GEORGE CHAYA
Escritor, docente y analista político internacional
Aunque sus acciones bien pueden incluirse en el marco de la guerra contra el terrorismo en virtud de sus vínculos con la narco-guerrilla colombiana FARC y sus acuerdos con estados que incumplen el derecho internacional, el presidente Hugo Chávez y sus aliados han reiniciado en los últimos meses una agresiva campaña anti-estadounidense que constituye una amenaza directa a la seguridad no solo para EE.UU., sino también para América Latina.
Promediando el año 2010, el general venezolano Melvin López Hidalgo, secretario del Consejo Nacional de Defensa y funcionarios de gobierno como Alí Rodríguez, denunciaban expresiones hostiles y “un plan de ataque norteamericano a Venezuela”. La respuesta oficial estadounidense fue terminante y negó cualquier plan por parte de Washington para derrocar el gobierno de Hugo Chávez. Sin embargo, dada la frecuencia y naturaleza de comentarios anti-estadounidenses originados en Caracas la administración norteamericana debería estar preocupada.
La pregunta que debería efectuarse la administración Obama es si realmente existen motivos para prestar especial atención a las conductas del régimen venezolano. “La respuesta es un sí rotundo”.
Y ello es así ya que el gobierno de Chávez plantea una amenaza sustancial para la seguridad nacional y los intereses de EE.UU., América Latina y del propio pueblo venezolano.
Durante su mandato como presidente, a menudo tumultuoso e inequívocamente autoritario, Chávez ha erosionado sistemáticamente las libertades recuperadas con el derrocamiento del último dictador de Venezuela, general Marcos Pérez Jiménez.
A nadie resulta ajeno que Hugo Chávez se concedió la sumatoria del poder público, estatizo empresas de manera sistemática y abusiva, confisco inversiones y capitales privados, aumentó sus poderes presidenciales debilitando el poder judicial y el legislativo, redujo deslealmente la producción de petróleo para aumentar los precios, amplió el papel de los militares en el gobierno, militarizó su sociedad civil y socializó las fuerzas armadas y de seguridad.
Durante su gestión se han denunciado infinidades de violaciones a los derechos humanos y el presidente ha sido señalado por varios organismos internacionales como autoritario y proclive a violar las reglas del juego establecidas en Venezuela en la era anterior a su gobierno.
Varios medios de prensa han sido víctimas de censura, abuso y violencia por parte de Chávez, al punto que el Washington Post y el Wall Street Journal han llamado en su tiempo a frenar tales abusos.
La implementación de una nueva ley de medios, supuestamente diseñada para mayor pluralidad de ideas, las leyes de educación con apariencia de proteger a la niñez, ambas han sido criticadas duramente por la sociedad venezolana como un intento de Chávez de acallar la oposición e ideologizar a los niños en edad escolar.
Los opositores de la “guerra de Chávez contra los dueños de grandes haciendas” que apoya la expropiación de las llamadas tierras de cultivo “ociosas” para corregir las desigualdades históricas, afirman que ello ha sido una violación del derecho de propiedad garantizado por la Constitución del país.
Los primeros esfuerzos de Chávez para contrarrestar las críticas han sido vanos intentos a través de una serie de reformas populistas que han desnudado una estrategia para consolidar su poder, lo cual rememora visiones de opresión del estilo comunista mas duro.
A medida que las reformas se han ido realizando se han planteado mayores dudas sobre el verdadero propósito del programa del presidente Chávez.
Algunos se han preguntado si las reformas fueron orquestadas simplemente para distraer al pueblo venezolano mientras Chávez tomaba el control absoluto de las instituciones democráticas del país.
En política exterior, los crecientes vínculos de Chávez con el controversial régimen de la Republica Islámica de Irán, con el gobierno del Baas Sirio, sus relaciones con el premier ruso, Vladimir Putin y con Hu Jin Tao de China deberían ser un motivo de verdadera preocupación, si a ello se suma la advertencia directa por parte de Chávez de que no enviara una gota más de petróleo a los EE.UU. si tratan de eliminarlo o derrocar su gobierno.
Todo esto ha intensificado en Washington un nuevo examen de la relación bilateral con Venezuela.
Bajo el régimen de Chávez, la empresa estatal Petrolera de Venezuela, la compañía más grande de América Latina, ha trabajado y trabaja intensamente para incrementar la cooperación energética con Rusia, China e Irán, mientras que ha reducido a un nivel sin precedentes la relación con los EE.UU.
De hecho, Venezuela está negociando con los tres países para que estos contribuyan en un programa chavista de ambiciosa expansión por cifras cercanas a los 36 mil millones dólares que se traducirá en un aumento de la producción de energía en materia de gas y petróleo.
Venezuela celebró recientemente un contrato con el gigante energético ruso Gazprom para exploración y búsqueda de petróleo y gas.
Al mismo tiempo, Chávez alienta a empresas chinas a instalarse y comprar en Venezuela para cubrir sus necesidades de energía y el mismo presidente venezolano ha señalado que China ofrece la mejor opción para romper con 100 años de dominación de los EE.UU. sobre la industria petrolera venezolana.
