"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 12 de marzo de 2011

Capitalismo sin capital

COLUMNAS / AD LIBITUM

El dinero no huele. Tiene el mismo aroma el que genera una fábrica de perfumes que el de una instalación ganadera+

MANUEL MARTÍN FERRAND /ABC.es

BUENA parte del progreso de la humanidad, incluso en las ideas y en las artes, ha discurrido por los cauces del mercado en los que la oferta y la demanda han espoleado la imaginación de unos, la voluntad de otros y, en lo que cabe, se ha generado un cierto equilibrio moderador.

El pacto entre el capital y el trabajo que conlleva abusos por ambas partes, es el motor de la riqueza generada desde la revolución industrial y, de repente, se nos ha venido abajo porque los negocios financieros pueden realizarse sin capital y sin trabajo.
Su mala fama no arranca del sentido vindicativo de las mayorías, sino de su propia ineficacia generadora de pobreza y se incrementa con la pasividad de los organismos globales y nacionales que debieran reducir a sus justos términos algo esencialmente accesorio y auxiliar.

Aquí, en España, el sistema financiero atraviesa momentos de grave y merecida tribulación y en ello hay que subrayar la lentitud de percepción de Miguel Ángel Fernández Ordóñez o, si se prefiere, del Banco de España que, aún teniendo en sus manos la potencialidad del control y la inspección del sector, se cae ahora de un guindo y asegura que el problema es de 15.000 millones.

Cuantitativamente parece mayor y a ello hay que añadirle un elemento muy complejo que puede complicar, incluso imposibilitar, la solución del problema.
En Galicia, por ejemplo, las Cajas que se agrupan en la Nova Caixa Galicia, una esperanza por fusión de calamidades —que no son las mayores en el patio español—, proclaman que no quieren perder galleguidad.
Se me escapa el concepto.
No sé lo que es la gelleguidad, ni la catalanidad, ni ningún otro sentimiento dinerario vinculado al territorio. Como Vespasiano le enseñaba a su hijo Tito, pecunia non olet. El dinero no huele. 
Tiene el mismo aroma el que genera una fábrica de perfumes que el procedente de una instalación ganadera.
¿Hay euros que bailen la muñeira o, en su caso, que sepan valorar la obra de Ramón Otero Pedrayo?

Aquí se le suele tener mayor respeto a un banquero que a un verdadero empresario e, incluso y a mayor abundamiento, las patronales admiten en su seno a los bancos que son, junto con Hacienda, los grandes depredadores del sistema.
La segunda, se supone, lo hace al servicio del bien común; pero los primeros, a mayor provecho de sus directivos y, en menor medida, de sus accionistas.

No es buena esa mezcolanza entre quienes son dispares en sus fines y métodos y menos aún si quienes deben vigilar los posibles desmanes de los financieros tardan lustros en averiguar que las cuentas no son cabales.

Cada cual en su casa y Dios en la de todos.

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