Ignacio Ruiz-Quintano - Madrid
Fuente: ABC.es
Los indignados del cuento
(del cuento de nunca acabar) son los miserables de Hugo, pero sin música ni premio Tony.
Y si los indignados del cuento
(del cuento de nunca acabar) creen que la crisis es cosa de los bancos, ¿por qué suben a Sol, donde sólo hay “hombres-sandwich” pregonando que compran oro, en lugar de bajar al Banco de España para empujar de una vez esa puerta final del castillo de Barba Azul frente al misterio definitivo?
Quizás porque intuyan que en las cuevas del Banco de España no quede oro.
¡El oro de Moscú!
El socialista Urbano Orad (del grupo de oficiales de la República que una noche sortearon a ver a quién le correspondía lo de Calvo Sotelo, en represalia por lo del teniente Castillo) sostenía que se encargó al Secretario General de las Juventudes Socialistas que eligiese entre elementos del Sindicato de Banca a quince compañeros de absoluta confianza y dispuestos a empaquetar el oro y la plata en barras y monedas.
Debían estar incomunicados en el Banco de España, y así fue.
–Se levantaban a las ocho de la mañana, y hasta las diez estaban trabajando; se les daba un pequeño descanso y volvían al trabajo hasta poco después de la una, que comían, y después seguían hasta las seis de la tarde.
Las monedas las contaban y las metían en sacos, que lacrados iban a una caja, y lo mismo hacían con las barras.
Esta operación duró catorce días, y durante ellos ni uno solo salió a la calle.
Qué justicia poética más bella la de este mendigo velazqueño que ni siquiera es español y que, nada indignado, pedía esta mañana en vaso de plástico monedas de cuproníquel bañadas en níquel-latón, bajo un cartel municipal de “Los persas”, de Esquilo, que Mario Gas ha programado en el Español para persuadir a los indignados de la conveniencia de no pasarse, como Jerjes, de la raya.
Y no es broma:
"En la hoja se dice que Esquilo escribió la obra para
"preservar el orden democrático..."
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