Para satisfacer la energía de China, Venezuela ha tenido conversaciones directas con el gobierno panameño para la construcción de oleoductos y gasoductos hacia el Océano Pacífico por el canal de Panamá, lo cual aumentará la presencia china ya existente en la estratégica zona del Canal de Panamá.
Además, cientos de asesores iraníes han sido recibidos por Chávez para colaborar en el desarrollo de una estrategia asiática de control del petróleo sobre los EE.UU. Este último detalle y el fortalecimiento de lazos con el gobierno del presidente Ahmadinejad han hecho mucho daño a la imagen del presidente Chávez no solo en Washington.
A principios de 2010, la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO) de los EE.UU., que es el brazo investigador del Congreso, se focalizó en investigar el riesgo de perder las importaciones de petróleo de Venezuela a petición de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado, puesto que ello podría tener consecuencias graves para la seguridad y para los consumidores de los EE.UU. según han indicado fuentes del Senado.
A este clima de inestabilidad que ofrece el régimen de Caracas se suman declaraciones efectuadas por Chávez alabando a Fidel Castro, a la ideología política-social de la izquierda internacional lo cual resulta extremadamente inquietante para Washington dado el rol histórico que ha jugado el régimen Castrista como constante agitador en América Latina.
Algunos expertos han especulado que Castro es Chávez y que este último se prepara para ser su heredero. Pero aún más preocupante ha resultado lo informado por El Nuevo Herald de Miami, el periódico informó escasos meses atrás que las fuerzas de seguridad cubanas están operando en Caracas y que disponen de poder de policía desde hace tiempo, con lo que desde allí se les permite secuestrar a ciudadanos venezolanos y cubanos disidentes o en exilio en otros países para transportarlos luego clandestinamente a Cuba sin oficios judiciales ni audiencias de extradición.
Los cubanos están adoctrinando los servicios de inteligencia venezolanos y brindando entrenamiento a cuadros militares venezolanos desde algunos años atrás. Esto se presenta como inaudito, pues no se ha visto hasta la Era Chávez en el continente latinoamericano que un gobierno democrático permita que otro país ejerza poderes de policía en su territorio y así es observado por los funcionarios de la administración en Washington.
Al tiempo, Chávez se autoproclama “revolucionario” y pretende liderar un movimiento anti-imperialista, afirma constantemente que es una víctima inocente de la agresión de los EE.UU., pero en realidad, lo suyo es un inoportuno y desafortunado intento para ganar adhesión en sus políticas internas y así presentar a los EE.UU. como un enemigo del pueblo venezolano, Chávez está jugando el papel de “víctima”, pero lo cierto es que ese juego ha sido utilizado a través de la historia por los más crueles y viejos dictadores para mantenerse en el poder.
Sus gritos desesperados sobre los imperialistas “del norte” y una invasión inminente de EE.UU. para derrocarlo solo muestran un gobierno en estado de inestabilidad y debilidad interna.
La verdadera razón de la cíclica desesperación de Chávez no se encuentra en una invasión a la soberanía de Venezuela por parte de los EE.UU., sino que se relaciona en forma directa con una gran cantidad de promesas incumplidas que Chávez ha hecho al pueblo venezolano a lo largo de los últimos 11 años y a una creciente impaciencia con su estilo descarado de gobernar.
Los líderes latinoamericanos como el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, un firme aliado de EE.UU. en la guerra contra el terror, ya no están dispuestos a contestar sus comentarios burlones e incendiarios y ello no solo enfurece a Chávez, sino que le recorta margen de maniobra y manipulación hacia fuera para lograr buena imagen hacia adentro.
En abril de 2004, el senador Bill Nelson (D-FL) declaró:
- “Me preocupa que podamos llegar al punto donde tengamos que tratar a este gobierno venezolano como un gobierno poco amistoso y hostil a los intereses de EE.UU.”.
Ese punto puede ya haber sido alcanzado y sobran muestras de ello ante la abierta oposición de Chávez a las guerras en Afganistán e Irak, lo mismo con su involucramiento en los asuntos de jefes terroristas de las FARC abatidos recientemente y en las poco claras excusas dadas por su gobierno en relación a la presencia de elementos de la ETA en territorio venezolano, todo lo cual demuestra aún más el escaso compromiso con la democracia por parte del régimen chavista.
En otras palabras, es posible que haya llegado el momento en que los EE.UU. y los líderes regionales latinoamericanos deban poner sobre aviso a Chávez que cualquier acción futura y perjudicial hacia sus empresas que operan en Venezuela será considerada una amenaza directa a la seguridad de los países afectados.
Chávez tiene que ser consciente que históricamente no se ha permitido influir en la política de América Latina a potencias extra continentales como Rusia, China o Irán y Occidente sabe “del escaso o nulo compromiso con la democracia y las libertades” de los países mencionados.
La supervivencia de la libertad en América Latina como en los EE.UU. depende cada vez más del éxito de la libertad y la democracia en los propios países latinoamericanos.
Con tanto en juego, Hugo Chávez debería reconocer una realidad que avanza en el continente americano, esa realidad indica que sus programas de gobierno son extemporáneos e inservibles a la verdadera democracia y la libertad de los pueblos.
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