que ser sincero; se pueden retener algunos pensamientos, pero no debe disfrazarse ninguno. Hay formas de callar sin cerrar el corazón; de ser discreto, sin ser sombrío y taciturno; de ocultar algunas verdades, sin cubrirlas de mentiras.
El ensayo, El Arte de callar fue escrito en París en el año 1771 por el abate Joseph Antoine Tousssaint Dinouart.
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Cuando no tienes las palabras necesarias y oportunas.
Cuando temes perder al decir lo que no quieres.
Cuando quieres probar si aquella alma es capaz de leer la tuya.
Cuando no tienes valor para expresar lo más hermoso dentro de ti
Cuando no puedes decir "no"
Cuando sólo quieres alejarte sin dejar que alguien te comprenda..
Cuando quieres decir a esa persona que la necesitas, pero que sabes que nunca estará
Muchas veces basta una mirada. Una mirada sostenida.
Los ojos sobre los ojos del otro.
Adivinar el significado de los brillos. Leer el futuro inmediato mas allá de la pupila.
Quieren decir muchas cosas, pero aguántate las ganas. Aprieta los labios.
Permite que las ideas circulen pero que se queden adentro. Alarga el espacio entre las preguntas y las respuestas.
Dejar que los músculos se dibujen en el rostro.
Espera una señal de alerta.
Forzar la respiración. Jugar con las manos, lentamente, cerca de la boca.
Pensar que el otro piensa. Analiza. Espera.
La economía de las palabras una virtud que no es exclusiva de las monjas de clausura.
Un juego que practican los que saben hacerse los locos. Los que entienden que no todos los interrogantes merecen una frase. Que la solución no siempre llega al abrir la boca.
¿Por qué decirlo todo?
¿Por qué no mantener en conserva una dosis de lo que se piensa?
¿Por qué no convertir en secreto algunas de las ideas que hacen su aparición sin previo aviso, al menos con la ilusión de que el tiempo las madure y las transforme en ideas mas duraderas?
¿Por qué no entender, de una vez, que la boca jamás lograra ser tan rápida como el cerebro?
Y que no todo lo que cruza por la mente puede convertirse en palabras, ni lo merece?
¿Que también se puede hablar con el gesto?
¿Que el silencio a veces grita?
Se guarda silencio en los hospitales, en las salas de velatorios, en las sesiones solemnes y en el consultorio odontológico.
Se guarda silencio por pudor, por respeto, por dolor… por el dolor que es incapaz de convertirse en llanto.
O cuando el llanto se agota, y agota al que llora.
También se guarda silencio por temor, cuando resbala un plato del gabinete de la cocina, y los que escuchan el estruendo, imaginan lo peor.
Silencio después del estruendo.
Después de la agonía, del orgasmo, del choque, del disparo.
Habría que aprender a callar sin otro motivo que la propia voluntad.
Callar para escuchar.
Callar para mirar.
Callar para aprender.
Callar para callar.
Callar, para convertir el silencio en un cómplice.
Para saber si el eco existe.
Callar, porque no todo lo que nos conviene escuchar nos lo dicen al oído, con la intimidad de una confesión, con el volumen de un grito, con el acento de las grandes revelaciones.
Callar, para comprender que el silencio es el antifaz de los sonidos más hermosos.
Habría que aprender a callar y hacerse amigo del silencio para que no nos sorprenda en la tumba.
Fernando Quiroz.
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El más suave murmullo apaga el sonido de la metralla, cuando dice la verdad - Anónimo
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