"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Dignidad de la memoria.... memoria de la dignidad

Por Eduardo Galeano

En el desigual combate contra el miedo, en ese combate que cada uno libra cada día, ¿qué sería de nosotros sin la memoria de la dignidad?

El mundo está sufriendo un alarmante desprestigio de la dignidad. Los indignos, que son los que en el mundo mandan, dicen que los indignados somos prehistóricos, nostalgiosos, románticos, negadores de la realidad.

Todos los días, en todas partes, escuchamos el elogio del oportunismo y la identificación del realismo con el cinismo,
El realismo que obliga al codazo y prohíbe el abrazo.
El realismo del vale todo y del arreglate como puedas y si no podés ¡jodete!

El realismo, también, del fatalismo.
El más jodido de los muchos fantasmas que acechan, hoy por hoy, a nuestro gobierno progresista, aquí en el Uruguay, y a otros nuevos gobiernos progresistas de América Latina.
El fatalismo, perversa herencia colonial, que nos obliga a creer que la realidad puede ser repetida pero no puede ser cambiada, que lo que fue es y será, que mañana no es más que otro nombre de hoy.

Pero, ¿acaso no fueron reales, acaso no son reales, las mujeres y los hombres que han luchado y luchan por cambiar la realidad, los que han creído y creen que la realidad no exige obediencia?
¿No son reales Ubagesner Chaves y Fernando Miranda y todos los que están llegando, desde el fondo de la tierra y del tiempo, a dar testimonio de otra realidad posible?
Y todas y todos los que con ellos creyeron y quisieron, ¿no fueron, no siguen siendo reales?
¿Fueron irreales los verdugos, irreales las víctimas, irreales los sacrificios de tanta gente en este país que la dictadura convirtió en la mayor cámara de torturas del mundo?

La realidad es un desafío

No estamos condenados a elegir entre lo mismo y lo mismo

* Eduardo Galeano

El autor nació en Montevideo -URUGUAY, en 1940
Fue jefe de redacción del semanario Marcha y dirigió la revista Crisis.
Vivió exiliado en Argentina y España.
A comienzos de 1985, regresó a Uruguay

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